martes Ť 20 Ť marzo Ť 2001

Marco Rascón

Entre los símbolos, la paz y la política

ƑUtopía desarmada? Al salir de Chiapas, el EZLN dejó de actuar bajo el tiempo de los símbolos y entró al incompatible tiempo de la política. En ese momento, las capuchas de la selva sufren lo mismo que el retrato de Dorian Gray al exponerse ante las leyes de la guerra, la movilización solidaria y expectante al paso de la caravana, las estrategias y los objetivos; sufren las capuchas un cambio, pues parece ser un viaje sin regreso de la clandestinidad a la vida pública.

México y el mundo admiraron salida, respuesta y recorrido de la caravana zapatista; ese momento es histórico, pero nadie conoce aún el desenlace y sería lamentable que una guerrilla insurgente e indígena, trascendente y paradigmática de los deseos de liberación nacional, se convirtiera en plantón, marcha callejera o cualquier forma de los sectores sociales que se utilizan para resistir y demandar derechos; sería no sólo trivializar la lucha armada, derecho legítimo de los pueblos, sino las formas de lucha política y social al convertirse en el desenlance de un ejército popular. Si el viaje ya no tiene regreso y su permanencia en la capital se mezcla con la indiferencia, la cotidianidad y la trivialización significaría un desarme unilateral y sin condiciones del EZLN, lo cual no beneficiaría al país.

La prolongación de estires y aflojes sobre formatos, la dilación de definiciones y objetivos, la incertidumbre sobre la permanencia o el regreso corren en contra de la misión zapatista y el Congreso Nacional Indígena, que en este momento tiene una importancia vital no sólo como fuerza solidaria, sino como protagonista e interlocutor central.

La contradicción es que el EZLN ha entrado al tiempo de la política cotidiana y dejó atrás el de la selva; lo que era referencia en uno de los dos relojes del subcomandante Marcos, hoy ha empezado a imponerse como tiempo de decisiones, pues el que imponen los medios, la agenda del poder, las condiciones de vida y de trabajo de los habitantes de la capital convocan al retorno de la normalidad y la supremacía de los escándalos sucesivos, capaces de sepultar los hechos históricos más trascendentes.

El tiempo de los símbolos quedó en la selva y se detuvo; ahora empieza a sentirse ese vacío, que será más grande si la misión del EZLN no logra dejar al Congreso de la Unión la responsabilidad de la paz y regresa a esperar con el tiempo de la selva.

El regreso, no por nostalgia, sino como requerimiento estratégico, es cada vez más difícil. Los coletos chiapanecos están dispuestos a cortar una posible retirada de la capital y el EZLN ha empezado a dejar de pisar terreno seguro respecto al debate de las reformas constitucionales sobre derecho indígena.

Los tres poderes del Estado mexicano son por primera vez "independientes" unos de otros y el Ejecutivo no deja de expresar -contra la opinión de diputados y senadores-- su apoyo a la ley Cocopa, o sea, a la propuesta del EZLN. Ante esa muestra de independencia quizá sería probable que Vicente Fox dijera a Marcos, como Ruiz Cortines expresó a Gilberto Flores Muñoz, hace más de 40 años en aquella sucesión presidencial: "ni modo, Gilberto, perdimos", lo que relanzaría una campaña contra la "intransigencia zapatista" en el momento en que estén inermes y desgastados aquí en la ciudad.

En este siglo el zapatismo ha llegado a la capital dos veces. Paradójicamente, en 1914 su error fue regresarse sin haber logrado configurar un proyecto de nación junto con el villismo. Hoy, en 2001, muchos esperábamos no la convocatoria a un partido o a la formación de una estructura, sino visos y voluntad de construir en todas partes y con otros muchos ese proyecto de nación alternativo al México económico y político de hoy; no fue así y el Zócalo se llenó de un nuevo vacío y pareciera que el error ahora es permanecer aquí, separado de los símbolos de sus armas, sometido a las corrientes cronológicas y políticas del tiempo, más cercado que en la selva.

El EZLN debe exponer ante la nación los puntos centrales a favor de la justicia, los derechos de las naciones indias y dejar la responsabilidad de la paz al Congreso. Necesitan retirarse, romper la emboscada coleta chiapaneca y la ofensiva derechista del gobierno y los medios, pues aquí no están solos, pero tampoco seguros, pues la debilidad de todos los movimientos es palpable y lo será más aún. Capucha y ciudad en estas circunstancias no se llevan y la fuerza de los símbolos se desfigura.

Necesitan retirarse y regresar. El precedente está establecido; la audacia militar que tuvieron al salir desarmados volverá a mostrarla hoy al esperar de nuevo en la selva con las armas en la mano: ésa será su aportación y disposición a la paz. No habría utopía desarmada, sino un camino propio y una paz distinta.

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