Marcela
Sánchez
El
cielo en la tierra
En 1906, Ida Hofman y Herny Oedenkoven, fundadores de Monte Verità, afirmaron que ante el hecho de que las relaciones humanas están dominadas por el egoísmo, la apariencia, el lujo y la mentira, era necesario cambiar nuestras vidas por una forma más natural y saludable de existencia. Por esta razón fundaron Monte Verità en el Ticino, corazón italiano de los Alpes Suizos. Muy pronto los intelectuales europeos se mostraron interesados por el proyecto y le dieron su apoyo. En este ensayo lleno de admiración por el pensamiento utópico, Marcela Sánchez registra, entre otros seguidores de Monte Verità, a Jung, Eliade, Otto, Hesse, Kropotkin, Gross, Steiner, Arp, Joyce, Rilke, Mann, Frisch, Klee,Brecht, Stefan George, Duncan y muchos vegetarianos, nudistas, teósofos, anarquistas, literatos y utopistas llenos de candor y de verdad.
Nacidos en una realidad donde las relaciones
humanas están dominadas por el egoísmo,
el lujo, la apariencia y la mentira, conscientes
de esa condición
a través de las enfermedades del cuerpo
y del espíritu que nos aquejan,
hemos decidido cambiar nuestras vidas por
una forma más natural
y saludable de existencia.
La verdad, la libertad de pensamiento y acción
acompañarán
nuestras aspiraciones como constantes puntos
de referencia.
Ida Hofman y Henry Oedenkoven,
fundadores de Monte Verità, 1906
Cuando le preguntaban al médico anarquista Raphael Friedeberg cómo estaba su mujer, la teósofa Emy Lenz, respondía sarcástico: Organizando un sindicato teosófico.
En 1900, bajo el entorno histórico y filosófico de la Europa de preguerra, aparece la singular historia de la realización de una utopía que tomó el nombre de Monte Verità. Singular no sólo por su alcance sino por la radicalidad de sus propuestas iniciales, por la atracción que ejerció sobre innumerables artistas y pensadores, incluso porque preparó el terreno para la creación del Círculo de Eranos, el cual tuvo entre sus exponentes a Carl G. Jung, Rudolf Otto, Karl Kerenyi, Joseph Campbell, Mircea Eliade, Gilbert Durand, Gershom Scholem, Henry Corbin y Gerardus van der Leeuw.
En la región sur de los Alpes suizos, el Ticino, se localizan varios lagos de la Suiza italiana, entre ellos el Lago Maggiore, imponente por su extensión y por hallarse enclavado en el corazón de los Alpes. Llegar a los pueblos cercanos al lago es como arribar a una especie de oasis tropical en medio de un paisaje alpino que se refleja con sus grandes picos sobre la superficie acerada de los lagos. En el siglo xix, varios poblados de pescadores se establecieron a su alrededor, entre ellos la comunidad de Ascona. La región está dotada de un clima subtropical muy distinto de las temperaturas extremosas del resto de Suiza. La riqueza mineral es enorme y le otorga al lugar un magnetismo tan especial que propició el surgimiento de innumerables leyendas. La zona adquirió un prestigio paradisiaco, casi mágico. Pronto comenzó a recibir en su seno a refugiados políticos y pensadores que huían de la atribulada vida de las grandes ciudades europeas. La tradición de la neutralidad suiza ante los conflictos del resto de Europa era bien conocida.
El fin del idealismo alemán, el surgimiento del materialismo, el pensamiento de Nietzsche y las teorías de Freud parecían unirse en una lucha contra la filosofía positiva que tomaba fuerza con la industrialización: orden y progreso, unidos a la primacía de la ciencia. Por otro lado, el anarquismo había anclado en Ascona desde que en 1869 el célebre anarquista ruso Mijail Bakunin llegó a residir en el lugar como refugiado político. Poco después, en 1889, arribaron otros refugiados con proyectos muy distintos, como el de fundar un convento laico con el nombre Fraternitás, por iniciativa de los teósofos Alfredo Pioda y Franz Hartmann, justamente en la montaña de Ascona que más tarde recibiría el nombre de Monte Verità.
En noviembre de 1900, Ida Hofmann, Henry Oedenkoven, Gustav Gräser, Lotte Hattemer, Karl Gräser y Jenny Hofmann deciden aventurarse en la creación de una comunidad autárquica que los alejara de la civilización. La llamaron Cooperativa Vegetariana Monte Verità. Eligieron Ascona porque habían observado que en el lugar habitaban grupos aislados que vivían en reclusión. El grupo estaba inconforme con el rumbo que la sociedades occidentales habían tomado. Decidieron entonces adoptar la llamada tercera vía, conocida en Alemania como Lebensreform o reforma de vida, la cual tenía como antecedente el pensamiento reformista de Eduard Bernstein. Muchos jóvenes de la burguesía europea que no deseaban cambios profundos en la economía se sintieron atraídos por este proyecto. Tal fue el caso de la pareja formada por Ida Hofmann y Henry Oedenkoven, una maestra de piano y un joven heredero. También las ideas de Karl Gräser influyeron en el grupo. Gräser proponía que la reforma de vida se sustentara en el Emile de Juan Jacobo Rousseau y en la idea de Tolstoi de que el hombre debe vivir apegado a los dictámenes de su conciencia. El hermano de Karl, el poeta y pintor Gustav Gräser, de veintiún años, junto con la hermana de Ida, Jenny, fueron dos de los personajes más radicales del grupo. Gustav había pertenecido a varios círculos bohemios de Alemania. Más tarde, Hermann Hesse se convertiría en su discípulo.
La comunidad basó la reforma de vida en una dieta vegetariana estricta, la práctica del nudismo a la intemperie, el amor libre, formas de vida simple y natural, así como la reforma del vestido y de la escritura. Se trataba de una propuesta antiurbana, una especie de contra-mundo que buscaba volver a la naturaleza.
En el núcleo del diseño utópico de Monte Verità y su proyecto de vida comunitaria se dio la búsqueda de una pureza espiritual, del mismo modo en que Rousseau veía en el retorno a la naturaleza un reencuentro con lo sagrado y con toda forma de bondad y felicidad. Era necesario renunciar a cualquier relación con el mundo civilizado. Para ello parecía indispensable la creación de un hábitat natural, renunciar al vestido, al sostén o al corsé, y a cambio usar túnicas sencillas de lino, camisas anchas, pantalones semicortos y sandalias (otros llevarían los pies desnudos). La vida comunitaria, un régimen de vida natural y los movimientos mutualistas se convirtieron en una triada indisoluble.
Ida y Henry veían el uso del capital para iniciar Monte Verità como un mero instrumento, con la idea de que las siguientes generaciones pudieran proveerse sólo de la naturaleza. En apenas un año los fundadores construyeron con sus manos cabañas de luz y aire a base de madera, piedra y cal, trabajando entre once y trece horas diarias, vestidos con simples túnicas o desnudos. Labraron la tierra con azadones, sembraron jardines, plantaron árboles frutales y cultivaron viñedos. Asimismo, introdujeron tuberías de agua y electricidad con la ayuda de trabajadores locales. Hoy en día aún se pueden ver en el lugar algunas de estas rústicas cabañas: Casa Selma, Casa Aida y la famosa Casa dei Russi, donde, en 1905, habitaron varios estudiantes rusos y que sirvió de alojamiento a Lenin, Trotsky y Kropotkin.
Ida Hofmann y Henry Oedenkoven pensaban que la autoconciencia bastaría para crear una comunidad libre y capaz de conservar la armonía. Sin embargo, la confluencia de pensamientos tan heterogéneos como el anarquismo, el teosofismo y el naturismo, aunque alcanzó puntos de encuentro, acabó por provocar enfrentamientos insoslayables. Al inicio, parecía que las divergencias giraban en torno a cuestiones meramente prácticas, como renunciar o no al uso de electricidad o de calentadores. Sin embargo, para los radicales hermanos Gräser asuntos como éste tenían un significado decisivo en el proyecto de alcanzar un verdadero cambio de vida. Para los Gräser, Ida y Henry contravenían los principios de la comunidad al aprovechar las riquezas derivadas del capitalismo, mientras afirmaban que este sistema era el causante de los males de la sociedad.
Con toda su ingenuidad, el proyecto era asombroso por su arrojo y convicción. Es fácil imaginar que para los anarquistas la práctica vegetariana resultaba insulsa y absurda. En sus memorias, el anarquista Erich Müsham recuerda: Después de haber trabajado toda la mañana en la construcción y sólo haber comido un durazno y una manzana, yo desfallecía y tomé un descanso. Henry Oedenkoven me reclamó que no continuara trabajando como los demás; nos enfrentamos y él me gritó: Te puedes ir, no perdemos nada contigo. Así que me fui al centro de Ascona y pedí un gran bistec y una copa de vino que disfruté como nunca.
Los primeros años de Monte Verità, hasta 1905, fueron los más radicales. Con el tiempo se agravaron los problemas financieros y la división entre los miembros se acentuó. Para entonces, el lugar era habitado de manera regular por cuarenta personas. Ida y Henry optaron por comercializar la Casa de Cura, que hasta entonces había funcionado sólo para los residentes. La transformaron en un sanatorio privado con servicio abierto al público. Esta decisión fue el punto culminante del desencuentro. Para los anarquistas, Monte Verità se había convertido en el experimento aislado de algunos excéntricos burgueses en busca de la tercera vía. El grupo de teósofos y naturistas prevaleció y aunque varios anarquistas abandonaron el proyecto no dejaron de influir en su proceso.
En 1905 se construyeron las casas más grandes
y el sanatorio vegetariano, que fue bautizado como Sociedad Vegetariana
de Monte Verità. La Casa Centrale se convirtió en el centro
de reunión de toda la comunidad y del sanatorio; contaba con comedor,
sala de música, cuarto de juegos, así como espacios con sol
y aire para las curas naturales. La Casa Annatta fue construida a partir
del concepto teosófico de casa-alma; conservada hasta hoy, en
el exterior es un claro paralelepípedo
terminado en ángulos rectos en madera; por dentro, las formas orgánicas
y ondulantes armonizan con los ángulos redondeados de techos, puertas
y ventanas.
Un legendario personaje de Monte Verità fue el médico anarquista doctor Raphael Friedeberg, quien a partir de 1905 atrajo a la colonia a otros anarquistas. Había sido militante del Partido Socialdemócrata Alemán. Friedeberg pensó en Ascona como el lugar ideal para crear una comunidad anarco-reformista basada en un concepto creado por él mismo: el psiquismo histórico. Éste postulaba que la liberación del individuo podía darse a partir de una educación no constrictiva, libre del dogmatismo sociorreligioso de la burguesía. Friedeberg pudo desarrollar la medicina natural durante treinta y cinco años, mientras se daba la polémica con la medicina científica en auge. Otros anarquistas ligados a Monte Verità fueron Erich Müsham, Fritz Brupbacher, Kropotkin, Ernst Frick, el bohemio psicoanalista Johanes Nöhl y el psicoanalista austriaco Otto Gross, quien buscó fundar en Monte Verità un matriarcado naturalista y comunista.
Erich Müsham se convirtió en un crítico férreo de la comunidad. Para él había una terrible contradicción en el intento de crear una colonia autárquica inspirada en principios comunistas. Al observar la convivencia en el grupo, les advertía: Todas las colonias comunistas que no sostengan una orientación revolucionaria socialista terminarán en el fracaso, sobre todo cuando los lazos que unen a sus participantes son tan insignificantes como lo son los principios vegetarianos.
Para 1909, Monte Verità contaba con cerca de doscientos residentes y un número similar de opiniones. La mayoría eran seguidores del teosofismo, mientras que una parte minoritaria se afiliaba al antroposofismo de Rudolf Steiner. Aun cuando Ida y Henry no fueron teosóficos, sí compartieron el interés por la mitología y el reencuentro con las religiones orientales, sobre todo el hinduismo y el budismo. La creación en 1910 de la Escuela de la Nueva Vida, dirigida por Rudolf von Laban y su ayudante Mary Wigman, trajo a Monte Verità una etapa de ebullición artística; la escuela era lo más cercano a la idea de la reforma del cuerpo y del espíritu que impulsaba Ida Hofmann. En estos años el dadaísmo se hizo presente en el lugar, con la llegada de Hans Arp y su mujer Sophie Taeureb.
Los habitantes de Ascona dieron a los monteveritanos el mote de balabiott, que significa baila desnudo. Algunos viejos lugareños recuerdan: Aquellos nórdicos (alemanes, suizo-alemanes, holandeses e ingleses) hacían fiestas en las que durante noches enteras bailaban desnudos una especie de danza árabe. Acercarse a Monte Verità estaba prohibido para los niños asconenses; aquel lugar, de acuerdo con los mayores, era de locos, endemoniados, monstruos, seres sucios que vivían en pequeñas cabañas como conejos. Señaladas con mayor recelo que los hombres, las mujeres recibieron todo tipo de apodos: la Endemoniada, la Puta, la Cabra Negra, la Impúdica. El municipio prohibió circular por Ascona con minifalda, así que los balabiott bajaban al pueblo con largas túnicas atadas a la cintura, y cuando no había nadie a su alrededor las desataban dejando a la vista las piernas y el torso.
El periodo expresionista
No es difícil suponer que fueron las crisis financieras y las rupturas entre los moradores las que llevaron a Ida Hofman y Henry Oedenkoven a abandonar el proyecto. En 1920 decidieron viajar a Brasil. Vendieron la propiedad a un triunvirato formado por los pintores Hugo Wilkens, Max Bethke y Werner Ackerman. Permanecieron en el lugar muchos artistas, entre ellos Hans Arp y su mujer Sophie. Otros dadaístas llegaron al lugar: Hans Ball, Hans Richter y Richard Hülsenbeck. En 1924, los nuevos dueños reinauguraron Monte Verità con una gran fiesta que duró más de media semana. El principio del vegetarianismo fue abandonado como norma; los veritenses pudieron deleitarse con platillos exquisitos, tomar champagne y andar desnudos por los jardines. A esta nueva etapa que postuló un arte dinámico se le conoció como el periodo expresionista. Durante dos años el lugar ofreció múltiples exhibiciones de arte, teatro, danza y música con un sentido carnavalesco.
La era del Barón von der Heydt
De nuevo en crisis financiera, en 1926 Monte Verità fue adquirido por el barón Eduard von der Heydt, banquero, coleccionista y mecenas. El centro naturista pasó a la época del gran capital. Connotados arquitectos del Bauhaus transformaron el sanatorio en el hotel que hasta la fecha funciona en el sitio. Monte Verità se convirtió en el templo de las colecciones de arte oriental y occidental del barón. La práctica del nudismo no fue abandonada hasta la donación del lugar al Cantón Ticino, tras la muerte del barón en 1964.
Monte Verità se convirtió en un espacio de sincretismo religioso que años después fructificó en el Círculo de Eranos, centro de estudios mitológicos fundado por la holandesa Olga Fröbe-Kapteyn, teósofa cercana a Annie Besant y al hindú Krishnamurti. Fröbe-Kapteyn llegó por primera vez a Monte Verità en 1924. Aquí nació su interés por el estudio de las religiones orientales. Entabló amistad con el mitólogo Rudolf Otto, con quien se propuso la tarea de analizar las religiones de Oriente y Occidente. Para ello, a partir de 1926 organizaron congresos anuales al pie de Monte Verità, a los que invitaron a renombrados estudiosos de las religiones. En 1933, el psicoanalista C.G.Jung fue invitado a participar; su colaboración se extendió hasta 1951. Gracias a estos congresos, Jung reafirmó su búsqueda de los arquetipos y de las estructuras simbólicas. El producto de estos congresos constituye una enorme aportación para la hermenéutica simbólica de la cultura.
Al hablar de Eranos y los compromisos de Mircea Eliade con el animismo, el chamanismo y la simbología alquímica, George Steiner afirmó: ¿Dónde sino en Ascona podrían darse tales aventuradas, apremiantes temáticas, recibir el privilegio de una precisa erudición, a menudo de la más alta calidad y de una suerte de zumbona gravedad platónica-nietzscheana?
A pesar de todos los encuentros y desencuentros, en Monte Verità se refugiaron por cortas o largas temporadas más de seiscientas almas. Muchos escritores, pintores, músicos, bailarines y filósofos pasaron por este mágico lugar. Baste mencionar algunos de los más célebres: Hans Arp, Hans Ball, Richter, Hermann Hesse, James Joyce, Rainer María Rilke, Thomas Mann, Max Frisch, Paul Klee, Eduard Toller, Bertolt Brecht, Stefan George, Georg Kaiser, Mary Wigman, Von Laban, Isadora Duncan.
Con el tiempo, Monte Verità se convirtió en hotel de lujo, museo y centro cultural que resguarda con celo su historia. Hoy en día, Ascona es un centro vacacional por excelencia para millonarios suizos y europeos. No obstante, como un resabio de otros tiempos, aún es posible ver por sus calles a unos cuantos viejos artistas con barba y cabellos largos, con atuendos que recuerdan al prototipo de un hippie de los años sesenta.
El fin de la utopía
Dice E. M. Cioran en Historia y utopía:
Todavía me sorprende más que, siendo la sociedad lo que
es, algunos se hayan esforzado en concebir otra, diferente. ¿De
dónde puede provenir tanta ingenuidad o tanta locura? [...] Para
concebir una verdadera utopía, para esbozar, con convicción,
el panorama de la sociedad ideal, hace falta cierta dosis de ingenuidad,
hasta de tontería... Para Cioran, al hombre sólo le queda
rumiar lo vano de su existencia; ese es su presente y en él las
utopías no tienen cabida. La función de los utopistas ha
sido denunciar los daños y calamidades que ha generado la propiedad
privada, además de estimular la fascinación de lo imposible
para no caer en un estado de esclerosis y de ruina. Hoy las utopías
se han refugiado sobre todo en el imaginario literario, que se ha encargado
de resguardarlas y de generar la creación
de nuevas utopías y antiutopías.