martes Ť 20 Ť marzo Ť 2001

Alberto Aziz Nassif

Los duritos

La referencia no es al personaje literario de los cuentos del subcomandante Marcos, sino a los múltiples y diversos actores que han manifestado una postura reticente, muchas veces racista y dura, en contra del movimiento zapatista, y de la posibilidad de legislar la ley sobre derechos y cultura de los pueblos indígenas.

Una de las cosas que ha generado la alternancia presidencial en el poder y un Congreso de la Unión sin mayoría, es que se han quebrado los bloques monolíticos de intereses duros que se imponían de forma permanente en contra de las expresiones democratizadoras. Lo primero que hizo el presidente Fox fue mandar la iniciativa de la Cocopa al Congreso, con lo cual recuperó el problema de Chiapas y del indigenismo, y le dio una dimensión de Estado. Las condiciones en las que se ha movido el zapatismo desde el primero de diciembre del 2000 son diferentes; los espacios se han abierto y la marcha de la comandancia del EZLN lo demostró. De la misma manera que las condiciones del levantamiento de 1994 fueron únicas, en estos momentos las condiciones para la aprobación de la ley y de una negociación de la paz, también son únicas. Pero no todo camina sobre ruedas.

Durante la primera semana de estancia de los zapatistas en la ciudad de México poco se ha avanzado para el diálogo entre el EZLN y el Congreso. El formato restringido fue rechazado. No se trata de un problema cualquiera, sino de una nueva dimensión para la relación del Estado mexicano con los pueblos indígenas. Si partimos de esta premisa, entonces no se puede perder de vista que las expresiones tienen que corresponder a la dimensión. Los duritos en el Congreso se manifiestan abiertamente en contra de que el zapatismo pueda tener un diálogo abierto con todos los legisladores. La más alta tribuna de la nación se ha convertido en el objeto del deseo de las partes: unos la quieren defender para que no sea "profanada", y los zapatistas la han convertido en un símbolo de su movimiento.

La ley de la Cocopa puede ser la puerta de salida del conflicto armado en Chiapas, y la entrada a una nueva vía constitucional para los pueblos indígenas. Pero al mismo tiempo, en caso de no aprobarse, o de aprobarse una versión muy diferente a la iniciativa, puede ser el cierre de una salida política y el resurgimiento de una nueva fase de enfrentamientos. La ley ha polarizado al Congreso, los duritos despliegan sus argumentos en contra y hablan de las ambigüedades de conceptos como territorio, autonomía, pueblo; se mencionan peligros graves que vendrían con la ley, como la balcanización del país, la fractura de la unidad nacional y otros males graves, que por supuesto no pasarían. Existe una gran falta de conocimiento del tema, lo cual es preocupante porque se trata del poder que va a decidir en la materia. Las posiciones en el Congreso no se pueden entender sin la correlación de fuerzas que hay entre los partidos y de éstos con la Presidencia de la República. En los últimos días se ha dado un reacomodo fuerte entre una parte del panismo y el gobierno federal, la cual corresponde, en parte, a las diferencias entre el foxismo y el panismo doctrinario; este rejuego tiene que ver con el ajuste que implica pasar de la oposición a ser partido gobernante. En el PRI hay diferencias importantes entre sus legisladores, que van desde un apoyo completo a la iniciativa hasta su rechazo; la lógica priísta es inversa a la panista, porque se trata de un partido que transitó del gobierno a la oposición. El PRD mantiene una postura en favor de la iniciativa, pero se trata de una fracción cuyos votos no hacen la diferencia sumados al PRI o al PAN. En esta legislatura no puede haber ninguna reforma constitucional sin los votos del PRI y del PAN.

Si la ley de la Cocopa se aprueba sin grandes cambios, es decir, sin un rechazo del zapatismo, después puede venir una segunda ola de reformas en los Congresos estatales para hacer las adecuaciones correspondientes a cada región, porque sería absurdo hacer un traje general y a la vez particular para todos los grupos indígenas. El desafío de la ley Cocopa no sólo sería lograr una nueva relación con los pueblos indígenas, sino la posibilidad de lograr un consenso entre las fuerzas políticas, demostrar que los duritos están en minoría y que los bloques dominantes realmente se han fracturado. Esta reforma sería una buena expresión del nuevo momento democrático que supuestamente ya vivimos en México.