SABADO Ť 31 Ť MARZO Ť 2001

ISLA CANELA

Jaime Avilés

Y ahora, los paramilitares

Desde San Lázaro, el EZLN trazó el camino de retorno a San Miguel

La derrota moral del PAN allana la aprobación de la ley Cocopa

A cada viaje zapatista al DF sigue una sangrienta ofensiva paramilitar

1. DE SAN ANDRES A SAN MIGUEL

Por primera vez, desde que se levantó en armas el primero de enero de 1994, el EZLN cuenta (en Fernando Yáñez) con un representante propio y plenamente acreditado ante el gobierno federal. También por primera vez, desde que abandonaron la mesa del diálogo, en septiembre de 1996, los zapatistas han vuelto a reconocer (ahora en Luis H. Alvarez) a un representante oficial del gobierno federal para buscar la solución política del conflicto.

Estos son los hechos duros más importantes ?tanto para la administración de Vicente Fox como para los rebeldes? que produjo la histórica visita de los indígenas insurrectos al Congreso de la Unión. Pero no son los únicos. Los zapatistas lograron, asimismo, la desocupación militar de las siete posiciones que exigían dentro del paquete de las tres señales y, a cambio, se comprometieron a no retomar esos lugares por la fuerza, cosa que hubiera ofendido la sensibilidad del Ejército.

En reciprocidad, Fox accedió a devolverles el predio en que se asientan las ruinas de Guadalupe Tepeyac, para que los habitantes de esa comunidad regresen de su exilio, cerca de La Realidad, y recuperen sus viviendas y sus tierras de cultivo, que les fueron arrebatadas por la invasión castrense del 10 de febrero de 1995.

En este renovado panorama, los zapatistas han dejado en la Cocopa la tarea de verificar el cumplimiento de las otras dos señales: la libertad de los 11 presos políticos que aún permanecen en cárceles de Tabasco y Querétaro y la conversión en ley federal de los acuerdos de San Andrés. Por último, y esto es sin duda lo más significativo, después de casi un lustro de resistencia a oscuras, el EZLN trazó el camino por el cual habrá de discurrir el diálogo en el futuro inmediato.

En palabras pronunciadas desde el podio de San Lázaro, una vez que se apruebe la iniciativa de ley de la Cocopa, las partes en liza deberán regresar al temario que el EZLN y el "gobierno" de Zedillo pactaron en marzo de 1995 en el marco de los olvidados acuerdos de San Miguel.

2. EL SINDROME DE LA ALACRANA

Antes de la marcha, durante el pasmoso desarrollo de ésta y a lo largo de los días de incertidumbre que marcaron la estancia de los zapatistas en la capital del país, una inquietud obsesionó a millones de personas: ¿y después qué? Pues bien, hoy es ya ese después, pero nadie imaginaba el cúmulo de respuestas positivas que tendría esta pregunta.

No se ha restablecido el diálogo, como reunido con empresarios dijo triunfalmente el presidente Fox, cuando los comandantes permanecían aún en San Lázaro el miércoles por la tarde. Sin embargo, están dadas las mejores condiciones para que esto suceda. Con su insólita, brillante y muchas veces conmovedora actuación en San Lázaro, los dirigentes políticos de los más pobres derrotaron en forma aplastante a los aprendices de caudillo de los más ricos.

La odiosa caricatura del conquistador español que es Diego Fernández de Cevallos, su paje de corte, Felipe Calderón Hinojosa, y Enrique Jackson, palafrenero del inmoral senador queretano, apostaron todas sus fichas a que la presentación de los zapatistas en el Congreso se convertiría en un mitin de plazuela, en donde el subcomandante Marcos pronunciaría un discurso incendiario que sublevaría a la población en general y provocaría una súbita fuga de capitales.

Sin embargo, Marcos no entró al recinto legislativo, emulando quizá el gesto que tuvo el general Emiliano Zapata en 1914, cuando se negó a sentarse, aunque fuera un minuto, en la silla presidencial. Mientras el sup rendía tributo de esta forma a la historia, los comandantes y las comandantas cautivaron a millones de telespectadores del país y anunciaron las nuevas reglas del juego en que están dispuestos a participar, y son, desde todo punto de vista, encomiables.

A cada párrafo de los oradores rebeldes se hacían más grandes y más vacías las sillas que daban cuenta de la ausencia, orgullosa y petulante, de los diputados panistas, hundidos para siempre en el peor de los ridículos y situados en una posición desde la cual no podrán resistir la creciente opinión de la opinión pública, que terminará por obligarlos a aceptar la aprobación de la ley Cocopa.

De esta suerte, el EZLN le asestó un formidable golpe a la ultraderecha panista, pero también priísta, que aprovechando el triunfo electoral de Fox no perdió un minuto, a partir del 3 de julio pasado, para convertir al nuevo Presidente de la República en víctima del síndrome de la alacrana. ¿Y cuál es éste?, se preguntará el lector. Es difícil describirlo en términos clínicos, pero alude al horroroso episodio que se produce cuando los alacrancitos recién nacidos montan sobre el lomo de su madre y la devoran.

Así, los inquisidores del norte y del Bajío, los que han mutilado obras artísticas "obscenas", los que han expulsado a los homosexuales de los balnearios, los que han satanizado la minifalda, los que condenan por igual el uso del pasamontañas y del condón, treparon sobre las espaldas de Fox para devorar su autoridad presidencial y convertirse en los nuevos señores de horca y cuchillo de la comarca.

3. ALVAREZ Y YAÑEZ: VIDAS PARALELAS

La derrota moral de la ultraderecha panista y priísta, que bien puede ser reconfirmada por las movilizaciones de la sociedad en todos los foros cuantas veces sea indispensable, despeja sin duda el camino para que la iniciativa de ley de la Cocopa sobre derechos y culturas indígenas pase, en breve, a formar parte de la Constitución política del país.

Del forcejeo que inevitablemente se producirá en las cámaras, del regateo que a fin de cuentas implica toda negociación, se harán eco dos hombres a quienes la dinámica que está por desplegarse pondrá en contacto frecuente y provocará reacciones y emociones que algún día, tal vez, serán pasto de la creación literaria.

Uno de ellos es Luis H. Alvarez, un político serio, prudente, respetuoso y respetable, que nada tiene que ver con el débil mental, arrogante, disparatado e involuntariamente cómico, que antaño fungía como "coordinador del diálogo" en digna representación de Zedillo.

El otro es el arquitecto Fernando Yáñez, quien a pesar de la insidiosa propaganda de la prensa salinista (y de los arrebatos de la albóndiga sicópata que la dirige con dinero de los empresarios de Monterrey), se reveló como un político habilidoso, discreto, sutil y creativo, que mostró la capacidad necesaria para construir con Luis H. Alvarez y con los diputados de la Cocopa el nuevo escenario en que hoy se desenvuelve el conflicto.

Alvarez y Yáñez, militantes de viejo cuño los dos, uno formado en el conservadurismo recalcitrante de la derecha católica, otro nutrido en el radicalismo de la ultraizquierda maoísta de los 70, han llevado una vida de sacrificio y entrega absoluta a las causas antagónicas que defienden. Pero ambos, a juzgar por sus actos, han sabido evolucionar ideológicamente hacia posiciones favorables a la democracia, y en estos momentos la historia los ha elegido para que echen mano de toda su experiencia y vuelvan a enrollar una madeja que se hizo nudo en mil puntos y tejan con ella un acuerdo nacional que puede generar consecuencias trascendentales.

En el entorno de ambos hay otros políticos que inspiran confianza y tienen responsabilidades decisivas: el secretario de Gobernación, Santiago Creel, y el gobernador de Chiapas, Pablo Salazar Mendiguchía. Sobre ellos dos recaerá la obligación de velar porque el retorno de los delegados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional a sus comunidades no provoque, tal como ha ocurrido en ocasiones anteriores, las feroces y sangrientas represalias de los sectores más atrasados de aquella entidad: los caciques priístas, los ganaderos, los comerciantes de Los Altos y, el brazo armado de todos ellos, los paramilitares.

4. UNA AMENAZA LATENTE

En octubre de 1996, cuando la comandanta Ramona viajó a la ciudad de México, el "gobierno" de Zedillo intensificó en forma brutal el asedio militar a las comunidades. En enero de 1997, cuando el EZLN rechazó las "observaciones" de Zedillo a la iniciativa de ley de la Cocopa, en Los Altos de Chiapas el régimen intensificó el entrenamiento de sus nuevas fuerzas paramilitares. En septiembre de aquel mismo año, cuando los mil 111 delegados zapatistas regresaron de la capital del país, donde habían obtenido un éxito inigualable, los paramilitares de Los Altos pasaron a la acción directa y culminaron su escalada con la matanza de Acteal.

En marzo de 1999, cuando los 5 mil delegados zapatistas retornaron a sus montañas y selvas, después de presidir la consulta nacional sobre los derechos de San Andrés y por el fin de la guerra, la reacción paramilitar volvió a presentarse en todos los radios de acción donde estos grupos habían sido implantados. Hoy, cuando los 24 jefes del EZLN recorren las carreteras del sur del país rumbo a los pueblos misérrimos donde son esperados, ¿volverá a repetirse la historia?

Es poco probable. Creel y Salazar Mendiguchía saben que este riesgo está vivo, pero cuentan con los elementos suficientes para conjurarlo. Y en esta nueva coyuntura, en que la inmensa mayoría de la opinión pública está a favor de las demandas rebeldes, se abre para la sociedad civil, con todos sus actores y en todos los medios, la oportunidad de emprender una campaña destinada a exigirle al presidente Fox, sin tardanza ni palabras a medias, que proceda de inmediato al desmantelamiento de los grupos paramilitares creados por Zedillo, para garantizar que éstos no entorpezcan ni por asomo el desarrollo de la etapa de negociación fecunda que se avecina.

El gobierno federal sabe, a través de sus agentes militares en la zona, donde están las bandas de asesinos a sueldo que fueron organizadas como parte de un dispositivo de "autodefensa" de las comunidades priístas en Chiapas, de acuerdo con los manuales de contrainteligencia de las fuerzas armadas de Estados Unidos.

Los paramilitares no son, como creía Zedillo, un factor de equilibrio en el terreno más descarnado de la guerra: son, simplemente, un arma ofensiva y criminal, que escapa a todas las convenciones jurídicas, y que constituye un impedimento para que el Ejército prosiga su retiro de otras posiciones, sobre todo en la zona norte de Chiapas, en los municipios de Los Altos que rodean a San Cristóbal y en las regiones selváticas colindantes con la frontera de Guatemala.

Si el EZLN y Fox han redefinido ya su agenda, a la sociedad civil le toca en este momento levantar la demanda inaplazable de la desparamilitarización. A todos, pero en primer lugar al gobierno, le corresponde asumir que una acción paramilitar "descrontrolada" podría echar por tierra todo lo que se ha avanzado en estas semanas históricas.

[email protected]