MARTES Ť 27 Ť MARZO Ť 2001

LA MUESTRA

Carlos Bonfil

Palabra y utopía


A LOS 93 AÑOS el director portugués Manoel de Oliveira posee una enorme vitalidad artística. En los años noventa, al ritmo de una película por año, conoce la etapa más prolífica de su carrera, con una obra maestra, El valle de Abraham, de 1992, y películas más enigmáticas, A caixa (1994, inédita en México), o El convento (1995), con Catherine Deneuve y John Malkovich. Con todo, muy poco se ha apreciado en nuestro país la trayectoria de este cineasta, cuyo primera cinta, Douro faina fluvial, es de de 1929. Una retrospectiva de su obra permitiría apreciar mejor la vertiente narrativa en que se inscribe su cinta más reciente, Palabra y utopía: una reflexión histórica continuamente enriquecida por la proyección autobiográfica del propio Oliveira.

EL REALIZADOR PROPONE aquí la biografía del padre jesuita Antonio Vieira (1608-97), autor de La misión de Ibiapaba y Sermón de San Antonio a los peces, considerado por Fernando Pessoa como el escritor portugués más importante del siglo XVII. Lo que a Oliveira interesa en primer término es la postura moral del personaje: su defensa de las tribus indígenas en Brasil y la labor diplomática y oratoria que con este propósito desarrolla en América y Europa. Digno émulo del orador francés Bossuet, el padre Vieira multiplica desde joven epístolas y sermones, un flujo verbal a menudo poético, siempre incisivo en dirección a los poderosos, y en más de una ocasión barroco al evocar las virtudes de lo natural primitivo.

El título de la cinta es elocuente, alude a la exuberancia de los diálogos, al conjunto de relatos (relaciones) que hace Vieira de sus viajes a Brasil, y también a su visión romántica de una gesta moral capaz de redefinir y ennoblecer el propósito civilizatorio. El punto central de la narración es el enfrentamiento del padre jesuita a los rigores de la Santa Inquisición. La primera escena, el proceso en Coimbra, opera como detonador de la evocación biográfica. Cada episodio narrativo, la estancia de Vieira en Salvador de Bahía o en Roma, se señala mediante grabados antiguos, a manera de ilustraciones entre un capítulo y otro. La fotografía de Renato Berta elige también el detalle por el todo: así, las aguas del Atlántico llenan la pantalla y en una imagen resumen semanas de travesía, simbolizan de igual modo la inmensidad del empecinamiento oratorio, el mar de palabras, la insondable discusión teológica.

DIARIO DEL DESASOSIEGO moral de un orador errante, memoria de la prepotencia colonial y del desprecio racista, relación de intrigas palaciegas y de la lealtad sin falla de una mujer (la reina Cristina de Suecia -cautivadora Leonor Silveira), Palabra y utopía es también autorretrato oblicuo del propio Oliveira, y sugerente reflexión sobre la vejez, y sus estragos y bondades -ceguera de Vieira, lucidez compartida del orador y del cineasta-. Un doble retrato, en suma, y una variante de un relato anticolonialista anterior, No, o la gloria vana de mandar (1990), o de la incursión en el jansenismo literario de Madame de la Fayette, La carta (1999). Continuidad y sobriedad estilística, señas distintivas del mejor realizador veterano europeo.