lunes Ť 26 Ť marzo Ť2001

Samuel Schmidt

Las piedras de Fox

Las encuestas pueden ser engañosas. La Presidencia de la República nos dice que Vicente Fox goza de una gran popularidad, que su índice de aceptación es altísimo y sin embargo hay señales de descontento por todos lados.

Los empresarios, que tan sumisamente han aceptado a los gobiernos que los ayudan a enriquecerse --a veces hasta por fuera de la ley--, ahora le levantan la voz, le reclaman que no los toma en cuenta y se oponen a su política fiscal.

Los campesinos, que nadie toma en cuenta desde hace varias décadas, protestan porque la Ley de Desarrollo Rural que aprobó el PAN, ahora ha sido vetada por un panista.

Los zapatistas, a quien se les puso la mesa y se les armó un show tremendo para que llegaran a tomarse la foto con el Presidente, suben los tonos y muestran que no tienen con quién hablar. Marcos ha mostrado que la necesidad de un caudillo es más fuerte que nunca; seguimos con una cultura de seguidores y no de participantes, y esto el gobierno lo entiende bien, porque de hecho Fox ha pretendido ser ese caudillo. La salida de Marcos de la selva le presenta competencia amenazando su espacio. Con un caudillo izquierdista podría articularse un equilibrio para el sistema reduciendo los márgenes de maniobra del Presidente, los que de por sí ha acotado el derechismo del panismo personalizado por el senador Diego Fernández.

El Congreso se opone al Presidente, le rechaza su ley fiscal antes de que la presente, y los políticos en su obsolescencia se empeñaron en defender los restos de la simbología y el ritual. Si Marcos quiere hablar en el Congreso que lo haga, que hable donde quiera, no pasa nada y tampoco pasa nada si no lo hace. Marcos y el zapatour mostraron la confusión nacional y la baja capacidad de gobernar de estos políticos que no han entendido el mensaje de la sociedad.

Los narcos, que al parecer se habían arreglado muy bien con el poder, se alebrestan y ponen en ridículo a sus nuevos socios potenciales. Las fugas, asesinatos y escándalos de compra de plazas ya causaron las primeras bajas en la PGR.

Los funcionarios del gabinetazo están enfrentando la furia de los medios estadunidenses que han detectado los títulos inexistentes, esto nacionalmente tal vez no nos preocupa porque ha sido tradicional que en el gobierno todos los hombres sean licenciados y las mujeres señoritas, aunque al secretario del Trabajo se le siga atorando en la garganta encontrar funcionarias más inteligentes que él. Y por supuesto en lo que todos decían que sería un gabinete de transición, las renuncias ya empezaron y tal vez veremos caer a los funcionarios que brincaron hasta las máximas alturas sin entrenamiento previo.

La Secretaría de Hacienda está haciendo tronar a tirios y trollanos porque ha empezado una vez más --Ƒno tienen más imaginación?-- a aplicar un programa de austeridad recortando el gasto a rajatabla sin darse cuenta que está afectando tareas sustanciales. ƑSe imagina usted qué harán en un hospital cuando le recorten el presupuesto y no les alcance para comprar oxígeno? Y no es que hasta ahora el sector salud haya actuado con gran eficiencia, porque ni hilo para sutura hay en los hospitales públicos, pero ahora los médicos podrán decirle a los enfermos: aguanta un poco la respiración, ya llegó el cambio, sólo que no alcanza para pagar los viajes de promoción del chief executive officer.

Los únicos consistentes en esta historia siguen siendo los judiciales, aunque se llamen PFP, porque siguen siendo igual de corruptos y venales y mantienen su sistema de complicidad dejando escapar a los que pagan bien, o a sus compas corruptos que por necesidad política han sido atrapados.

El barco está empezando a hacer agua por todos lados. Los chistes políticos que empezaron agrediendo a la hija histriónica de Fox, ahora se alargan hasta la vocera presidencial y, por supuesto, a la figura del primer mandatario. La verdad es que esta forma de decir la verdad y de presentar la opinión sobre los gobernantes, hace ver al Presidente igual que a sus antecesores.

Frente a la realidad, las encuestas de popularidad son engañosas; muchas reflejan la forma como se hace la pregunta y muchas veces los actos políticos alrededor del tlatoani en turno le hacen creer a él y a su equipo que gozan de un culto reverente, pero no entienden que ante el dador de favores muchos doblan la cerviz llegando inclusive a posturas indignas. Al diputado Eduardo Andrade, que amenazó con demandar, se le pasó el coraje cuando lo invitaron al programa de radio del Presidente.

Carlos Salinas gozaba de altos índices de aceptación en sus últimos meses como presidente, y ahora anda huyendo y escondido. Ernesto Zedillo, que no tenía tan buena aprobación, anda de chambista entre las trasnacionales que benefició en su sexenio; tal vez estos ejemplos deberían ser suficientes para Fox, quien debería buscar menos reflectores y sentarse a reflexionar sobre cómo hacer un buen gobierno.

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