VIERNES Ť 30 Ť MARZO Ť 2001

Marcos Chávez M.

Expectativas descompuestas

El drama de Vicente Fox es que las expectativas por alcanzar un crecimiento económico sólido empezaron a disolverse en sólo 90 días. Ello agotará prematuramente la legitimidad de su gobierno, y también acabará su "luna de miel" con la población, cuando ésta entienda que de las promesas de una mejoría en sus formas de vida, únicamente quedará el recuerdo. Sobre todo ahora que ronda el fantasma de la crisis, que obligará a aplicar medidas económicas emergentes para tratar de evitar que la economía se hunda, las cuales atentarán en contra de los deteriorados niveles de bienestar social.

El compromiso por alcanzar un "nuevo milagro que sorprenderá al mundo", definido por su crecimiento de 7 por ciento, su calidad, la oferta de empleo, el mejor ingreso y la robustez fiscal, entre otras virtudes, que permitirán "resolver todos los problemas del país", se encuentra en suspenso.

De por sí los foxistas no han ofrecido una solución adecuada a los desequilibrios macroeconómicos estructurales heredados por el zedillismo, que sintetizan los límites y contradicciones del modelo neoliberal ni tampoco a los altos costos asociados a la política desinflacionaria empleada desde 1995, que busca homologar los precios internos a los de Estados Unidos (EU), a través del atraso cambiario.

Los desajustes más relevantes e insostenibles en el tiempo, son:

a) Una sobrevaluación cambiaria de 30 por ciento (la paridad de equilibrio actual debe ser del orden de 12.5 pesos). Esta podrá sostenerse mientras continúen los flujos de capital, los inversionistas no guarden recelos sobre la capacidad para sostener la sobrevaluación y el déficit externo, o que ocurra algún evento inesperado, local o foráneo, que provoque la esquizofrenia especulativa y la fuga masiva de divisas.

b) El alto déficit externo, debido a los desequilibrios de la estructura productiva; la revaluación cambiaria, que si bien ha permitido bajar la inflación al abaratar artificialmente las importaciones, también ha acelerado el deterioro externo, reforzado este último por la demanda vinculada a los capitales, que no son esterilizados, y que es satisfecha en el mercado internacional. La balanza comercial pasó de un superávit de 7 mil millones de dólares a un déficit por 8 mil millones entre 1995 y el 2000, mientras que la cuenta corriente elevó su déficit de 1.6 mil millones a 19 mil millones. Sólo el desplome del crecimiento (de 6.9 por ciento a 3.0-3.5 por ciento entre 2000 y 2001) evitará que el primero supere 12 mil millones y el segundo 23 mil millones.

c) La vulnerabilidad y dependencia del capital foráneo. Este año se requerirán más de 22 mil millones de dólares para cerrar la brecha de divisas y sostener la paridad.

d) La indigencia financiera del gobierno. La baja de los precios del crudo (6-8 dólares por barril en octubre-enero), que afecta a los ingresos presupuestales (los petroleros aportan 35 por ciento del total), las dificultades fiscales de los estados, la seguridad social o el rescate bancario y carretero, que explican el intento oficial por aumentar la recaudación (aumento del IVA), pueden generar la crisis fiscal del Estado.

Al refrendar los foxistas las políticas económicas de la antecesora triada neoliberal priísta, acelerarán los desequilibrios que desencadenarán una crisis como la de 1994.

Pero mientras ello ocurre, el búho de Minerva emprendió el vuelo desde finales de 2000. Los foxistas subestiman las secuelas de la recesión inflacionaria -que sustituye con bajos precios la "suave declinación" esperada- en que se está hundiendo EU, cuya profundidad, duración, tiempo y ritmo de recuperación son inciertas, así como sus efectos depresivos sobre el crecimiento y el comercio mundial, el mercado petrolero, y la incertidumbre e inestabilidad a la que someterá mercados financieros internacionales.

Oficialmente se supone que el "choque externo" -en una economía abierta indiscriminadamente como la mexicana, el horizonte entre lo interno y externo se ha perdido- sólo provocará una deflación. Pero la subordinación frente a EU podría arrastrarnos hacia una recesión inflacionaria. Desde finales de 2000 es evidente la declinación de nuestra economía: el ritmo de las exportaciones cayó a la mitad, debido, sobre todo, a las menores compras de EU (89 por ciento del total se destinan a ese mercado); la producción, la inversión y el empleo empiezan a descender. Los mercados financieros locales comienzan a ser afectados por la paranoia de los rentistas.

Lo dramático es que los foxistas emplearán la sempiterna y fallida batalla de siempre: la contención monetaria y fiscal que terminarán por hundir el barco de la economía, torpedeado por el desplome de Estados Unidos.