MARTES Ť 3 Ť ABRIL Ť 2001
Ť Viacrucis, exposición del artista en la antigua Academia de San Carlos
Con la pintura ''escribo la bitácora de mis emociones'', señala Gustavo Monroy
Ť De 14 estaciones, el artista agregó una más consistente en su propia resurrección
Ť Crear es un acto ''íntimo y profundo'' sin cabida para el engaño, advierte el pintor
MERRY MAC MASTERS
La exhibición de la serie pictórica Viacrucis, de Gustavo Monroy, suele coincidir con fechas significativas. Cuando comenzó su itinerancia hace dos años en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca se llevaba a cabo el Congreso Zapatista. Incluso, un grupo de indígenas llegó a la inauguración. Hacía poco había ocurrido la matanza de Acteal y la decimotercera estación, en particular, en donde se observan casas quemadas, conmovió a su público zapatista.
Luego, en el Museo de la Ciudad de Querétaro, a un sacerdote le interesó la retextualización del tema. Ahora, después de una estancia en el Museo de Arte Contemporáneo de Aguascalientes, la muestra llegó a la ciudad de México unos días después de la caravana zapatista. ''Cada vez que voy a inaugurarla -dice Monroy-, me doy cuenta que en realidad es una meditación sobre las etapas de la vida. Desde el 15 del pasado marzo para culminar el 13 de abril, los cuadros de 150 x 150 cm, pertenecientes a una colección particular, se exponen en la antigua Academia de San Carlos, Academia 22, dentro del Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México.
El arte se vive con pasión
Para Monroy la pintura es como una bitácora de vida, práctica que cultiva desde temprana edad. Por tanto, ''soy lo que pinto y pinto lo que soy. Obviamente escribo la bitácora de mis propias emociones. No puedo reflejar las que no vivo o de otros", afirma. ƑUna experiencia dolorosa? ''Es más bien intensa y te hace justificar tu permanencia", corrige el artista.
Si lo religioso es un tema recurrente en la obra de Monroy, que lo imbuye y lo afecta, no extraña que el pintor se haya sentido atraído por el Viacrucis. En la medida que ''los temas escogen a uno", siente que esta ''columna vertebral de la Iglesia cristiana" lo seleccionó para ''reelaborarla". Mientras el Viacrucis tradicional es de 14 estaciones y termina en la sepultura de Jesucristo, Monroy ha agregado una decimoquinta que comprende la resurrección.
Entrevistado, explica que en 1996 vivía en Europa. Pero, durante una estancia de seis meses en México aprovechó para viajar por el país y reencontrarse con lugares donde había estado o no había estado, entre ellos Michoacán. Al visitar sus iglesias fueron los Viacrucis lo que más le llamó la atención. Así que le surgió la idea de pintarlo como metáfora de la vida, ''cómo nos caemos, cómo nos levantamos, cómo a veces parece que tenemos que morir y renacer". Coincidió que en esa época también un anticuario le ofreció un Viacrucis en forma de relieves de fibra de vidrio, pero con una estación más, mismos que incorporó a su obra, incluida la decimoquinta porque quería representar su propia resurrección.
Respecto de su particular iconografía, que nada tiene en común en el arte actual, Monroy se pronuncia a favor de los artistas que ''viven el arte con pasión, que lo gozan y sufren, que lo viven con mucha honestidad. Esto siempre lo percibe el espectador al que no se puede engañar. Tampoco se puede engañar a sí mismo. No se puede engañar a la hora de hacer el acto más íntimo, más profundo, que es crear. Allí, están en juego el inconsciente, la información, la pasión, el amor, la entrega. No puedes engañarte con todo esto, ni engañar a los otros. Lo demás son tendencias, son mercado. Hasta cierto punto son limitaciones por parte de otros artistas que tal vez carecen de esa pasión, de esa falta de buscar, de vivir su propia vida intensamente".