MARTES Ť 27 Ť MARZO Ť 2001

Ť Teresa del Conde

Cultura: Plan Nacional de Desarrollo

(Segunda y última parte)

Estoy consciente de que hoy día no es posible identificar la cultura con el refinamiento del espíritu, es decir, con el conjunto de los mejores y más selectos productos de la psique humana: ya sean los diálogos de Platón, el códice borbónico, El Quijote, Hamlet, los cuartetos para cuerdas de Beethoven, las sonatas de Manuel M. Ponce, etcétera. La cultura es más que esos productos selectos, pero en cualquier caso involucra siempre una atención, un darse cuenta, de fenómenos como el que acaban de ilustrar los periódicos en casi todo el mundo: la marcha y la congregación zapatista en el Zócalo. No se ha examinado suficientemente, dije, que el líder principal del EZLN, además de su inegable poder de convocatoria, de su audaz manejo de imagen y medios, de sus metas y de sus capacidades estratégicas es, antes que nada, un letrado y hasta un poeta. Si no lo fuera, su arrastre internacional y nacional sería mucho menor y acaso el movimiento, como tal, no se hubiera dado. El ha sabido retroalimentarse, precisamente concentrando su atención y entrecruzando modalidades culturales a partir de los pueblos indígenas.

Pero la cultura lleva implícita una hermenéutica, es decir, se necesita contar con elementos para interpretarla. Hay acciones, obras concretas, acontecimientos culturales, cuyas índole es diversificada y hasta opuesta. No es lo mismo en estos momentos enfrentarse ante la pantalla cinematográfica de las cadenas Cinemex o Cinemark, con la cinta de Lars von Triers, Bailando en la oscuridad, que hacerlo con Hey, ¿dónde está mi auto?, de Danny Leiner. Tampoco es igual calibrar una y otra vez Amores perros, de Alejandro González Iñárritu, que Los Picapiedra, viva el rock. Las dos cintas mencionadas en primer término requieren esfuerzo por parte del espectador, como requieren también la disposición de realizar dicho esfuerzo. Las dos segundas lo único que necesitan es matar el tiempo, son distracciones.

Tomo el cine como modelo para que no se crea que me paso la vida mirando Las músicas dormidas, de Tamayo, que para mí es uno de los mejores cuadros que se pintaron en el México del siglo XX y lo tomo porque he podido ser espectadora de un repunte considerable en el cine mexicano de la última década, a pesar de las escasas películas que se han producido. También me refiero al cine porque a mí me ha enseñado a lo largo de la vida, tanto como las universidades. Y el cine es un espectáculo que no ha pasado de moda desde su iniciación como curiosidad propia de las carpas a partir de los hermanos Lumiére.

Paso al concepto de ''la moda". Está de moda el libro de Gilles Lipovetsky, El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas va en su séptima edición en castellano, pero la palabra ''moda" resulta tan atractiva que no se ha reparado en esto: desde la primera edición francesa (Gallimard, 1987) el libro no se ha puesto al día, motivo por el cual las modas, modalidades, usanzas (hasta suicidios colectivos) de la vuelta del milenio, están ausentes allí, sin que por eso el libro deje de ser de utilidad para examinar la historia y el fenómeno de la moda.

Según este autor se cambia de orientación en el pensamiento, como se cambia uno de departamento, o se cambia de pareja, de vehículo, de marca de refrescos o de predilecciones estéticas, eso, si es que todavía hay predilecciones estéticas. Las hay, pero se diluyen en el barullo de los vocabularios globalizados. La moda está en el presente, es su campo de dominio, aunque existan las modas retro. El poder del pasado que se enraiza en la tradición y que permite vislumbrar el futuro ha cedido su lugar a un continuo cambio de normas, que no son en realidad cambios, sino en muchos casos sólo improvisaciones que pretenden ofrecer imagen de cambio. Pero la imagen es eso: imagen, como demostró Magritte en su famoso cuadro: ''Esto no es una pipa", que ostenta ese enunciado bajo la representación cuidadosa de una pipa, digamos que como la del sup. Sólo que nadie podría fumar con la pipa de Magritte.

Aunque pasamos por una época de aparentes mutaciones aleatorias aquí y en casi todo el planeta, podemos todavía pensar en que las necesidades culturales (que no son tan emergentes, como las necesidades físicas), requieren del hábito y preparación que las genera y en nuestro país esa posibilidad ocurre en contextos sumamente diversificados. Pero en cualquier tipo de contexto la producción simbólica (a eso se refieren los bienes culturales) es inherente a cualquier ser humano. Y la circulación, promoción, difusión de la cultura, también entra dentro del contexto de la producción simbólica.
 
 

PD: mi ponencia correspondió al rubro ''Recreación y deporte". Se transmitió por EDUSAC. Desde aquí agradezco los comentarios, preguntas y recados recibidos por parte de los maestros que utilizaron el sistema abierto proporcionado por la Universidad Pedagógica Nacional, como agradezco la acogida de su rectora, maestra Marcela Santillán.