Moisés Gandhi, Chiapas, 24 de febrero
Si la unión de propósitos hace la
fuerza, el Tercer Congreso Nacional Indígena celebrado en la comunidad
purhépecha de Nurío marca un hito en los avatares del movimiento
indígena mexicano, más fuerte ahora que nunca antes en su
historia. Llegados del norte y el sur, de entre los dos oceános,
de las cumbres y faldas de incontables volcanes y montañas, de las
ciudades originarias y las ciudades a donde conduce la migración,
cerca de 3 500 delegados descubrieron y/o ratificaron cuánto tienen
en común los pueblos.
Más allá de la retórica etnicista
(herencia oblicua de la etnología, disciplina que monopolizó
la idea de "lo indígena" durante el más de medio siglo que
duró el indigenismo mexicano) y la mitificación histórica
(construida a contracorriente de la "Historia Patria" que los niega como
realidad existente y con futuro), los pueblos indígenas representados
en el congreso de Nurío dieron un paso mayor en el camino a su reconstitución
intregral como pueblos, como culturas, como lenguas vivas.
De las decenas de participaciones y ponencias presentadas
en el histórico Congreso Nacional de Nurío los primeros días
de este marzo, Ojarasca rescata líneas, expresiones, destellos
y propuestas, como uno de los muchos retratos posibles de esta reunión
de hombres y mujeres de 41 de los 56 pueblos indígenas. El evento
fue histórico por la variedad y legitimidad de las representaciones.
Muchas de las voces vertidas en las mesas del congreso fueron el resultado
de consensos a los que se llegó en reuniones estatales y regionales:
Nurío habría de ser la culminación nacional de un
proceso de discusiones locales. Un congreso de congresos.
El hecho de trabajar adecuando la secundaria de Nurío
como instantáneo centro de convenciones funcionó como un
pre congreso de todas las regiones purhépechas de Michoacán.
De la calidad de la representación en Nurío
habla la asistencia de una importante cantidad autoridades tradicionales,
ejidales, comunales y municipales, así como dirigentes de organizaciones
sociales.
Aunque hubo participaciones peticionistas, la proporción
de intervenciones relacionadas con los derechos indígenas fue mayoritaria.
Muchas de las voces vertidas daban cuenta de que se había encontrado
una correspondencia entre los problemas locales con la demanda general
de reconocimiento de la libre determinación. Las demandas se volvieron
argumentos.
El capital político del Congreso Nacional Indígena
reside en la riqueza del consenso logrado. Del pueblo purhépecha
de Zacán, en las tierras del volcán Paricutín, llegaron
las siguientes palabras, "para todos nuestros hermanos, y también
para todos los hombres que piensan como nosotros": "En la historia vemos
la maldad humana y la hemos sufrido en carne propia, ustedes y nosotros,
y no hay audiencia como el pasado para nuestras quejas que ya alcanzaron
a los viejos problemas sin ser resueltos, por no llevar el signo de pesos.
"Y no hay reposo ni para los vivos ni para los que nos
antecedieron, porque los muertos siguen gritando justicia y los vivos seguimos
mendigando de ella para nosotros y para darles descanso a ellos.
"Con todo este cargamento repetitivo de penalidades crónicas
que tanto hieren a los verdaderos dueños de este continente, estamos
aquí. Para unir hechos, no palabras, y hacernos un solo grupo y
un solo pensamiento, impulsados por los que ansían una libertad
pronta y verdadera, un reparto equitativo de la riqueza y de la justicia,
en los nuevos tiempos".
San Pablo Oxtotepec, Milpa Alta, 9 de marzo
El camino es largo, la memoria también
De la región del Totonacapan, en Veracruz, el
profesor Salomón García Malpica llegó a la Meseta
Purhépecha para exigir el reconocimiento de las lenguas indígenas
en los planes y programas de estudio de la Secretaría de Educación
Pública; la creación de radiodifusoras bilingües para
el manejo de los pueblos en todo el país. También esto fue
dicho y demandado una y otra vez en Nurío, y desde antes, y está
plasmado en los Acuerdos de San Andrés. "Rechazamos las políticas
indigenistas, porque los indígenas tenemos la capacidad de poder
llevar a cabo nuestro desarrollo".
¿Cuántas veces necesitarán los indígenas
repetir estas demandas para taladrar la sordera nacional, para existir
en la Constitución y salir del limbo en que los ha mantenido un
sistema político hipócrita y aniquilador?
De la Montaña de Guerrero y la Sierra Sur de Puebla,
los delegados indígenas de la Red Nacional de Ciudadanos y Organizaciones
por la Democracia (Renacid) vinieron a decir: "La lucha por el reconocimiento
de los derechos de los pueblos indios es la lucha de todos, por eso nadie
debe apartarse, nadie debe tomar ventaja. Estamos seguros que el Congreso
de la Unión entrará en razón y nuestros derechos serán
reconocidos, pero no vamos a comer, ni vestir, ni curarnos con autonomía.
El reconocimiento de la autonomía de los pueblos indios será
un gran paso, pero todavía el camino por recorrer para alcanzar
la justicia, la democracia y la libertad es largo y no es responsabilidad
sólo de los pueblos indios, es de todos, de los campesinos, de los
maestros, de los estudiantes, de los obreros, de todos los oprimidos y
explotados de la patria".
Un consenso sostenido en todos los espacios que confluyen
en el CNI es el reconocimiento al EZLN como, en palabra de Renacid (por
escoger alguna), "la esperanza de un mundo mejor, de todos los pueblos
indios de México". El Tercer Congreso del CNI juntó la fuerza
de las demandas nacionales y la presencia imprescindible y potenciadora
de los zapatistas chiapanecos, cuya autoridad moral y su condición
de voceros fue reiterada a lo largo de su marcha "del color de la tierra".
Un signo, entre muchos, es la cantidad de bastones de mando que los pueblos
les fueron entregando, desde el Istmo de Tehuantepec al Valle del Anáhuac.
Los amuzgos de la Costa Chica de Guerrero señalaron
la ausencia de representación de los pueblos en los tres niveles
de gobierno. Tito Santiago López y Adolfo Bautista Santiago no dejaron
de reconocer: "Los pueblos indígenas estamos divididos. Parte de
nuestros hermanos están a favor del enemigo, incluso votan por ellos
a cambio de migajas".
Otros foros estatales que convergieron en Nurío,
como el de Oaxaca y el de Jalisco, reuniron consensos, el primero, de los
16 pueblos oaxaqueños, y el segundo de los wixárikas y nahuas
de la entidad: "El tiempo de los pueblos indígenas ha llegado. Legislar
nuestros derechos es el primer paso para hacerlos cumplir", dijeron los
Kiekari Niwemama (Hijos de la Tierra) de las sierras Huichola y de Manantlán.
Este muestrario, inevitablemente breve, pero suficiente
para documentar la unidad de voces, recoge también unas frases del
Freposev-MAIZ (Frente Popular de Organizaciones del Sureste de Veracruz-Movimiento
Agrario Indígena Zapatista): "Demandamos que la nueva relación
del gobierno federal con los pueblos indios sea de la siguiente manera:
que respete a los pueblos, que sean tomados en cuenta, que se les ofrezca
más educación. El reconocimiento y respeto de los Acuerdos
de San Andrés. Que se reforme el artículo 27 Constitucional.
Que el Instituto Nacional Indigenista no siga siendo un programa del gobierno
sin la participación nuestra. El nuevo gobierno debe tener tolerancia
hacia los indígenas, debe favorecer el diálogo".
Cuautla, Morelos, 7 de marzo
Palabra de migrantes
La Asociación de Tepeuxileños Emigrados,
Iñ Cucä, conformada por cuicatecos deTepeuxila y mazatecos
de Chiquihuitán, Oaxaca, radicados en distintos puntos del país
y del extranjero, saludaron al congreso indígena de Nurío
con un documento notable en su sencillez, que se pronunció por la
participación de los pueblos indios en "la construcción de
nuevas relaciones sociales en donde participemos todos los grupos que integramos
el gran mosaico cultural llamado México".
La generosidad del documento lleva como rúbrica
el lema de Iñ Cucä: "La solidaridad con los demás es
nuestra propia defensa", y ayuda a redondear este breve recuento del espíritu
de Nurío.
"Han transcurrido siete años desde el levantamiento
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y muchos,
muchos más de la existencia de los indígenas y su reclamo
de reconocimiento y respeto a su cultura y autonomía, reclamos que
hasta ahora no forman parte del cuerpo constitucional que rige las relaciones
sociales en este país. Con este rezago histórico llegamos
al final del siglo XX y transitamos hacia un nuevo siglo y milenio, los
cuales iniciamos con nuevas figuras en el gobierno, sin embargo el trasfondo
político parece no variar en la dirección deseada por la
mayoría de la población.
"La campaña propagandística emprendida
por el gobierno federal en favor de la paz, por un lado parece un proyecto
cuyo propósito es reducir la presencia de las voces críticas
que reivindican el derecho indígena a pertenecer a la nación
mexicana, con el goce de sus plenos derechos y consabidas obligaciones
y arrebatar las banderas del EZLN, en tanto por el otro, parece empeñado
en lograr un respaldo acrítico de la población mediante la
campaña televisiva de firmar por la paz, para generar las condiciones
propicias que hagan viable la firma de una ley sobre derechos indígenas
acorde a los reclamos de los sectores más retardatarios de la política
y no conforme a los reclamos de los indígenas.
"Ante tales riesgos, elevamos nuestro reconocimiento
al EZLN, debido a que ha sabido expresar con palabras sencillas y claras
el sentir y los requerimientos de todos los pueblos indígenas y
otros sectores de la población, igualmente marginados y condenados
a vivir en condiciones de miseria y exclusión social, en tanto los
recursos naturales y la riqueza del subsuelo, en las zonas indígenas
son saqueadas y enriquecen a sectores cada vez más reducidos de
la población y al capital transnacional y por cuya defensa, los
pueblos sufren el asedio policiaco-militar y persecución.
"Es por ello necesaria la reanudación del diálogo
por una paz que signifique la posibilidad de los pueblos indígenas
de ejercer su autonomía, en una relación de articulación
y respeto de la sociedad mayor, de manera que se resuelva la situación
de Chiapas, como muestra de voluntad política del nuevo gobierno
por avanzar hacia una sociedad democrática.
"El EZLN no es el movimiento indígena sino una
de sus múltiples expresiones, y por lo mismo no debe ni puede cargar
con el peso histórico de responder por los pueblos indios, bajo
el riesgo de enfrentar la escalada represiva gubernamental en forma aislada.
"Lo anterior nos lleva a elevar a la consideración
de los presentes y ausentes, quienes nos reconocemos como indios, la siguiente
propuesta: asumamos la interlocución con la sociedad, construyamos
desde ya una propuesta de reforma política y jurídica objetiva
que nos reconozca a los indígenas, como parte integrante y en igualdad
de circunstancias con otros sectores de este país.
"No hay otra alternativa viable que el compromiso con
el diálogo y la participación autocrítica y con la
visión hacia el siglo XXI, cualquier otra mueve a desconfianza.
"Los pueblos indios somos parte de la nación y
como tales también nos corresponde emitir nuestra opinión
respecto al destino que como mexicanos deseamos, junto con los demás
sectores sociales.
"Hacemos un llamado en el sentido de que son las comunidades
indígenas quienes tenemos que discutir nuestros problemas para ponernos
de acuerdo acerca de las propuestas que habrán de llevar a la modificación
de la Constitución, estableciendo los mecanismos de representación
por medio de la cual se exprese nuestra voz, la voz de los sin voz."