DOMINGO Ť 25 Ť MARZO Ť 2001

Bárbara Jacobs

Hora de despertar

El problema de fondo de los empleos ideales que acaricio consiste en que el empleado no es ideal, sino que soy yo. No voy a salir preguntando ahora quién soy yo; pero sí confesando que en el mismo fondo no veo a nadie: o veo, sí, a alguien; pero no lo reconozco como a alguien al que conociera, mucho menos, a fondo. Es que al llegar a un punto como éste, y una vez pasados los cincuenta años, no resulta gracioso admitir que a quien uno ve y no reconoce es uno mismo, pero cuando era otro: o es uno mismo, si hubiera sido el que iba a ser.

ƑQuién iba a ser y según qué dictámenes? De pronto apareció una señal en uno de los caminos y la seguí. Podía haber seguido otras; tres, cuatro. Lo cierto es que el empleo ideal cae como anillo al dedo a un yo que a ratos es, y que a ratos no es, el mismo, es decir, el que lo concibe como empleo ideal. Son dos, los empleos más recurrentes de mi imaginación. En uno de ellos, el soñador en mí es aceptado como chofer de una millonaria que no hace otra cosa que una larga visita diariamente, de cuatro o cinco horas cada mañana, a gente o tiendas o cines o museos o cafés.

La conduzco; y, mientras la espero, leo sin interrupción en el automóvil perfecto. Pero me pregunto, Ƒes eso lo que quiero, leer? ƑQuién o qué me aseguraría que semejante actividad me cuadrara? ƑPara qué? ƑNo hubo en mí una yo que quiso ser, por ejemplo, bailarina? ƑEn dónde está? Dejar morir, Ƒno equivale a asesinar? šSoy asesina! Maté a una yo. ƑSolamente a una?

Al principio de la carretera había un poste con más de dos señales, cada una de éstas apuntando hacia una dirección diferente pero tan específica como cualquiera de las otras. En uno mismo sólo vive uno mismo, y es de sabios no querer enterarse de quiénes son los que viven en los otros sí mismos. Sólo que uno mismo puede ser más de uno, y, Ƒcómo estar seguros de que el que está despierto, o yendo y viniendo, sea el mejor del conjunto? En un sueño, yo era tres: Dormíamos en una acogedora bodega en desorden. Una yo, bocabajo. Un hombre despertaba a ésta rozando con las suyas las yemas de sus dedos y, una vez despertada, alzándole la cara por la barbilla, con el hueco de sus manos, y arqueándole la cabeza. "Despierta; es hora", le decía. Creo que esta yo no estaba despierta por completo; pues en ningún momento preguntó al hombre para qué la despertaba, ni de qué era de lo que era hora. Despierta; es hora. ƑPor qué el hombre -bueno, antes: ƑQuién era el hombre?-; por qué el hombre no despertó a las demás yoes mías?

Sea como fuere, el otro empleo ideal es más sospechoso de cuadrar a la yo que lo desea. Quiero leer Alicia en el país de las maravillas a grupos de niños que, durante la lectura, un capítulo al día, con promesa de relectura, y de relecturas, de principio a fin, para volver a empezar, todo el año, unos cuantos años; a grupos reducidos de pequeños, nunca mayores de once años, que, mientras les leo, me escalen, se mezan de mis ramas o se recuesten en mí y hagan su nido en donde se acomoden. Este empleo es de los más nuevos con que he soñado. Dejé de soñar en el de convertirme en archivista de un presidio o de un psiquiátrico porque, lo confieso, la tentación de leer los casos y hasta de retocarlos en lugar de limitarme a archivarlos era más fuerte.

Pero qué persistencia. Tres empleos ideales, y tres situaciones para cumplir un único deseo insatisfecho. Leer, leer sin interrupción. Parecería que el empeño hablara de una yo genuinamente avocada a una sola tarea, la lectura. Ya se preguntó para qué quiere leer; Ƒya no quiere bailar, en pisos de duelas, rodeada de espejos? La seguridad de una barra de la cual detenerse no es una ventaja en la vida que se descarte fácilmente. En un estudio de danza los espejos te reflejan de cuerpo entero, de frente, de uno u otro costado, por atrás. Debes buscarte en ellos constantemente; checar y afinar tus posiciones y tus posturas. ƑTe ves? Ƒte reconoces? ƑCuál eres? ƑQuién eres?