jueves Ť 22 Ť marzo Ť 2001

Adolfo Sánchez Rebolledo

Las cuitas de Fox

Llevado de su natural optimismo, el presidente Vicente Fox se propuso arrasar con tradiciones y prácticas casi centenarias para cambiar al país. Creyó factible resolver "en quince minutos" el conflicto en Chiapas y dio pasos audaces para lograrlo poniendo en juego buena parte del capital político conseguido el 2 de julio. Anunció grandes planes económicos y, al fin, la reforma fiscal integral, educación, comunicaciones, programas para dotar de instantánea felicidad a millones de ciudadanos depauperados, todo al mismo tiempo y para hoy en el ánimo de inventar un nuevo país de cabo a rabo, acorde con el principio de una nueva era. Las cosas, sin embargo, no podían ser tan sencillas. El activismo presidencial, sugerido por el oráculo de las encuestas, desató enormes resistencias en el seno de la coalición que permitió sacar "al PRI de Los Pinos", como gozaba decir el entonces candidato blanquiazul. La marcha zapatista y su anunciada retirada para el viernes sirvió para calar la densidad del apoyo al Presidente en los circuitos de poder próximo al gobierno. Por lo pronto, hizo saltar antagonismos y viejas discrepancias que estaban veladas por el halo de la alternancia.

Las pugnas entre el Presidente y el ahora senador Diego Fernández de Cevallos, por ejemplo, nunca fueron secreto para nadie, pues el mismo Fox puso por escrito las insidiosas sospechas que corrían sobre la conducta política del queretano. No se podía ocultar en ellas la obvia intención de interponer distancias entre el neopanismo que reconoce a Clouthier como su padre fundador y los viejos cuadros del blanquiazul forjados en los claroscuros de la resistencia antipriísta. Diego evitó entonces que las diferencias entre ambos personajes contaminaran la exitosa campaña foxista y volvió al ruedo de la política, ahora como jefe de la fracción parlamentaria en el Senado, pero el abismo estaba allí y seguía creciendo. A 100 días del inicio de su gobierno, justo cuando termina el periodo de gracia consabido, Fox debe haber recordado esas viejas rencillas y los problemas no siempre asumidos con su propio partido. Y es que, a quererlo o no, la representación panista en el Congreso constituye hasta ahora el principal obstáculo a la política presidencial sobre Chiapas.

No se trata, como se pretende, de un conflicto de intereses entre dos poderes del Estado (que ésa es harina de otro costal), sino de un problema dentro de la misma fuerza gobernante. La autonomía del partido en el poder debería eximirlo de cierta solidaridad con el jefe de gobierno, pues, al menos para la foto, lleva puesta la misma camiseta, y en rigor ambos son corresponsables por la conducción del Estado. Más que la soberanía del Congreso, quienes dirigen esas fracciones están utilizando las formalidades de la ley reglamentaria para oponerse a la ley de la Cocopa, que es iniciativa presidencial, con la que jamás estuvieron de acuerdo, y de paso aplicarle un severo correctivo al Presidente.

La torpe discusión sobre el formato (y antes sobre las capuchas) para el diálogo con el EZLN ha sido en el fondo un velo para ocultar los profundos desacuerdos de la fracción panista con respecto a la iniciativa de reformas y el trato que el Presidente le ha dado al asunto, pero en vez de asumir una franca postura de rechazo, definiendo sus objeciones de fondo, diputados y senadores se escudan tras una farisaica defensa de las instituciones republicanas para sabotear cualquier posibilidad de entendimiento. Los parlamentarios panistas han tratado todo este tiempo al EZLN como una fuerza al margen de la ley, sin derechos reconocibles, sin aceptar, no ya la legitimidad de sus demandas, si no quieren, pero al menos que existe una Ley de Reconciliación y unos acuerdos de San Andrés que los convierten en interlocutores para lograr la paz y la reforma constitucional sobre derechos y cultura indígenas.

No cabe duda de que la relación entre el Presidente y su partido pasa por un momento de desencuentro, cuyas consecuencias no acabarán con este episodio, pues hay otras señales de advertencia contra el consenso foxista del 2 de julio. Sobresalen, como siempre, las declaraciones de guerra provenientes de los sótanos de la derecha aderezadas por los ultramontanos consejos de los empresarios, que ya comienzan a sentir nostalgia de los buenos viejos tiempos de la estabilidad priísta y se preparan para alzar las barricadas contra la reforma fiscal. Ante tantas piedras en el camino, cabe preguntarse Ƒy los amigos de Fox, qué se fizieron?

Otros tiempos

Los viejos juristas y diplomáticos mexicanos se distinguieron por saber conjugar la tersura del derecho con la defensa de la soberanía ante notables presiones y pretensiones del vecino del norte. No fue una tarea sencilla sostener la libre autodeterminación de las naciones, la de Cuba en especial, sin violentar las relaciones con la potencia estadunidense. Pero así ocurrió, exactamente. Hombres como don Manuel Tello, a quien ahora se le rinde justo homenaje en La Habana, supieron remontar con elegancia y prudencia, sin formalismos etéreos, asuntos terribles y amenazadores que, a la postre, mantuvieron en pie la legalidad y la dignidad de México. Buena lección que no debería olvidarse hoy.