JAZZ
Antonio Malacara
Michael Brecker en concierto
DOS SEMANAS ANTES de cumplir los 52 años, Michael Brecker se presentó por primera vez en nuestro país. Todos queríamos estar ahí, incluyendo a la crema y nata (y hasta la nonata) de los músicos mexicanos. Al cronista lo dejaron plantado, y en el momento en que iba a regalar el boleto de sobra, un revendedor casi se lo arrebata de la mano. Todos querían estar ahí. Se hablaba de los más de 400 discos grabados (aunque son "sólo" 5 solistas) y de ser el saxofón tenor de más influencia en el mundo, después de Wayne Shorter.
DESDE UN PRINCIPIO el cuarteto hizo alarde de técnica, aunque sentimos que el único que realmente tocó al máximo, el único que realmente se comprometió artística y emocionalmente con el momento, fue Jeff Tain Watts, quien desde el primer tema, Arc of the pendulum, golpeó y acarició la batería con conmovedora maestría. De hecho, su ejecución superó con creces a la del mismísimo Elvin Jones, quien acompaña a Brecker en la grabación de este tema.
MICHAEL BRECKER ES un superdotado. Hace lo que quiere con el sax, hace todo, su paleta sonora es infinita (y que valga la hipérbole). Llegó un momento en que parecía haber agotado las imágenes y nos preguntábamos con qué iba a construir la siguiente improvisación... y surgían nuevas formas, se entretejían y multiplicaban hasta alcanzar de nueva cuenta un extremo virtual. Frío, suntuoso y contundente, su aliento iba del bebop al hard, al funk, al blues, a los aires casi imperceptibles de su pasado rocanrolero, o bien, al modern creative, como suelen decir los enterados.
EL PUBLICO APLAUDIA todos y cada uno de los solos, vinieran de donde vinieran, como buenos mexicanos. Fue entonces que llegó el turno de The cost of living, un tema bellísimo, tremendamente melancólico y reflexivo, incluido en el primer álbum solista de Brecker. Chris Minhdoky hizo la introducción con un soberbio solo de contrabajo al que nadie aplaudió... tal vez porque el piano de Joey Calderazzo dio continuidad a la atmósfera de recogimiento que había creado Minhdoky y el respetable no quiso enturbiar el momento, tal vez porque no tuvo tiempo (el respetable) de escapar de la fascinación del contrabajo, tal vez porque nunca intentó escapar. El hecho es que fue el único solo no aplaudido. Otro hecho es que Chris Minhdoky no volvió a lanzarse; se dedicó a brindar una sólida plataforma para que el resto del cuarteto hiciera lo suyo durante la noche.
EN LA MAYORIA de las piezas el sax era el primero en atacar para entregar la estafeta al piano de Calderazzo, éste hacía gala una y otra vez de su sorprendente técnica y de su no muy desbordada imaginación, pero cuando el aliento de Brecker o las percusiones de Watts tomaban la batuta todos quedábamos nuevamente cautivados, a pesar de que (sigo en lo mismo) este célebre saxofonista, uno de los más admirados, respetados y fusilados en el planeta, pareció nunca dar todo de sí. Pareciera que llegó a cumplir (a la perfección) un compromiso y que dejó el alma guardada en algún clóset neoyorkino.
A LOS POCOS minutos de debutar en México supo que, con las pequeñas dosis que dejó derramar de su enorme talento, tenía al público en la bolsa. Después de cada solo volteaba de reojo para esperar la ovación. Y la gente siguió aplaudiendo, silbando, gritando, aullando de felicidad .