sabado Ť 31 Ť marzo Ť 2001

Francisco López Bárcenas

La representación nacional y los derechos indígenas

El pasado 28 de marzo la Cámara de Diputados federal se convirtió en una verdadera representación nacional. Atrás quedaron las actitudes antidemocráticas y excluyentes de algunos legisladores que con argucias leguleyas intentaron negar el uso de la más alta tribuna de la nación a una parte importante y significativa de sus representados: el pueblo mexicano. Afortunadamente, pudo más la cordura de la mayoría, gracias a eso el 28 de marzo en el recinto legislativo de San Lázaro se pudieron encontrar representantes y representados, diputados y ciudadanos mexicanos; los primeros para escuchar, los segundos para explicar sus demandas y solicitar que se atiendan.

Hubo de todo: una parte de la comandancia de un ejército rebelde que busca la paz y un poder de los tres en el que se deposita la representación nacional a quien desde la Primera Declaración de la Selva Lacandona los rebeldes le encomendaron tomar medidas para sacar el país adelante; mestizos e indígenas con toda su diversidad cultural. Hasta los diputados indígenas, que anteriormente no se reconocían así, esta vez lo hicieron y sin renunciar a su filiación partidista 13 de ellos hablaron en su lengua originaria: chontal, maya, mixe, nahua, otomí, purépecha, zapoteco, tzeltal. Un reflejo aproximado de lo que es nuestro país, pero también de lo que debe ser.

Hubo otros aspectos del acto del 28 de marzo por los que la Cámara de Diputados fue una verdadera representación nacional. Desde ahí el EZLN, en voz de la comandanta Esther, ordenó al jefe militar de sus fuerzas que no ocupen las posiciones desocupadas por el Ejército federal, al tiempo que instruía a su enlace para el diálogo a que iniciara contactos con el comisionado para la paz de parte del Ejecutivo federal, y solicitaba al Congreso proporcionar un espacio para ello. Con esto prácticamente se reinicia el proceso de diálogo entre el gobierno federal y el EZLN, suspendido cerca de cinco años, proceso en el cual el Poder Legislativo tiene la oportunidad de jugar un papel importante.

Sin embargo, lo central de todo fue que los indígenas, los excluidos de siempre, los no reconocidos por las leyes, los que no tienen ningún reconocimiento de sus derechos, aun siendo los descendientes originarios de estas tierras, pudieron por primera vez en la historia llegar a una de las instituciones de la representación nacional y explicar que no quieren fueros ni privilegios ni separarse del país ni dejar de ser mexicanos ni fraccionar el territorio. Un hecho histórico y paradójico porque, gracias a un levantamiento armado, un sector importante de la sociedad mexicana puede mostrar que la vigencia del estado de derecho, la igualdad de todos los mexicanos y la unidad nacional, más que realidad son pequeños mitos sobre los cuales se teje otro: el de la "unidad nacional" y que estando de acuerdo con ésta es necesario sentar nuevas bases que la sustenten.

El acto también mostró las insuficiencias de nuestras instituciones y que sin democracia plena los derechos indígenas no podrán ser una realidad. Lo primero porque no es posible que los representantes nieguen a sus representados la posibilidad de explicarles sus aspiraciones de manera directa, y mientras estas prácticas sigan institucionalizadas lo que hoy sufren los pueblos indígenas lo puede sufrir mañana cualquier otro sector social. Para evitarlo es necesario discutir nuestras instituciones y sus facultades, y esto sólo será posible con plena democracia.

La importancia del acontecimiento hace que todos reaccionen, el EZLN incluido. En el acto de despedida frente al Palacio Legislativo, el comandante Zebedeo lo dijo: ellos creían estar soñando cuando se sentían sobre una silla acolchonada en el Palacio Legislativo porque cuando aparecieron aquel 1o. de enero de 1994 ni siquiera pensaron que vivirían. Algo similar a lo que sucedió a la sociedad civil que después de pensar que se trataba de un grupo violento y desesperado, también vio que gracias a ellos el país está experimentando cambios inusitados y, por lo tanto, ya no es el mismo de entonces.