Ť Danzón en el Zócalo por el 17 Festival del Centro Histórico
Emergieron las emociones a flor de piel
Eran las ocho en punto, y en la plancha del Zócalo ya se podía escuchar el estruendo de las voces ansiosas de comenzar con el dancing club. Los sonidos del recuerdo fluyeron como olas de mar acariciando el oído de quienes con singular emoción asistieron para escuchar al grupo de danzón con más tradición en México: La Danzonera de Felipe Urbán, acompañando al Angel Negro de la voz de terciopelo, Armando Garzón, el mejor cantante solista de Santiago de Cuba.
En la noche del viernes, y el escenario para albergar al salón de baile más grande de la ciudad, ya estaba repleto. De techo: el manto de un cielo azul profundo, y de testigos, cuatro paredes majestuosas: la Catedral Metropolitana, Palacio Nacional, el Palacio del Antiguo Ayuntamiento y los Arcos que albergan al Gran Hotel de la Ciudad de México. Al el centro de la pista, el águila de los tres colores que también bailaba con ritmo cadencioso.
Ni el fuerte viento que soplaba ?y que de repente hacía titiritar de frío a la voz de terciopelo? lograron que el calor emanara de todos esos cuerpos que se juntaban unos con otros, con tal de estar lo más cerquita posible para escuchar las notas que evocaran aquel amor perdido, o aquel recuerdo inolvidable de cuando éramos más jóvenes.
La plancha del Zócalo también bailó. Miles de parejitas tomadas de la mano fueron a recordar viejos tiempos, o chavos que también saben reconocer la buena música y se hicieron acompañar de sus novias o de sus cuates se hicieron presentes, sin el mayor preámbulo que el estar ahí simplemente. No faltó la presencia de las féminas apasionadas que no dejaron de gritar o aventar besos, inspiradas por la suave y aterciopelada voz de Garzón.
(ANGELICA RUIZ/ TODOCULTURA)