SABADO Ť 31 Ť MARZO Ť 2001
Ť Debate en Bellas Artes acerca del nuevo libro del pensador Horst Kurnitzky
Factible, regular la aldea global para volver a mandar sobre la economía: José Blanco
Ť Los sacrificios son el fundamento de toda asociación humana, dijo Rolando Cordera
YANIRETH ISRADE
Horst Kurnitzky, filósofo alemán, aclara que la suya no es una mirada pesimista, aunque en su nuevo ensayo Retorno al destino (UAM-Colibrí) muestra un proceso de autoinmolación en el que la sociedad aparece como la responsable de liquidarse a sí misma. El panorama, es cierto, no parece alentador cuando la economía se erige como religión moderna y la vida se reduce a una fórmula matemática ''sin más alternativa que el uno/cero, prendido o apagado, plus o menos, como lo sugiere el mundo de la computación y la IBM".
''Pesimista" fue el calificativo que Kurnitzky recibió la noche del jueves en el Palacio de Bellas Artes, donde la aparición del volumen reunió a José Blanco, Rolando Cordera y Teresa del Conde.
Polemizar, discutir ideas fue el ánimo que se percibió durante la presentación del texto. Los comentaristas se adhirieron, en la práctica, a uno de los postulados de Kurntizky, quien escribe: ''La crisis actual requiere una crítica desconsiderada que incluya la crítica a toda promesa de salvación, sea ésta ideológica o tecnológica".
Utopía asible
José Blanco expresó su discrepancia: ''No comparto su pesimismo y su visión de lo que llama la constitución actual de la sociedad y la dirección de su destino. Nuestro autor nos presenta un hombre definitivamente predestinado a repetir ad infinitum un camino decidido para siempre".
En esa interpretación subyace un determinismo histórico inexorable, precisó Blanco. En contraste, y apoyado en el pensamiento de Isaiah Berlin, el catedrático de la UNAM abogó por una multiplicidad de métodos de análisis específicos para cada uno de los problemas planteados y no reducirlo todo a una misma perspectiva, pues para Kurnitzky, el último retorno, en que juntos todos hoy viajamos sin saberlo, ''consiste en el hundimiento de los hombres en el oscuro pantano planetario de una edición corregida y aumentada del medievo".
Hacia el final de su intervención, precisó: ''El proyecto de la razón más ambicioso que los hombres hayan imaginado nunca es la sociedad sin clases. Este proyecto está hoy indefinidamente pospuesto, pero no cancelado ni enterrado, porque sigue siendo el proyecto de la razón más ambicioso. Pero es posible, por ahora tal vez, pensar y trabajar en una utopía más asible: la regulación de la aldea global por ejemplo, para que la sociedad vuelva a mandar sobre la economía", como quiere Kurnitzky.
Viaje por las obsesiones
Rolando Cordera Campos, a su vez, manifestó también su oposición al augurio de un futuro dominado irremediablamente por el totalitarismo de la globalización: ''Aun en estos tiempos de vértigo y cambio febril mundial se puede sostener, como hipótesis, que el mito mayor de una sociedad humana no ha sido borrado del horizonte".
Opinó que ''es la relativa fuerza de las opciones nacionales las que nos permiten pensar racional y optimistamente el futuro de un desarrollo global que no tiene que ser el desarrollo global del mercado libre, único que postulan los profetas de la globalización". La aseveración del comentarista responde y discute al planteamiento de Kurnitzky en el sentido de que ''una cultura étnica es siempre totalitaria".
El libro en cuestión -definió Cordera Campos- ''es un viaje por las obsesiones contemporáneas. Mina y veta de reflexiones que no pocas veces lindan con lo catastrófico, pero nunca traicionan su divisa crítica radical".
Una catástrofe que tiene su origen en un drama original del que Kurnitzky se ocupa en el segundo capítulo de su ensayo, donde escribe que "Los sacrificios son el fundamento de toda asociación humana. Ninguna sociedad puede renunciar a ellos. Son universales porque toda organización social necesariamente pone límites a la libertad de sus miembros y reclama sacrificios". Los fuegos del sacrificio no se han extinguido -continúa--. Sobre ellos se ha construido la sociedad de intercambio. El intercambio es una formación sustituta de las relaciones de sacrificio".
En esa reflexión coincidió la crítica de arte Teresa del Conde: ''Resulta cierto que todo proceso civilizatorio implicaría en algún grado domesticación de las pulsiones". No obstante el arte, al permitir al retorno de lo reprimido en un doble flujo, ''slogra satisfacer deseos que provienen del núcleo de las pulsiones. Por el arte, cuando es de calidad, produce placer".