DOMINGO Ť 25 Ť MARZO Ť 2001
Angeles González Gamio
Porta Coeli
Los dominicos, orden de predicadores, tuvieron siempre como una de sus principales preocupaciones para la formación de los religiosos, la creación de organismos colegiados a los cuales asistieran para seguir --entre otros-- los cursos de filosofía, gramática y teología. Uno de ellos fue el colegio de Santo Domingo de Porta Coeli, fundado en 1603 a un costado de la antigua Plaza del Volador. La primera construcción se hizo aprovechando unas casas que les donó doña Isabel de Luján, nieta del último gobernador de la Nueva España, antes de que llegara el primer virrey.
Al poco tiempo tuvieron la necesidad de ampliarse por la gran demanda de jóvenes que deseaban ingresar, para lo cual adquirieron unos terrenos adjuntos, en la cantidad de 12 mil 800 pesos. Allí edificaron también un templo, que se dedicó en 1711; la fachada barroca la modificó el arquitecto Luis Anzorena en 1891, para ponerla a la moda del estilo neoclásico. El arco de ingreso es de medio punto flanqueado por pares de pilastras que sostienen un entablamento. Sobre éste, un frontón triangular roto en el centro, permite alojar la ventana del coro. Destaca un gran escudo con una cartela que reza: "Terribilis est locus iste. Domus Dei est, et Porta Coeli", aludiendo a un pasaje del antiguo Testamento. En este colegio estudio el insigne fray Servando Teresa de Mier, personaje destacado en las luchas liberales de la República.
Tras la aplicación de las leyes de exclaustración, sólo se salvó el templo, cuyo interior ha sido muy modificado. Se sustituyeron los altares originales y la antigua cátedra en donde los religiosos sustentaban actos y conclusiones públicas. Los muros se decoraron con escenas bíblicas a la manera bizantina, realizados en 1871, por Manuel Pérez Paredes, lo que le imprime un aire oriental, expresión de los libaneses del rumbo.
Aquí se originó la leyenda del Señor del Veneno, Cristo negro que ahora se encuentra en la Catedral Metropolitana, en donde es muy venerado. Se cuenta que en el colegio de Porta Coeli vivía retirado un obispo que tenía un feroz enemigo; éste, sabedor de que el religioso cotidianamente acostumbraba besar los pies del crucifijo como acto de devoción, les puso subrepticiamente un poderoso veneno, pero sucedió que al acercar los labios el piadoso obispo, el Cristo comenzó a retraer las piernas y poco a poco se fue volviendo negro, se dice que como efecto de absorber la droga letal.
Otra anécdota curiosa de Porta Coeli, es que cuando se fundó el colegio, se puso como condición que quedara un callejón de por medio con el vecino convento de Balvanera, que era de monjas, por aquello del "decoro social".
Si sus muros hablaran seguro tendrían mucho que contar, pues justo enfrente, en la plaza del Mercado del Volador -que por cierto se edificó para instalar a los vendedores ambulantes- se levantó en 1649 el tablado para la celebración del auto de fe más grande y solemne que se recuerde en la historia de la Inquisición de la Nueva España. Entre los reos que fueron calcinados en la hoguera, se encontraba el célebre judío Tomás Treviño de Sobremonte, quien fiel a sus convicciones prefirió ser quemado que retractarse de su fe.
Tras la visita a Porta Coeli y para no perder el espíritu oriental, hay que darse un festín libanés en alguno de los restaurantes del rumbo, que se encuentran a tiro de piedra: en República del Salvador 146 y 158, respectivamente, están el Emir y El Líbano. En Venustiano Carranza 148, misma calle de Porta Coeli, aparece El Edén, y en Mesones 171 el hermoso Al Andaluz, con sus patiecitos y soleadas terrazas. En todos, ya sabe: rico kepe, hojas de parra rellenas, jocoque, garbanza, alambres de cordero o de chorizo oriental y el remate inigualable del fuerte café acompañando los pastelillos árabes, šinigualables!