23 Ť marzo Ť 2001

Jaime Martínez Veloz

Del basurero al cubículo de la historia

Los acontecimientos recientes nos hacen entrar en una nueva etapa de la transición mexicana y ésta toca un deslinde de hegemonías o dominio de clanes culturales, políticos y económicos.

En la respuesta de las instituciones mexicanas a su nueva realidad histórica encontramos elementos de nuestro presente. ƑQué dicen empresarios, intelectuales, campesinos, diputados y senadores, gobernantes, funcionarios... de este pedazo en la entraña de México... que ellos mismos se han ocupado de definir y ubicar en científicos --Ƒeficaces?-- indicadores de pobreza, donde los indígenas ocupan el subsuelo, el sótano de la economía?

La indiferencia de las instituciones políticas de Estado (por más "políticas" que se urdan para el sector y por más bonitos que sean los eslóganes de prosperidad, serán eso, buenas intenciones, sin un fundamento estructural) y la amnesia de la cultura, representada en dos bloques (Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín), aliadas con Televisa... felizmente han sido desenmascaradas (ni modo, cosas de la arena real: ni Black Shadow ni Mil Máscaras) y aparecen las caras desnudas del poder en los líderes de dos grupos de artistas e intelectuales que alimentan los órganos de difusión de las empresas culturales que ambos comandan.

Estos dos grupos se conformaron en la disputa por la hegemonía y los favores de los hombres de poder: el grupo del viejo Paz, indiscutible e indiscutido, y el de los impetuosos académicos-funcionarios-superasesores comandados por Aguilar Camín, carnalito del presidente Salinas y luego bien dispuesto en un sitio del banquete zedillista. Todo ello sazonado con convenios con los Azcárraga.

Todos estaban bien. Krauze había sido situado por un colega enemigo, desde las altas esferas académicas estadunidenses-mexicanas, como un "fabricante de historia", una especie de corporación hegemonizadora que se hacía partícipe del poder, que tan eruditamente presentaba al público: facturas en las dependencias estatales, flujo de ida y vuelta con Televisa (habría que saber de qué forma en los años en que se abran sus archivos históricos), y departición en la reunión democrática, crítica, participativa, que les significaba ser apapachados y besados en la frente por el Príncipe.

Una fiesta de risa loca, de venta al mayoreo y al menudeo de celebridad. ƑQuién, que no estaba en sus páginas, era digno de pertenecer al foro parnasiano? Sus eficaces revistas se volvieron un producto de lujo, inaccesible para personas comunes y corrientes, quienes las reconocen como joyas del espíritu, pero šay! inalcanzables. Ni modo, así es la arrogancia del alto conocimiento y la esbeltez espiritual.

Pero he allí que los pensadores quedan expuestos en dos acontecimientos: la copia de los cheques colosales hasta por más de 500 millones de pesos que Aguilar Camín recibió de la cuenta secreta de Salinas y la entrada de los zapatistas a la ciudad de México, cuando Krauze y coro declaran el discurso del zapatismo "contestatario, mágico y redentor", y nombra a Marcos "un iluminado y mesiánico" del que hay que preocuparse.

El caso Aguilar Camín es patético. En Nexos 270 clama que su revista está siendo perseguida, y los nuevos directores --o sea, su familia, una especie de clan biológico corporativizado-- denuncian: šuna conjura contra su marca!

En todo esto, fundamentalmente en los problemas que se han suscitado en el Congreso de la Unión, que dejaban ver que Marcos sería recibido en el Parlamento Europeo antes que en su país, se deja ver que la crítica de los valores que la inteligencia ha sostenido como característicos de México, son precisamente los de exclusión, los de la falta de compromiso real por la trascendencia y la asunción de la crítica que es deber de los intelectuales.

León Trotski habló del "basurero de la historia" para indicar dónde serían arrojados los que no comprendieran el ascenso de la revolución. No era un término afortunado, como demostró su propio caso: no fue arrojado al basurero de la historia pero sí a la exclusión y la muerte atroz.

No es coincidencia que Krauze y Aguilar Camín compartan el oficio de historiadores. Si algo comparten con Los Científicos porfiristas es precisamente su celo por el dato, la erudición, el análisis desde la altura en la que se debe situar quien escruta el pasado y discute más allá de la narración histórica el curso de las ideas sobre esa misma historia.

Y para ilustrar su caso yo no usaría la desafortunada frase de Trotski para referirse a quienes no comprendieran el movimiento y la aspiración popular de los excluidos y pobres. Más indicado sería decir que se quedaron en los cubículos de la historia... y que el pasaje hacia el corredor palaciego y la oficina de mercadeo los condujo hacia las puertas que finalmente abrieron dando la espalda a un movimiento que significa lo mejor de nuestro país.

Su prestancia académica, su mandato editorial, sus relaciones políticas, su sagacidad comercial... los situaron en el preciso y flamante sitio para ser alumbrados (que no iluminados, desgraciadamente) por el nuevo tiempo mexicano.

Krauze y Aguilar Camín se convirtieron en empresarios y comprometieron en su listura la esencia del pensamiento universal mexicano. La compra que se hizo de los intelectuales con becas, salarios y "ayuda solidaria", así como la identificación de sus intereses con Televisa, el mayor azote de los mexicanos, manifiestan ante la opinión pública la urgencia de que los intelectuales reconozcan su devaneos, digan su nombre sin los apellidos de sus padrinos y vean seriamente que estamos entrando a otra era.

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