¿Y LA BANCA COMO MOTOR DE DESARROLLO?
Eduardo G. Mestre, director ejecutivo de la estadunidense
Salomon Smith Barney explicó, durante su participación en
la 64 convención nacional bancaria, que a raíz de la crisis
de 1995, el sistema financiero mexicano se vio sujeto a un proceso de concentración
que provocó que la mitad de la cartera de préstamos de la
banca nacional pertenezca a instituciones financieras del extranjero. G.
Mestre consideró indispensable que las firmas bancarias diversifiquen
sus operaciones para que en eventuales crisis sus riesgos sean menores.
Si bien el sector financiero, en especial el bancario,
ha sido objeto de múltiples análisis después de la
crisis de 1995, llama la atención que sea el representante de un
banco de inversión extranjera quien presente a los banqueros mexicanos
datos puntuales sobre la situación real del sector bancario mexicano.
La realidad es que la banca no se ha diversificado, es
decir, concentra su actividad en las operaciones de crédito sin
participar en otros rubros que beneficien el desarrollo económico
del país. La banca en México no es banca de desarrollo.
A la luz de la historia reciente recordemos que entre
1991 y 1992 el gobierno reprivatizó los bancos en los que tenía
una participación mayoritaria y favoreció el surgimiento
de nuevas instituciones financieras. En 1995, la crisis provocó
el disparo de las tasas de interés y un consecuente incremento de
más del 100 por ciento en dos años (1994-1996) de la cartera
vencida del sistema bancario. El gobierno instrumentó programas
para rescatar la banca, entre ellos el Fondo Bancario de Protección
al Ahorro (Fobaproa), hoy Instituto para la Protección al Ahorro
(Ipab), que, después de ser aprobado por las bancadas del PAN y
el PRI en la Cámara de Diputados a finales de 1998, acabó
costando más de 750 mil millones de pesos a la sociedad mexicana
al convertir las deudas bancarias en deuda pública.
Actualmente la banca comercial no cumple llanamente con
el otorgamiento de créditos, --siendo que alrededor del 70 por ciento
de las pequeñas empresas mexicanas no pueden acceder al crédito
debido a las altas tasas de interés-- ni ha diversificado lo suficiente
sus actividades en otro tipo de operaciones. Otro dato por demás
preocupante es que el 50 por ciento del mercado bancario se concentra en
los dos principales bancos: BBVA Bancomer y Banamex.
El panorama de la banca en México es desalentador.
Se estima que la participación extranjera en el sistema bancario
continuará incrementándose en los próximos años.
Lo preocupante no es la participación de los organismos financieros
internacionales, sino la incapacidad de la banca para contribuir a su propio
desarrollo y el del país. La mitad del crédito en México
lo cobran bancos extranjeros que, como negocios, no tienen ninguna responsabilidad
para con desarrollo nacional. De mantenerse esta tendencia, la banca nacional
se encontrará cada vez más limitada para convertirse en el
"motor para el desarrollo" que tanta falta nos hace.
Los esfuerzos para estabilizar la banca después
de la crisis de 1995 han sido insuficientes. La banca comercial representa
más del 80 por ciento del negocio financiero, pero México
se encuentra a la par con Haití en el promedio de créditos
al sector privado como porcentaje del PIB, y debajo de la media en Latinoamérica.
En cuanto a la participación en otros rubros, es decir, diversificación,
los resultados son casi nulos.
Lo cierto es que México padece lo que podríamos
llamar "inmadurez bancaria". Hasta ahora, los sectores público y
privado involucrados no han logrado sentar bases sólidas para un
crecimiento maduro de la banca, sector al que en realidad acude tan sólo
un 20 por ciento de la población, un dato más para reflejar
la polarización de la distribución de la riqueza.
El gobierno pretende recurrir a mayores impuestos para
hacerse de recursos, y la banca, a su vez, no se arriesga para contribuir
a su generación. ¿Hasta cuándo?
|