MARTES Ť 20 Ť MARZO Ť 2001
Ť Teresa del Conde
SEP: educación y cultura en el DF
(Primera parte)
Dentro del proyecto ''Plan Nacional de Desarrollo" los días 13 y 14 de este mes se verificó un encuentro de especialistas que tuvo lugar en la Universidad Pedagógica Nacional (vecina al Fondo de Cultura Económica, el edificio fue diseñado por Teodoro González de León). Dos cercanos amigos míos de la UAM, que acaban de insertarse en la Subsecretaría de Servicios Educativos de la SEP: Patricia de Leonardo y Manuel Loaeza, me convencieron de participar. Al principio me sentí como perro en patio ajeno, pero resultó que la reunió, televisada por red a todas las secundarias y normales del DF era con teléfono abierto y que entre todas las ponencias (articuladas, muy técnicas, impecables) que me tocó escuchar, la mía fue la que más inquietudes despertó. Recibí una serie de comentarios y de preguntas considerable y sólo los límites de tiempo impidieron que el diálogo televisivo prosiguiera. Dije más o menos lo que sigue.
Desde la década de los sesenta la historia cultural ocupa una parte central en el desarrollo de la investigación histórica y es uno de los ejes fundamentales de las llamadas ''ciencias humanas", que propiamente hablando no son ciencias, porque sus resultados no tienen carácter exacto, si bien algunas cuestiones pueden ser predecibles (como el público que puede llegar a tener X o Y exposición o determinado concierto de jazz). No obstante estas ''apuestas" sobre resultados, tienen siempre carácter de conjeturas.
Aquí, en la Universidad Pedagógica, se habla de un plan de desarrollo y lo que me sorprende gratamente es que en esta ocasión el foro no corresponde al método de las encuestas, que por lo visto se han puesto de moda en una sociedad con pretensiones de transitar hacia la democracia. Lo primero que se me ocurre decir es que el desarrollo nunca es lineal, ni piramidal, ni siquiera en las ciencias duras. Los resultados validados en un cierto momento son sustituibles por otros, mayormente validables, en tiempos posteriores. Sin embargo, nada de lo que fue considerado válido en determinado momento, desaparece. Al contrario, se integra al decurso cultural, siempre enfrentado dialécticamente al binomio tradición-invocación. A partir de allí las certezas alcanzadas pueden tomar dos vías: o sirven como puntales para mayores precisiones o son rebatidas con argumentos que dan lugar a avances. Pero esto jamás ocurre desde una cúspide. No se trata de ''cumplir órdenes".
Para confirmar mi participación en el foro, un caballero de la subsecretaría (no mis invitadores) me indicó lo siguiente: mi participación debía referirse a la recreación cultural, es decir, hablar del ''tiempo libre" o del ''tiempo del ocio", términos obviamente tomados de semanarios de divulgación de todo tipo de ofertas, incluidos los masajes reductivos (o no tan reductivos) en dos revistas (una de las cuales consumo siempre) de amplia circulación. Tiempo libre en México y Guía del ocio en España. Pensé en ese momento que había una confusión radical y que incluso mis invitadores se habían echado un ''volado" conmigo.
La cultura no coincide con cualquier tipo de espectáculo, aun y cuando los espectáculos culturales estén de moda, muy principalmente, debo decirlo, por parte del Gobierno de la Ciudad de México. Existe la errónea creencia de que hay que bajar de nivel, o incluso ''vulgarizar", para así fomentar afluencia de un público numeroso que represente a todas las clases sociales. Para mí, estas consideraciones se apoyan en banalidades brumosas, como ''la psicología de los pueblos" o ''el destino de las naciones" (en el caso que nos ocupa, de la nuestra).
PD: mi ponencia correspondió al rubro ''Recreación y deporte". Se transmitió por EDUSAC. Desde aquí agradezco los comentarios, preguntas y recados recibidos por parte de los maestros que utilizaron el sistema abierto proporcionado por la Universidad Pedagógica Nacional, como agradezco la acogida de su rectora, maestra Marcela Santillán.