19 Ť MARZO Ť 2001
Ť José Cueli
Don Quijote, el mejor de los toreros
A la afición mexicana -quijotesca si las hay- le sucedió lo mismo que a su héroe con los toros de Jarama. Después de encontrarse Don Quijote con unas contrahechas pastoras, salió a los medios del camino, a desafiar a cuantos vinieren si no reconocían que aquellas hermosuras eran las más claras de la tierra, excepto Dulcinea. En esos momentos llegó un tropel de lanceros y uno de ellos que venía más adelante, a grandes voces comenzó a decir a Don Quijote: šApártate -hombre del diablo- del camino, que te harán pedazos los toros!
"Ea! Canalla -respondió Don Quijote-, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas! No tuvo lugar de responder el vaquero, ni Don Quijote de desviarse, aunque quisiera; y así, el tropel de los toros bravos y los mansos cabestros, con la multitud de los vaqueros y otras gentes que a encerrar los llevaban a un lugar donde otro día habrían de correrse, pasaron sobre Don Quijote, Sancho, Rocinante y el Rucio, dando con todos ellos en tierra, echándoles a rodar por el suelo. Quedó molido Sancho, espantado Don Quijote, aporreado el Rucio y no muy católico Rocinante; pero al fin se levantaron todos y Don Quijote, a gran prisa, tropezando aquí y cayendo allá, comenzó a correr detrás de la vacada diciendo a voces: šDeteneos y esperad, canalla malandrina, que un solo caballero os espera, el cual no tiene condición, ni es de parecer de los que dicen al enemigo que huye hacerle puente de plata! Pero no por eso se detuvieron los apresurados corredores, ni hicieron más caso de sus amenazas que las nubes de antaño. Detúvole el cansancio a Don Quijote, y, más enojado que vengándose, sentó en el camino, esperando que Sancho, Rocinante y el Rucio llegasen.
Llegaron, volvieron a subir amo y mozo, y sin volver a despedirse de la Arcadia fingida o contrahecha y con más vergüenza que susto, siguieron su camino.