MARTES Ť 20 Ť MARZO Ť 2001
LA MUESTRA
Ť Carlos Bonfil
Casi nada
MUY POCO se conoce en México del cine brasileño reciente. Lo más visible son las cintas con cierto impacto internacional (Estación central o Bossa Nova). Comedias como El diccionario del amor, dramas como Medianoche. Es verdad que durante las últimas dos décadas la producción fílmica brasileña tuvo periodos largos de inactividad, y que las pocas cintas generadas tampoco lograron buena distribución internacional, ni siquiera en el mercado latinoamericano. Lo que en México se conoce de cine brasileño es muy poco o, para retomar el título que figura hoy en la Muestra, casi nada.
EL CASO del director Sergio Rezende es, al respecto, elocuente. En 1997 realiza una superproducción, Guerra de Canudos, basada en la lucha de Antonio Maciel Conselheiro, líder religioso que en 1890 combate a la nueva república laica instaurando un poder paralelo al noreste de Brasil. Los mismos hechos los relata Mario Vargas Llosa en La guerra del fin del mundo. En México esta película, celebrada como un signo de renovación del cine brasileño actual, sólo se ha transmitido en televisión por cable. Paisajes de la memoria (1996), de José Araujo, otra cinta que aborda de modo alegórico la pobreza extrema del sertón, las tierras secas al norte del país, y que fue exhibida hace tres años en el Foro de la Cineteca, tampoco tuvo distribución comercial. De esta manera, nuestra cartelera sólo retiene del cine brasileño las propuestas más comerciales, ignorando por completo un cine más experimental, de escasos recursos, a menudo filmado en blanco y negro y sin repartos prestigiosos -un cine más interesado en señalar los contrastes entre la obsesión neoliberal y la miseria generalizada.
LUEGO DE realizar la muy ambiciosa Guerra de Canudos, Rezende regresa a un cine más austero. Casi nada (Quase nada, 2000) sitúa sus tres relatos en las afueras de Río de Janeiro, en una zona medio rural no muy distante de las favelas del Orfeu, de Carlos Diegues, y toma como modelos de inspiración a Gorki, Borges y Guimaraes Rosa. La secuencia de créditos iniciales muestra panorámicas de la bahía de Ipanema y enseguida rompe con la tarjeta postal y el glamour para internarse en barrios miserables, en la cantina donde un hombre poseído por el odio y el apetito de revancha orilla a otro hombre a un desenlace funesto, por una razón muy nimia, por casi nada. Otro personaje vive angustiado por alucinaciones en las que un bandolero viene a reclamarle su vida, a la manera de un Fausto cangaceiro (episodio en la línea de Glauber Rocha y el cinema novo). Alguien más siente crecer en sí un rencor conyugal atizado por sus enfebrecidas lecturas de la Biblia. Relatos de una locura ordinaria en un filme minimalista (cuatro días para la escritura del guión, tres semanas para el rodaje), muy sugerente en sus intenciones, bastante caótico en su realización. El recurso a flash-backs alegóricos y simbolismos bastante ingenuos, le restan intensidad dramática a los relatos, en particular al último. Una película difícil, a menudo irritante, sin el vigor narrativo necesario para redondear cada episodio y volver más atractivo y perturbador el conjunto de su propuesta.