Júbilo en San Lázaro por el anuncio de Marcos
Ť Abucheos para los panistas Diego Fernández de Cevallos y Felipe Calderón Hinojosa
ROSA ELVIRA VARGAS
Sólo hasta que lo anunció el subcomandante Marcos el rumor alcanzó el rango de noticia.
Porque entonces ya muchos sabían que adentro, a unos metros, diez diputados habían logrado inclinar la balanza en esa dividida representación que nada tenía que ver con la otra, la que en la calle exclamaba feliz "¡duro, duro!", mientras se multiplicaban las escenas de abrazos y emocionado llanto.
Sí, los zapatistas podrán hablar en el salón de plenos debido, diría el dirigente del EZLN, a la sensibilidad de algunos legisladores pero, sobre todo, a la movilización nacional e internacional.
En la soledad del recinto legislativo, a esa misma hora, una cámara de televisión abandonada por los técnicos del canal parlamentario recogía accidentalmente ese estruendo llegado desde afuera, de la avenida Emiliano Zapata, convertida ayer en un gigantesco y único grito de euforia.
Y así, a quienes de nuevo los medios electrónicos regatearon la transmisión íntegra y en vivo de la decisiva asistencia de los zapatistas a San Lázaro, pudieron enterarse por mera casualidad de lo que ocurría en las propias barbas de unos legisladores que debieron recurrir a todas las artes de la conciliación para resolver algo que a otros les había costado nada ?deponiendo toda diferencia?, convocados sólo por la solidaridad y la lucha de la causa indígena.
La sincronía que alcanzó el debate en la tribuna de la Cámara de Diputados con el transcurrir del mitin zapatista no era apta para cardiacos.
Cuando aquello hervía y la muchedumbre acompañaba con sus reflexivos silencios los mensajes de Cándida Jiménez, mixe del Consejo Nacional Indígena, y de los comandantes Yolanda, Esther, Bulmaro, Zebedeo, David y Tacho, en el recinto otros usaban la palabra para persuadir o desalentar el voto por el punto de acuerdo que permitiría a la directiva del EZLN usar la tribuna ante las comisiones de Asuntos Indígenas y de Puntos Constitucionales.
Adentro hubo votación, afuera consignas unánimes: "¡No están solos! ¡No están solos!"
Pero en ambos lados los discursos eran dirigidos, rubricados desde el Palacio Legislativo de San Lázaro. Los de unos y otros, porque todos estaban ahí, comparecían ahí y daban ahí una pelea cuerpo a cuerpo aunque cada cual en su esquina.
Entonces, cuando ya también se sabía que un punto de acuerdo en los mismos términos había sido vencido por el panismo y un ala del PRI en el Senado, y todo mundo estaba consciente de que buena parte de lo por venir se definía ahí juntito, el sub Marcos tomó por octava vez el micrófono.
Se dirigió a los "hermanos y hermanas de la República" y a los de la ciudad de México para decir que siete veces hablaron siete voces para ratificar su lucha por democracia, libertad y justicia --lema del zapatismo-- y poner el punto final a esos siete textos leídos en forma de un largo comunicado que se emitía "desde la calle Emiliano Zapata. Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, México...".
En seguida, sin transición y para terminar con la incertidumbre de los miles que ahí lo escuchaban, Marcos refirió la comunicación que momentos antes le había llegado, y que en muy discretos acercamientos le entregó en pequeños papeles Angel Fonseca y que el sub revisó con el mismo disimulo mezclándolos entre las hojas del texto que leía antes de la intervención de cada orador.
Fue ahí cuando el grito surgió rotundo y por segundos no fue más que ese, aunque luego se hizo aplausos y coros que volvían inaudible lo que seguía diciendo el sub y que no era sino anunciar que atendería como se merece esa propuesta de diálogo, "con la misma sensibilidad que estos legisladores tuvieron a la movilización nacional e internacional" a favor del reconocimiento a los derechos y cultura indígenas, al diálogo y a la paz.
¿Cuántos fueron esta vez, esta tarde eterna a San Lazaro? Es muy difícil calcular porque el escenario es muy raro, comentaba Santiago Chávez Novaro, quien como Ramón Vera son de los avezados en estas lides, pero que esta vez, por lo estrecho del escenario, las mil y un mantas que ocultaban algunos puntos de la concurrencia, los cientos de puestos de comida, de artesanías, camisetas, aguas y demás, no atinaban a un cálculo certero, pues en las calles que confluían al centro del mitin también había mucha gente y otra más se encaramó en las azoteas, en los árboles, en los autobuses.
Y es que los momentos previos a un acto del EZLN son engañosos y, sin proponérselo, ayudan a los que buscan la imagen desangelada o de poca convocatoria con que después podrán lanzar el grito estridente de los hechos o llenar la primera plana. Pero no es así, como no lo fue en el Zócalo, en Ciudad Universitaria y aquí mismo. Eran muchísimos y nunca dejaron de llegar, no obstante que desde muchos ángulos de plano fue imposible ver a los zapatistas. Pero se les oía. Y clarito.
Y si se acercaban quienes a título individual atendieron a la convocatoria, eran más notorios quienes se movían en grupos y usaban un pañuelo, una playera, una gorra que los distinguiera y les ayudara a ubicarse de inmediato para hacer todo juntos: llegar, retirarse, caerle a los tacos de canasta, gritar las consignas, los goya y demás reivindicaciones de la procedencia: la UAM, el Poli, Chapingo, la CNTE, el STUNAM...
Hubo algunos que llegaron desde la víspera y ocuparon el espacio que tendría que ser el lugar para el mitin, pues todos sabían de antemano que aquel no sería la avenida Congreso de la Unión, la que da a la entrada principal de San Lázaro.
Toda esa acera ?desde la salida del Metro Candelaria? está ocupada desde hace por lo menos 15 días por militantes del Movimiento de los 400 Pueblos, que piden una audiencia con el presidente Fox y que reclaman cosas nada claras, pero que se muestran adaptados a su rutina de vivir bajo plásticos, cocinar en anafres y hacer largas filas para recibir el alimento de mediodía.
Y porque finalmente padecen la misma realidad, sin duda muchos de ellos habrán entendido muy bien cuando Marcos repetía, en la presentación de cada orador, "nos mintieron...", y se refería a los trabajadores del campo, a los de la ciudad, a los indígenas, a las mujeres: "siguen siendo la explotación y la desesperanza lo que el de arriba ofrece. Un gobierno, un charro, un capataz, un reloj checador son los nuevos amos. Tú, trabajador de la ciudad, escucha lo que mi voz de obrero te dice cuando pronuncia rebeldía".
Es de suponerse que a muchos se les movieron cosas por dentro, a juzgar por la cara que, terminado el mitin, lucía apoyado en una camioneta a un lado del campamento ¿de sus huestes?, el tristemente célebre Rafael Aguilar Talamantes.
"Zapatos desinfectados"
El comandante Zebedeo, a quien el sub había presentado de esa manera, puso uno de los pocos momentos de humor en los mensajes de la cruda realidad que se retrataron en cada texto. Empezó: "primero, queremos decirles que esta delegación del EZLN traemos desinfectados nuestros zapatos. Segundo, quiero darle lectura a mi palabra...".
Se iba acercando el momento de saber de respuestas. Sobre todo de aquella por la que incluso la directiva zapatista había anunciado su asistencia al Palacio Legislativo, como un acto de despedida antes de regresar a la selva chiapaneca e internarse en ella de nuevo y, de nuevo, sin nada.
Habían dicho su palabra los comandantes y luego Marcos hizo el anuncio que despertó esperanzas, pero que también, al constatar que la bancada panista se había opuesto al punto de acuerdo, giró sus baterías hacia quienes muchos identifican como los más férreos opositores a las demandas del EZLN, de los indígenas: Diego Fernández de Cevallos, Felipe Calderón Hinojosa y también a Enrique Jackson.
Para ellos, el abucheo, los carteles que los caricaturizan, la quema de un monigote que representa al líder de los senadores blanquiazules. Y también les echan en cara su actitud, les recuerdan maniobras políticas de un pasado no muy lejano.
La banda y la que no, tuvieron una tarde que de inmediato alcanzó el calificativo de histórica. No se cantó el himno zapatista esta vez y, de nuevo, nadie dio las gracias ?por lo menos públicamente? a la intérprete del lenguaje de sordomudos que acompaña desde hace muchas sesiones el andar de la directiva rebelde y que, por lo que se ve, es infatigable.
A nadie le corría prisa por desandar el camino. Había que discutir lo que vendrá.