lunes Ť2 Ť abril Ť 2001
Arturo Alcalde Justiniani
Burócratas a la deriva
Pasando por encima de la ley laboral burocrática (artículo 68), que prohíbe todo acto de relección, Joel Ayala, líder de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), impuso su designación tres años más. Como nunca, la intentona provocó una gran oposición en una federación sindical distinguida por el inmobilismo y el control.
La disidencia de 25 sindicatos que representaban 80 por ciento de la membresía de la propia FSTSE, se esfumó rápidamente al momento en que el candidato del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación reculó dejando colgados a quienes confiaron en la posibilidad de un cambio.
La FSTSE es una organización sindical con características muy especiales. En una lógica corporativa es por ley la única facultada por el Estado para reconocer a los trabajadores de la Administración Pública Federal Centralizada. Cuenta con 78 sindicatos, aunque la mayoría de ellos (54) pertenecen a organismos descentralizados, que por disposición de la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia (1/96) deben pasar al régimen general laboral propio del apartado A del artículo 123 constitucional. Aunque parezca increíble, desde hace cinco años todos los trabajadores de los organismos descentralizados tienen derecho a la contratación colectiva, a la huelga y a la posibilidad de formar sindicatos de rama; pero son tales los intereses creados y el atraso sindical que han tenido temor de recuperar los derechos colectivos que desde hace 40 años les fueron privados.
La crisis de la FSTSE no se limita al abandono de sindicatos que transitan hacia el otro apartado jurídico. De los 24 sindicatos que quedan, buena parte se encuentra en procesos de descentralización a las entidades federativas y, en consecuencia, serán regulados por leyes laborales locales. En noviembre de 1997, en su 18 Congreso General Ordinario, la FSTSE tuvo la oportunidad de superar esta problemática al terminar el periodo de Héctor Valdez Romo. La salida era convertir a la FSTSE en una gran Federación que abarcara a todos los servidores públicos, independientemente de apartados, incluyendo a los que prestaban sus servicios en estados y municipios. El sueño de un cambio se estrelló con un telefonazo de la Secretaría de Gobernación que ordenó cancelar la reforma propuesta. En el siguiente trienio, la FSTSE continuó con su decadencia, distinguiéndose únicamente por la absurda protesta en contra de la jurisprudencia 43/1999, conocida como de la Libertad Sindical, en la cual la Suprema Corte de Justicia consideró inconstitucional la existencia de sindicatos únicos por dependencia.
La asamblea del 19 Congreso Nacional Ordinario terminó, finalmente, acudiendo a una vieja maniobra inventada años atrás por los líderes del sindicalismo de la banca para relegirse al margen de la ley. No se le llama relección, sino "ampliación del ejercicio social", y en vez de denominarse "secretario general" al líder del sindicato, se le llamará pomposamente "presidente". Resta saber si el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje tomará nota de esta relección. Seguramente el monopolio que ejerce la propia FSTSE en la designación de magistrados obreros de ese tribunal será determinante.
Los trabajadores al servicio del Estado no ven la suya. En los últimos años han sido víctimas de todo tipo de atropellos tendientes a abaratar sus salarios y a generar inestabilidad a través de legiones enteras del mal llamado personal de confianza u honorarios, y más recientemente mediante sofisticadas formas de subcontratación y una seguridad social cada vez más limitada. En lugar de promoverse un servicio civil de carrera, que favorezca la eficiencia y la honestidad, se optó por una senda de precariedad, fruto de las medidas dictadas por los ejecutores de la Secretaría de Hacienda que impunemente violan leyes y reglamentos apoyados en su máxima de reducir el gasto. A esta indefensión coadyuva la pérdida de prestigio de los servidores públicos cuando incurren en actos de corrupción o defienden prácticas de simulación laboral a bajo rendimiento.
El reto de los trabajadores al servicio del Estado pasa por alcanzar la democracia en el seno de sus organizaciones gremiales. También por practicar esquemas de desempeño laboral que recuperen en la población la confianza de que dichos servidores públicos son sus mejores aliados. Sin duda estos dos esfuerzos no pueden desligarse del reclamo de un salario digno que hasta hoy les ha sido negado.