domingo Ť 25 Ť marzo Ť 2001

Rolando Cordera Campos

El Congreso y su hora

No se puede decir que como vino se fue, porque el EZLN sigue aquí, en la capital de la República, ahora preparándose para presentar ante las comisiones del Congreso sus puntos de vista sobre la llamada ley Cocopa. Nada más, pero nada menos.

En el Congreso de la Unión desembocó todo, pero no sólo por la astucia del presidente Fox, sino porque así tenía que ser, así había sido plan-teado desde el principio, pero los medios, las caravanas y los miedos se interpusieron y (casi) ardió Troya. La misión expresa de los viajeros chiapanecos y sus acompañantes de otras etnias y otros ámbitos, se fundieron en el Zócalo en una sola voz que reclama el reconocimiento de sus derechos y existencia como una condición sin la cual la inclusión moderna, la que promete la democracia en estreno, no será nunca una realidad y sí la fuente maligna de novedosas manipulaciones urdidas o no, pero sí usufructuadas por el poder de turno, o por el que siempre se queda tras las bambalinas, en el autoritarismo o en la libertad, en la populina cínica de los antiguos, o en el liberalismo pedante y atufado de los modernos.

No serán el Congreso pleno ni la Cámara de Diputados como tal los que reciban y escuchen a los zapatistas de hoy. Será ante las comisiones pertinentes y los legisladores que quieran agregarse a la reunión, que los representantes del EZLN expongan razones y motivos para que la iniciativa de ley sobre derechos y cultura indígenas presentada por la Cocopa se apruebe tal cual.

No hay, pues, ni Congreso doblegado ni Congreso ultrajado, como no hay, a partir del jueves, un "nuevo" Congreso que habría recuperado una dignidad perdida quién sabe donde. Sólo hay, por fortuna, unos órganos colegiados que viven y vibran, deliberan y votan y, al final de la jornada, se preparan para las que siguen. Nada más, pero también nada menos.

La sesión plenaria del jueves merece más tiempo y espacio que el que hoy se le puede dedicar. Se intercambiaron interpretaciones de la ley y de las funciones de las cámaras como no se había hecho en mucho tiempo, y se hizo gala de disposición y habilidad política y retórica. También, de empeños por darle al trabajo colegiado futuro una perspectiva que los propios legisladores le habían regateado desde 1997, cuando se inauguró la pluralidad congresal y la mayoría perdió su imagen congelada.

Dos ejemplos: "La ley no es un mazo para golpear a la gente... para cerrar oportunidades, para restringir espacios: la ley es un espacio de oportunidades... y mucho tiene de ello nuestro derecho mexicano: apertura de los espacios y nuestro derecho parlamentario permite abrir los espacios" (Felipe Calderón, Perfil de La Jornada, 23/03/01). "Desde luego el recinto juega un papel claro, establecido por la Constitución. Sin embargo, sobre el recinto rigen los legisladores. El recinto no es un espacio que nos ata, es un espacio que nos permite salvaguardar la integridad del Poder Legislativo" (Beatriz Paredes, Ibid.)

La diputada Beatriz Paredes, presidenta de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, fue en verdad más lejos, en esta tarea nunca concluida de pensar en el Congreso como organismo vivo, pero que a la vez asegura la estabilidad y la continuidad institucional: "La discusión verdadera radica en cómo en una etapa de transición se encuentran en cuestión las formas tradicionales de representación. La discusión verdadera radica en la reflexión sobre si los mecanismos de democracia representativa son suficientes con las formas establecidas para las nuevas expresiones de la sociedad mexicana...(éste) es un debate que se inicia en el país y que tiene que ver con la etapa de transformaciones profundas que está viviendo la sociedad mexicana y que están viviendo nuestras instituciones. Pero en el esfuerzo de encontrar mecanismos para que existiese una solución pacífica al problema del conflicto con el EZLN, no será la primera vez que si así lo decide esta Cámara de Diputados tome decisiones innovadoras, como fue una decisión innovadora constituir la Cocopa" (Ibidem).

Más allá de la anécdota o el discurso, esta es sin duda la hora del Congreso. Pero sólo lo será si lo entendemos como foro de la política y la flexibilidad, de la voz clara y de la toma transparente de partido o, según el caso, de partidos. No hay peor remedio para una etapa incierta y convulsa, pero también abierta y promisoria, como la que vivimos, que una rigidez jurídica impostada, voceada por improvisados y autodesignados doctores de la ley, guardianes de un orden esquivo que no entienden y que lo que reclama es imaginación más que petulancia, firmeza pero también voluntad de adaptación y cambio.

Nada de esto se riñe con los criterios rectores de la democracia representativa, salvo que se la quiera identificar con un recinto sin luz, donde sólo manden el código y sus hermeneutas solemnes, explotadores de unos arcanos más propios del Mago de Oz que de este país plebeyo que parece haber retomado algo de lo mejor de sus tradiciones... antes de que le reescriban de nuevo su historia patria.