DOMINGO Ť 25 Ť MARZO Ť 2001

Antonio Gershenson

El EZLN y el sureste

Parece claro que el avance hacia una paz concertada es una necesidad. Los puntos que se discuten sobre Chiapas deben ser resueltos. Pero eso despeja el terreno para una discusión que va más al fondo de los problemas, a las causas que originaron el levantamiento hace poco más de 7 años.

El sureste y algunas partes del país más localizadas no padecen sólo del atraso, de la marginalidad, de bajos niveles en cuanto a las estadísticas de salud, educación y otros rubros. Subsisten grupos locales de poder, a los que se identifica con el nombre de caciquismo, y que son el centro de una estructura política, económica y social que no sólo afecta a la mayoría de la población en lo económico, sino también como la principal traba para continuar, en esas regiones, la transición a la democracia. Es más, si el voto de los ciudadanos de esas partes del país no es respetado, eso afecta también al plano nacional, aunque esas limitaciones al sufragio no hayan sido suficientes para evitar la derrota del PRI en las elecciones nacionales, como tampoco pudieron impedirlo en las de Chiapas para gobernador.

Para la economía del sureste, el gobierno plantea el Programa Puebla-Panamá. De hecho, hay que distinguir la parte nacional de ese proyecto, de la relación con otros países. Es la primera parte la que tiene más que ver con el tema que estamos tratando. No sería correcto limitarse a decir que no a este planteamiento, renunciando a toda posible lucha por alternativas de avance.

Un antecedente a recordar es la lucha que se dio en Tepoztlán, Morelos, contra la instalación de un club de golf. En cuanto a sus objetivos directos, esta lucha triunfó. No hubo ni hay club de golf. Además, se dio un avance político de la población que pudo elegir a sus autoridades antes de que la ola democratizadora nacional empezara a generalizar esa posibilidad al resto del estado. Pero, en lo económico, el "triunfo" se limitó a que la gente siga igual de amolada que antes. Esto se debe a que no estaban planteadas alternativas de desarrollo. Se derrotó un modelo de crecimiento autoritario, arbitrario, sujeto al interés de unos cuantos, pero no había otro que impulsar en su lugar.

En el sureste, la simple oposición a un proyecto puede tener el mismo problema. Es muy importante centrar la discusión en el modelo de desarrollo, compatible con nuestra realidad, que se debe impulsar en el sureste. Algunos elementos que pueden contribuir a esta discusión son los siguientes:

1. La población de la región y sus organizaciones deben participar en el proyecto desde sus inicios. Sus puntos de vista deben ser tomados en cuenta en la formulación específica de los proyectos.

2. Se debe dar preferencia absoluta a la mano de obra local. No se trata sólo de lo más evidente, crear fuentes de trabajo en la región. Se trata, además, de prevenir el impacto social, el daño a la economía natural del lugar, que se ha producido siempre que se "importan" muchos trabajadores de otros lugares del país, con un poder de compra mayor que el de la población del lugar y que con sus adquisiciones distorsionan la economía del mismo: aumento de precios, creación de subempleo temporal en servicios, que lleva al abandono de la actividad agrícola o pesquera que había, miseria y desempleo al terminar las "grandes obras" y retirarse los trabajadores que participaron en la misma. También debe darse preferencia a la población local en los programas de capacitación.

3. Se deben cuidar los aspectos ambientales, especialmente los medios de vida de la población de la región de que se trate. Por ejemplo, no se justifica que, habiendo en el sureste tanto potencial hidroeléctrico y eólico, se instalen, como plantea la prospectiva de la Secretaría de Energía, plantas eléctricas de gas natural, que produzcan óxidos de nitrógeno que, con la humedad, den lugar a ácidos nitroso y nítrico y a una lluvia ácida que acabe con las cosechas y con los frutales no resistentes a la misma.

Sobre esta base, se puede crear una economía que mejore el nivel de vida, y que al mismo tiempo sepulte al caciquismo, al darle a la gente un trabajo sin necesidad del permiso del gran señor.