DOMINGO Ť 25 Ť MARZO Ť 2001
José Antonio rojas Nieto
ƑQué vamos a hacer?
Este año 2001 nuestro consumo final de energía (residencial, comercial, público, transporte, agropecuario e industrial para iluminación, calor, refrigeración, bombeo de aguas potables y negras, transporte, y demás formas útiles de energía) alcanzará un impresionante volumen equivalente a 2 millones de barriles diarios de crudo. Si a éste sumamos la energía que se utiliza en la petroquímica y en otros sectores del uso no energético; y la que consume el propio sector energético para poner a disposición de la sociedad la energía finalmente consumida, los 2 millones de barriles aumentan a 3.
Bueno, pues esta energía tiene dos características muy particulares que poco o nada reflexionamos socialmente, a pesar de que son ampliamente sabidas. La primera -muy delicada- es que la mayoría de esa energía proviene de fuentes no renovables; y la segunda -tanto o más delicada que la anterior- es que la mayoría de esas fuentes contaminan y mucho.
Apenas menos de 10 por ciento de esa energía corresponde a fuentes renovables: agua, viento, sol; el resto a fuentes exhaustibles, es decir, que se agotan, que se acaban, se terminan. Pero, además, prácticamente todas las formas de consumo contaminan el ambiente, sobre todo los recursos fósiles, fuente permanente de azufre y sus compuestos altamente contaminantes y de óxidos nitrogenosos, similarmente contaminantes.
ƑQué hacemos frente a ello? ƑQué, verdaderamente, hacemos para modificar, paulatinamente -sin duda- pero de forma irreversible, un patrón de energía sustentado en fuentes no renovables y contaminantes, cuyo componente principal, por cierto, tenemos que vender al exterior so riesgo -aberrante, por lo demás- de no disponer de algo más de recursos fiscales para algunas necesidades básicas, dado que poco se paga de impuestos y los pocos que se pagan sirven para una dramática deuda de la que ya poco se habla y que, como bien aseguró Alejandro Nadal hace unos días en La Jornada, sigue sin dejarnos vivir. ƑQué hacemos, qué haremos para alterar de raíz nuestro patrón energético altamente exhaustible y contaminante?
La forma absurda y miope con que se ha conducido la discusión del horario de verano muestra la carencia de visión de tirios y troyanos para dar perspectiva y nivel al debate de un delicado asunto en el que si bien es cierto que no se puede negar la pertinencia de aclarar la controversia constitucional, dar razón de su validez técnica y garantizar un incontrovertido, pero bien informado respaldo social, más cierto es que debiera vincularse -si se demuestra su pertinencia- a una perspectiva estratégica de creciente disposición y utilización racionales de combustibles y electricidad, en la que ninguna medida solvente y válida debiera ser desaprovechada.
Y en la espera inconclusa de esa determinación social por adoptar esta perspectiva y encaminarnos, poco a poco si se quiere, pero irreversiblemente, hacia un patrón energético más responsable y limpio -que en el caso nuestro obliga a una realidad fiscal diferente- en el marco de esa espera, sí, surge la iniciativa estadunidense de integración energética continental, que nos obliga a pensar en serio qué vamos a hacer ya no sólo frente al absurdo de nuestro dispendioso patrón energético, sino frente a una creciente presión para que abramos nuestro subsuelo a la exploración por parte de compañías extranjeras; produzcamos más petróleo y más gas natural, incluso con ayuda externa; exportemos volúmenes crecientes de crudo; permitamos que compañías también extranjeras abran gasoductos por todo México y desarrollen redes locales de distribución en nuestras ciudades y zonas industriales; nos asociemos con refinadoras externas para producir más gasolina y más gas licuado; ofrezcamos apoyo al abasto -así sea limitado- de electricidad a California; abramos definitivamente nuestra industria eléctrica a la competencia e impulsemos un mercado de energía eléctrica. Todo esto por sólo señalar algunas de las aspiraciones que el presidente Bush nos formula hoy, como acaso antes ya lo habían esbozado Clinton y Bush padre, a quienes nos tocó vivir ya no sólo el fracaso de la desregulación eléctrica en California, sino la más violenta volatilidad del precio del gas natural y su más severa revaluación frente al crudo y el carbón; y la creciente pérdida de capacidad de producción de petróleo, que obliga a nuestros vecinos a reformular -ellos sí que lo quieren hacer en su provecho-, su política para los próximos 20 o 30 o acaso más años. ƑLos vamos a seguir así nomás porque sí?
En México ya hay muchos asuntos energéticos delicados que generan gran preocupación social: precio de gas natural y gas licuado, subsidio eléctrico o insuficiencia de gasolinas, sin mencionar el mismo del horario de verano. Todos, finalmente, expresan la complejidad de una realidad - la de los combustibles y la electricidad- que exige ser abordada con renovada visión y perspectiva, para que las decisiones de hoy no retrasen el tránsito, irrenunciable e ineludible, hacia un nuevo esquema, un nuevo patrón y una nueva práctica social en este asunto delicado de combustibles y electricidad. Y esto sin pérdida de soberanía. Por eso, frente a todo esto y frente a la ofensiva estadunidense, Ƒqué es lo que realmente queremos y podemos hacer?