sabado Ť 7 Ť abril Ť 2001
Luis González Souza
ƑY el color de la sociedad?
Desde hace tiempo, los indígenas de nuestro país tienen su color bien definido. Además, gracias a la histórica marcha del EZLN por 12 estados y el DF, ese su "color de la tierra", que también podría ser el color de la historia, de la resistencia o de la patria, quedó confirmado como un color de la dignidad y el orgullo. Nunca más el ser indígena será motivo de humillación ni vergüenza.
ƑQué color tiene el resto de la sociedad mexicana? ƑCuándo y cómo terminará de agarrar su propio color? ƑCuándo y cómo lo hará sin más penas ni titubeos? Todo lo que sabemos es que, incluso por razones éticas, los indígenas zapatistas no pueden ni deben seguir cargando solos la cruz de la transición verdadera o del cambio profundo en México. Su alzamiento de 1994, aun a riesgo de sus propias vidas, ya fue toda una contribución al despertar del país. De golpe lo libró de la mala hierba salinista y en seguida preparó el terreno para la siembra del único México posible de cara a una globalización tan desnacionalizadora como etnocida y homogeneizante. Es decir, un México pluriétnico y multicultural.
Fue entonces que la sociedad mexicana comenzó a pintarse de paz justa y digna, con lo que evitó el aplastamiento militar de los indígenas zapatistas. Pero pronto regresó a sus tradicionales colores de pasividad, dispersión e inconstancia, y entonces el poder ensayó otras formas de cerco y aplastamiento, así en el orden paramilitar como en el mediático, el económico, el político y todo lo propio de una guerra -la de Zedillo- tan hipócrita como abusiva. Esta guerra registró cierto freno cuando el 2 de julio pasado la sociedad se pintó de justicia electoral y forzó la derrota del viejo régimen priísta. En seguida, sin embargo, la "foximanía" resultante volvió a colocar a la sociedad en su secular estado de indefensión, esta vez bajo los colores del engaño mercadotécnico, de la orfandad de alternativas electorales y la sed de nuevos mesías o caudillos. Es así como la hazaña del 2 de julio comenzó a dilapidarse... hasta que llegó la marcha del EZLN a la mera capital del país. Marcha que sirvió ya no sólo para preparar la tierra, sino para comenzar a sembrarla con la semilla del orgullo indígena, como lo sugerimos aquí hace ocho días.
Faltan, sin embargo, otras siembras, y muy en especial la de la llamada sociedad civil mexicana. Urge que sus destacamentos más conscientes y combativos transiten del color de las dependencias y subordinaciones varias, al color de las autonomías múltiples y a cual más de creativa. Del color de los cabuses, al color de las trincheras más adelantadas. Del color de la dispersión y los protagonismos, al color de las constelaciones y la humildad. Del color de las unificaciones efímeras, al color de las constelaciones duraderas. Del gris-cadáver, al rojo-vida y al verde-esperanza, pues.
Gracias a la indoblegable dignidad de nuestros pueblos indios y zapatistas, ya conocemos harto bien "el color de la tierra". Es hora de que la sociedad nos deje conocer el color de la cosecha. Gracias a los zapatistas volvemos a apreciar el color de nuestra historia. Ahora la sociedad debe hacer su aporte al color del mañana, o mejor, el color de la mañana, como lo sugiere nuestro buen amigo Guillermo Briseño. Juntos llegamos a pensar hasta en el "color de la verdura", para complementar el "color de la tierra". Lo cierto es que, ahora que se ha vuelto a despejar el horizonte de la paz verdadera, no podemos volver a descuidar la unificación EZLN-sociedad mexicana (porque las sociedades de otros países siempre han estado, y siguen, bien pegadas a la causa zapatista).
Ahora mismo la sociedad cuenta con un motor y un pegamento muy claros, si de agarrar color se trata. Nos referimos a la aprobación de la ley Cocopa. Ya los zapatistas aquí también hicieron lo suyo, que fue abrir las puertas del Congreso, no sólo para el uso cabal de su tribuna, sino para la maduración misma de esa institución como el poder popular y autónomo que siempre debió ser.
El "examen final" se llama ley Cocopa, y el "sinodal", sociedad mexicana en su conjunto.