Ť Tocaron algo de lo mejor de su repertorio con la intención de agradar a la raza
Los Lobos aullaron e hicieron sonar el chicano power en el Teatro Blanquita
JUAN JOSE OLIVARES
Y la manada de lobos aulló la noche del viernes en el Teatro Blanquita bajo la influencia musical de todo el chicano power de la banda del Este de Los Angeles: Los Lobos.
César Rosas, Conrad Lozano, Louie Pérez, David Hidalgo and teamates, se mostraron como unos verdaderos maestros. Todos le pegan a todos los instrumentos, manejados a su antojo para interpretar algunas de las mejores rolas de su vasto repertorio. Desde sones veracruzanos y huastecos, hasta el rocanrol y blues más intensos. Lo que sí fue triste: la poca asistencia del público. Ni medio teatro. Bueno, eso fue en la primera función de dos que otorgaron en ese inmueble. "Es que ya tenemos ganas de tocar en México... En donde sea", comentó a La Jornada César Rosas en entrevista pasada.
Que lloren las cuerdas
Sin embargo, los rucos Lobos se entregaron. Se notaba el deseo de agradar "a la raza". Comenzaron, como se mencionó, con tres sones, entre los que destacaron la rola de la ya famosa tonada: "cola, cola, cola y Nicolá...". hecho que prendió la mexicanidad de los presentes.
Uno que otro guarro, perdido en el teatro gritaba: "¡Quiero La bamba!" y "¡Toquen blues!". Lo complacieron. Cambiaron el guitarrón, la guitarra y el charango, por los instrumentos eléctricos, y los guitarrazos macizos se escucharon para regalar su rocanrol mestizo y esencial. Del barrio y, "¡guacha, ese!".
David y César se intercambiaban la voz principal, así como los requintos ácidos y penetrantes. Se aventaban Come on, let's go, de Richie Valens, que por cierto interpretaron en la película La bamba. Decía David: "Ese César, que lloren las cuerdas".
Tocan una rola romántica de su último disco y la mezclan sin dificultad con la dulce Waiting in vane, de Bob Marley.
Para calentar más los ánimos y darse a querer se reventaron una cumbiamba, que hizo que algunas parejas se pusieran a danzar. Y el grupo seguía gritando: "¡Para la raza, para los mexicas, para Chiconcuac!". Y se escuchaba Carabina 30-30, y los gritos del corrido penetraban en la sangre de los asistentes, cuarentones en su mayoría.
Más rolas y la esperada por muchos: Anselma, presentada con la fluidez de un ranchero, pero con la potencia de un rocanrolero. Igual que Volver, volver, un himno a la decepción amorosa.
Seguían los diálogos entre las liras, los bajos, la bataca, el acordeón, y Los Lobos aullando sin parar. César se escondía en un rincón pero su lira no dejaba de chillar.
Más y más , y anunciaban la despedida con la que no podía faltar: La bamba, en versión extra larga. Pero no fue todo. Se retiraron e hicieron encore con otra ruidosa rola que dejó satisfechos a quienes de seguro, los volvieron a escuchar ayer sábado, en el Zócalo capitalino. Sin duda, Los Lobos seguirán aullando en el ambiente musical.