JUEVES Ť 22 Ť MARZO Ť 2001

Ť El acto quedó por abajo de las expectativas de una parte del público

La Tajín 2001 se reconcilió con la zona de Totacanapan en su clausura

Ť Las gradas, casi sin diferencia de altura, dificultó a niveles graves la isóptica

RENATO RAVELO GUADALUPE LOPEZ ENVIADO Y CORRESPONSAL

El Tajin, Papantla, Ver., 21 de marzo. El espectáculo con el que clausuró la Cumbre Tajín 2001 cumplió un ciclo de reconciliación con la zona del Totanacapan.

Acto político, acto de fe, por parte del gobierno de Miguel Alemán Velasco, empeñado en sacar adelante, en el sitio arqueológico, el evento que clausura un programa de turismo alternativo: "el evento Tajín consolidará en 25 años, hace falta invertir", dijo poco antes de iniciar.
Empero, para una parte de los asistentes quedó por debajo de las expectativas del público, que pagó entre 500 y mil pesos por asistir al evento.

Un reflector recibe a los visitantes en la zona de acceso a las disminuidas gradas, cuya colocación está casi sin diferencia de nivel, toda vez que se canceló la estructura metálica, y la luz emitida por aquél dificultó a niveles graves la isóptica, como dirían los expertos.

En comparación al año anterior, esta vez no hubo fuego en antorchas que ambientara al visitante, pero sí una manita de gato espiritual, por tratarse de una tajin-6 limpia como en fila india, como de pamba.

Todo mundo dijo que eran monjes, quizá por el atuendo con capucha y el andar parsimonioso. Se fueron juntando en el escenario, mientras aún se oían murmullos de todo tipo: por las prisas en hacer el escenario apenas alcanzaron a poner las sillas, pero no las numeraciones, por las que en el acomodo privó la ley de la selva.

Hasta antes de que un policía falleciera probando a la antigüita las gradas, hasta antes de que se bajara de 60 a dos metros la gradería del público, el programa proponía un producto escénico de 12 cuadros en el que intervendría música, danza, reivindicación con la región.

A los monjes, como se les conoció, siguieron gritos en totonaca, que se supone eran los primeros en mil años de las entrañas de la tierra; a continuación la orquesta Tajín, con el coro sinfónico y una curandera, con apoyo de cuatro pantallas (de tamaño y altura inapropiados), quieren traerle al público dos referentes a Tajín y a Mictlán, al agua y la muerte.

El relato permanece inconexo, se ignora si es cronológico o si los cuadros plantean temas que se han de desarrollar en el escenario. A esto contribuye, por supuesto, en descargo de Carlos Mora, responsable de la idea y su producción, la deficiente isóptica.

Las dulzuras de los ecos totonacos arriban un poco en alivio, pero no del todo porque duran poco, las pantallas de video o los proyectores presentan extrañas irregularidades que, de considerarlos efectos visuales, terminan por parecer rayones constantes.
Un homenaje a las plumas, al maíz y al zacate, que irrumpe en escena más presencia indígena, una coreografía de Marco Antonio Silva, y la orquesta Tajín que establece un diálogo sin tema con la banda que emite las notas que parecen acompañar una boda.

El momento artísticamente más logrado sucede. No importa que no se vea. El sonido de la flauta empieza a dialogar con dos violines, así de sencillo, sobre un mismo tema, con bases ancestrales: la flauta como el primer dominio del viento, el lúdico, las cuerdas con evocaciones a tierra y agua. Sin duda lo que para algunos más valió la pena: Horacio Franco en la flauta con maestros totonacas, en los 10 minutos que debieran demostrarle a los organizadores que lo más sencillo puede ser también lo más profundo.

Para otros, es menester reconocerlo, lo fue el séptimo cuadro denominado Danza de Serpientes que originalmente iba a contener una serie de videos, y cuyo principal atractivo era que sí se podía ver a los bailarines que hacían acrobacia con unas cortinas que colgaban desde arriba del escenario.

El crescendo que musicalmente se intentó con la participación de Allan Stivell, el arpista que conquistó Tajín, dejó entrever o mejor dicho entreoír fallas en el diseño de sonido. Se supone que el coro final de 300 voces iba a provocar algo así: "Ante el potente conjuro de los sabios mayores, hiende la noche y la fisura muestra el asomo de íntimos deseos". Nah.