viernes Ť 30 Ť marzo Ť 2001

Jorge Camil

Marcos, Ƒrebelde a destiempo?

Sabia virtud de conocer el tiempo/ a tiempo amar y desatarse a tiempo... recomienda el poeta Renato Leduc, y los estadunidenses, menos preocupados por las cosas del espíritu, viven y mueren presionados por el principio de time is money (el tiempo es oro), mientras sostienen, con fuerza de artículo de fe, que 90 por ciento del éxito es timing: hacer las cosas a tiempo. A juzgar por las circunstancias del inicio de la rebelión zapatista es obvio que "la virtud de conocer el tiempo" es un bálsamo milagroso que sirve, a un tiempo, para aliviar el mal de amores y asegurar el éxito de rebeliones armadas. Desde el inicio, Marcos ha jugado el papel de estratega, líder militar y vocero del EZLN, siempre bajo la aureola del político consumado. Es obvio que en algunas de esas funciones su participación ha sido oportuna y venturosa, pero, en otras, sus propias decisiones, o la fuerza de las circunstancias, lo han llevado a actuar en forma inoportuna, como sucedió el Año Nuevo de 1994, fecha del levantamiento zapatista y de la entrada en vigor del TLC. Las declaraciones iniciales del subcomandante, aquel primer día del Annus Horribilis mexicano, me obligaron a concluir que el momento histórico de la rebelión, con toda la bondad de sus nobles intenciones, había sido una decisión a destiempo.

Era imposible concluir de otra manera cuando el 17 de noviembre de 1993, como invitado de Tom Downey, asesor del vicepresidente Al Gore, había presenciado (Ƒsufrido?) el acrimonioso debate legislativo para la aprobación del TLC. La histórica sesión terminó a altas horas de la noche, después de encendidos discursos que dieron paso a la emocionante votación en un Congreso abarrotado, con las galerías de pie, aguardando con ansia los resultados en la pizarra electrónica. Previamente, en la húmeda mañana invernal, mientras decenas de periodistas preparaban cámaras y micrófonos dentro y fuera del Capitolio, se habían inscrito para usar la tribuna prácticamente todos los miembros de la Cámara baja. Los ataques contra México fueron inclementes: era imposible firmar un acuerdo comercial, de igual a igual, con un país sin un sistema político democrático, y agobiado además por la corrupción, la inestabilidad y el atraso económico. Por eso, cuando Marcos declaró que el levantamiento coincidió con la entrada en vigor del TLC, porque significaba el "certificado de defunción" de las etnias chiapanecas, y que el deseo era acabar también con el "proyecto neoliberal de Carlos Salinas", advertí la enorme incongruencia entre esos propósitos y la fecha del levantamiento. šMarcos tuvo en sus manos la oportunidad histórica de matar el TLC en la cuna! El apretado margen de aprobación del Congreso estadunidense (logrado mediante un furioso cabildeo de última hora) indica que, de haber iniciado el levantamiento antes de ese 17 de noviembre (una fecha conocida), Marcos hubiese destruido el leitmotiv del sexenio salinista, adelantado la caída del PRI y tal vez logrado la alternancia en 1994. Concluir que los rebeldes no estaban preparados choca con las pruebas sobre el enfrentamiento entre el EZLN y el Ejército Mexicano en mayo de 1993 en Las Calabazas, y el descubrimiento de los campos de entrenamiento descritos por Blanche Petrich en La Jornada. John Ross (Rebellion from the roots), Philip L. Russell (Mexico under Salinas) y Jorge Castañeda (Proceso, 10/01/94) sostienen que Salinas ocultó el enfrentamiento en función de la inminente aprobación del TLC y las próximas elecciones presidenciales. Y Neil Harvey (The Chiapas rebellion) asegura que, con anuencia de la comandancia zapatista, los líderes militares fijaron originalmente la fecha del levantamiento para el 20 de noviembre de 1993; štres días después de la aprobación del TLC! Inexplicablemente, Marcos volvería a desperdiciar otra oportunidad histórica para levantarse antes del destape de Luis Donaldo Colosio.

Marcos, el político, llegó a la capital con un discurso provocador que hubiese sido la retórica esperada para Ernesto Zedillo, pero fuera de tiempo para Vicente Fox. Por otra parte, la ausencia de metas específicas para el EZLN, ante las nuevas realidades, no pasó inadvertida para los analistas. Marco Rascón (La Jornada, 13/03/01) señaló los riesgos de la falta de rumbo y el discurso desgastado: pudiesen llevarnos a concluir que la comandancia "llegó tarde a la verdadera realidad". Y Soledad Loaeza (ibidem, 15/03/01), lapidaria, objetó la presencia de simpatizantes extranjeros que "representan a una izquierda envejecida y derrotada". Finalmente, Manuel Vicent (El País, 18/03/01) calificó la prosa del sub en el Zócalo como "un castellano lírico que sonaba a salmo de Isaías"; otro anacronismo. Hoy Marcos, "subordinado", pero con un impecable sentido del timing, dejó al movimiento indígena en las puertas de San Lázaro. ƑAdiós a las armas?