MIERCOLES Ť 28 Ť MARZO Ť 2001

Ť Blanca, maga, compartió historias y melodías constituidas en un fado

Misia ofició una ceremonia de iniciación y encanto en el Zócalo

Ť La música contemporánea de Lisboa sonó exacta en ese concierto del Festival del Centro Histórico Ť Las actividades concluirán el sábado 31 de marzo en el seno de la ciudad

PABLO ESPINOSA

El Zócalo, un laberinto, con sus minotauros tan distintos y sus Ariadnas tan distantes y un aroma a flor de jacarandas apenas percibida por las sensibilidades más agudas. Arriban las distintas formas de cultura. Entre ellas, el arte sesquicentenario y urbanísimo del fado y es entonces cuando el Zócalo está habitado por poesía.

concierto_misia5Durante las últimas semanas, el Zócalo de la ciudad de México ha sido de diversas maneras revitalizado. La llegada del corazón olvidado de la patria fue el parteaguas definitivo. La presencia del color de la tierra coincidió con la celebración anual de la cultura que constituye el Festival del Centro Histórico.

La concentración popular del 11 de marzo con los rebeldes indígenas muestra ecos variopintos todas las veces que la gente se vuelve a congregar bajo los campanarios de Catedral para rituales laicos, multiculturales, tan intensos como el recital inolvidable de Misia, la noche del 25 de marzo.

Tales celebraciones habrán de continuar así de intensas: esta noche se presenta en el Zócalo capitalino, a partir de las 20:00 horas y a entrada libre por supuesto, el Ballet Folclórico de Amalia Hernández (recientemente fallecida); el jueves 29, a la misma hora, la Filarmónica de la Ciudad de México y el grupo Delfos presentarán Sinfonía 1812 y La consagración de la primavera (un eco mexicano de la versión suiza, presentada allí mismo el jueves anterior); el viernes, el Ballet Nacional de Hungría ofrecerá su versión arrasadora de Espartaco, luego de tres funciones en Bellas Artes, y el sábado 31 se realizará, precisamente en el Zócalo capitalino, la clausura del XVII Festival del Centro Histórico, con un "concierto luminotécnico" y un gran baile con Cuba L.A.

Tal efervescencia de cultura ciudadana empezó el domingo 18 con los tambores de Touré Kunda y vivió su condición de máxima apoteosis en el transcurso de unas cuantas horas: la noche del sábado con la autenticidad roquera de Los Lobos y su rhythm and blues que es pura dinamita, y el atardecer del domingo con la exuberancia neoflamenca de Niña Pastori, para culminar en el territorio de lo sublime con el recital de Misia.

Primero, Pessoa: Como inútil taza llena/ que nadie alza de la mesa/ transborda dolores de otros/ mi corazón sin tristeza.

"Nadie me pida explicar qué es un fado, porque es intraducible, pero sí quiero compartirles las historias que viven junto a este centenar de melodías, de recipientes musicales que constituyen esta música urbana que es el fado, y de entre las cuales un cantante, como yo, puede elegir alguna de ellas y cantarla con letra propia, o bien con la del poeta de sus querencias".

Profundidad casi mística

El tono cálido, de conversación, de Misia desde el micrónono laico bajo las torres de Catedral, se alternaba con la profundidad casi mística de su canto a la hora de los fados.

El recipiente melódico que eligió para que fuera habitado por el poema de Pessoa, Danca de Mágoas, lo había cantado antes pero con letra diferente. La diversidad poblaba en tanto la plancha de concreto: una multitud fervorosa en el sentido más puro y laico del término: oídos, sentimientos, emociones, personas simples con el corazón hinchado de sentido, el pecho hinchado de los fados.

Blanca, maga, una monja laica portuguesa que flota en medio de poesía y viento helado y breves tinieblas alternadas con luz de noche: "Aunque mal pregunte/ aunque mal respondas/ aunque mal te entienda/ aunque mal repitas/ aunque mal insista/ aunque mal disculpes/ aunque mal me exprese/ aunque mal me juzgues/ aunque mal me muestre/ aunque mal me veas/ aunque mal te encare/ aunque mal te fugues/ aunque mal te siga/ aunque mal regreses/ aunque mal te ame/ aunque mal lo sepas/ aunque mal te tome/ aunque mal te mates/ aun así te pregunto/ porque incinerado en tu seno/ me salvo y me condeno: amor".

Sentada, la multitud flotaba en fados. Descargas voltaicas de intensidad serena, saudades surcando el viento helado. Misia ofreció un recital único e irrepetible en México, la música contemporánea de Lisboa sonaba exacta, firme en su gentil acariciar de cuerdas de guitarra pulsadas no con virtuosismo, porque eso no es el fado, sino con sensibilidad, como presentó Misia a sus músicos, notabilísimos, con quienes ofició una ceremonia de iniciación y encanto.

Habría de llegar un momento de emoción, de lágrimas y un estremecimiento que recorría la espalda no precisamente por causa del viento helado que se colaba por la piel, sino por la intensidad poética, la fuerza con la que ató Misia a las almas congregadas en el Zócalo cuando, al final, rindió homenaje a Nuestra Señora del Fado: Amalia Rodrigues, quien fue así nuevamente venerada en su justa dimensión.

Vale la pena recordar el episodio entero, la ocasión anterior en que Amalia Rodrigues fue reconocida en México: en su última visita a México cantó en el Palacio de los Deportes, donde un grupo de sujetos dominados por el fanatismo la insultaba desde el proscenio mientras ella, blanca, blanquísima toda de negro, nos elevaba con sus fados. Los despistados le gritaban vete, reaccionaria, derechista, acusándola de ser supuesta apoyadora de la dictadura militar en su patria. Unos minutos después de su deceso, años más tarde, José Saramago puso las cosas en su lugar: Amalia Rodrigues financió, en secreto, al Partido Comunista de Portugal. Toda esta historia la hemos contado en este espacio en su momento, si la traemos a la memoria ahora es porque Misia elevó otro homenaje, igualmente valeroso, conmovedor, la noche del domingo:

En el Zócalo de la ciudad de México, luego de cantar un fado cuya letra le escribió especialmente para ella don José Saramago (una historia melancólica de atardeceres y de auroras), Misia cantó un fado que Amalia Rodrigues escribió así: si yo supiera que al morirme me lloraras/ qué alegría/ me dejaría matar/ por una lágrima tuya.

"Espero que esta tarde haya servido para matar muchas saudades", dijo Misia en portugués a sus paisanos, mientras todo el tiempo (ella portuguesa, hija de madre barcelonesa, padre francés) Misia se dirigió en español a las almas vivas que formaron una lágrima, una sola, en forma de flama creciente y elevada por la belleza, que es sublime, de la poesía en forma de fado.

Todo esto ocurrió en el Zócalo.