SABADO Ť 7 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Nadie quiso recibir en Hacienda los volúmenes de obsequio

Y Juanito se convirtió en el defensor de su primer libro

Ť Centenares de personas protestaron contra el IVA a la lectura

Ť Carlos Monsiváis y David Huerta, en el desfile del escalidium

RENATO RAVELO

Los autores, editores y lectores llegaron hasta las oficinas recaudatorias de la Secretaría de Hacienda, en la avenida Hidalgo para protestar por el IVA a los libros, medicinas y alimentos, y dejar sus palabras, en pancartas, en volantes, en discursos, en consignas para que éstas se cruzaran y reprodujeran entre sí, se retroalimentaran, fueran fotografiadas y quedaran de alguna manera respondidas a las afueras del recinto.

Centenares de personas acudieron a la cita para regalarle libros a Francisco Gil Díaz y, al parecer al final, el acto quedó en el vacío porque nadie quiso recibir los cinco libros que se pretendía entregarle, de los 50 que llegaron, a la Oficialía de Partes. Alguien decidió, quizá espantado de la fuerza de las palabras que se extendían, más allá de los acostumbrados discursos o bloqueos violentos de quienes piden legalizar sus autos o que Hacienda responda del fraude a ahorradores.

''Maligno diseño de país''

iva-protesta1De nuevo los convocados fueron impuntuales y llegaron antes de la hora. Desde las escalinatas, Alejandro Varas, de la Unión de Vecinos y Damnificados, organizaba el sonido y al presídium, o escalidium, para el caso. Y la llamada era en cuanto llegaban: que suba Carlos Monsiváis, por acá (Humberto) Musacchio, acaba de llegar Laura Esquivel, si Martí Batres quisiera venir al frente.

Y empezó el desfile por el escalidium: ''Que renuncien Gerardo Estrada, Víctor Hugo Rascón Banda, Felipe Garrido y por supuesto Sari Bermúdez'' en protesta por esta medida, propuso Jorge Meléndez. Toca turno a Guadalupe Loaeza y dice que ya los autógrafos se los piden en servilletas y que de seguro Azcárraga Jean le pidió a Fox lo del IVA a los libros, ''para que más gente viera televisión''. Las palabras duras, pero también las curvas.

Palabras de aliento de Alejandro Aura y Carlos Monsiváis, quienes coinciden en que la reforma de los libros no pasará, que es casi un pretexto, pero de advertencia cuando señalan que el problema en sí es la reforma que responde a intereses que no son de la mayoría, que no ven las opciones recaudatorias en la Bolsa de Valores, donde se especula, en los capitales que se incrementan con la especulación y luego huyen.

Agustín Sánchez recuerda y lee el poema dedicado al IVA que en la década de los ochenta hiciera José Emilio Pacheco. Atienden Silvia Molina y Pablo Ortiz Monasterio. Atentado cultural,  condena a padecer Alzheimer histórico, acusa Esquivel; ¿quién se atreve a quitarme la libertad de leer?, reclama María Luisa La China Mendoza, en tanto el sol eleva la intensidad y aparecen: ''Aquí están los de bolsillo'' que no libros, sino sombreros que se doblan en cinco y aparecen lo mismo de actos deportivos, que manifestaciones o simples domingos de Alameda.

Los que promueven la reforma fiscal ''tienen un diseño de país malignamente malvado'', acusa Paco Ignacio Taibo II, quien con Benito y Paco Ignacio Taibo I, ya decidieron formar el circo Ataibo y por lo pronto promueven:

''No le regalemos libros a los funcionarios de Hacienda que ni los van a leer, démoslos mejor a quienes vinieron a la manifestación.''

Un niño, más bien un bebé, con gorrita, pero no de la dobladora, mantiene un cartel que es del tamaño de todo su cuerpo, palabra que sí, y que reza: ''Señor Gil Díaz: Este es mi primer libro, ¿por qué quiere usted que sea el último? Juanito''. Es la fascinación de cámaras de televisión y fotográficas. Con sus aventuras de Don Quijote, el buen Juan a sus meses de nacido, ya es celebridad.

Las personas que deben hacer trámites pasan con cierta simpatía, porque es una defensa noble como dice en su breve mensaje Mayté Noriega: ''No nos quiten la palabra''. Para Luz María, proveedora de equipo de cómputo para la SHCP, es normal este tipo de manifestaciones: ''Igual pasa en la Secretaría de Educación Pública, cuando me toca ir a cobrar''.

Entran a sus trámites, el acto continúa, pero nadie ha dado la cara por los funcionarios aludidos en los discursos. Rascón Banda promete regalarle dos libros al secretario de Hacienda, uno de teatro, Sabor a engaño, para que ''dejen de hacer una mala representación''; el otro de economía que en el título lleva la jiribilla: Economía y crimen.

Palabras que dan cuenta del apoyo de la Fraternidad de Reporteros que circulan su ejemplar de Los periodistas, así de grapas, sin cooperación de 3 pesos; palabras colgantes en carteles con citas de esas para adornarse en reunión familiar: ''Los libros me enseñaron a pensar y el pensamiento me hizo libre'', como bien dijera Ricardo Corazón de León, ¡arroz!

Contra todo el paquete

Esto apenas empieza, dicen todos, y ocasionalmente Enzia Verduchi, que ha sido como el combustible de este acto cuya autoría intelectual se atribuye a Musacchio, Leo Mendoza y David Huerta, toma el micrófono para decir a la concurrencia que firme la petición de que no se graven los libros, que va por los 200 nombres. O bien para decir que el jueves 19 se abrirá un tianguis de libros en la Cámara de Diputados, de 11 a 18 horas. Una copia de su propuesta de ampararse contra el impuesto, en caso de que pase, circula en fotocopias.

El hacha que traspasa el libro, la escultura de papel que simbólicamente representa la iniciativa de gravarlo, es el centro de acopio. Ahí se juntan unos 50 títulos de lo más variado. Lo mismo Naranja mecánica, Eurípides, que El horror, de Paulina López Portillo, que promete un análisis no del sexenio de su papá sino del fenómeno de las ñáñaras.

Libros infantiles, de Gerardo de la Torre; de Hans Kelsen, ¿Qué es la justicia?, que mejor sería que no lo leyeran con criterio cuadrado en el gabinete económico, porque empieza: ''La justicia es ante todo una característica posible pero no necesaria de un orden real''.

Cuando se tiene de gente casi hasta el camellón que separa con la Alameda, un performancero, Saúl Cortez, familiar de cierta música caída en los infiernos del periodismo, se pone a que le tomen fotos, corta un corazón y un cerebro presumiblemente de animal de granja y salpica impunemente, bajo el ilustrativo título ''El mutilador de libros''.

Sandro Cohen: ''Fundé una editorial y me dijeron que estaba loco y es cierto, pero somos muchos millones''. Las palabras de Ruy Sánchez hacen eco: ''El libro es el único producto en el cual nos podemos ver como seres humanos'', y no tienen que ver con sus otras palabras, las graciosas, con su propuesta de hacer la biografía de Gil Díaz, mediante beca.

Los del circo Ataibo son centro de atención de cámaras y micrófonos. Junto a ellos María Guadalupe, aún con uniforme escolar, porta un cartelito hecho en hoja de cuaderno de doble raya: ''Me faltan muchos libros por leer. Ya no podré hacerlo''. Martí Batres da su enésima entrevista de pasillo en la que insiste que es contra todo el paquete, no sólo contra el IVA a los libros, y la directora de Casa del Libro, María Dolores Davó, ofrece un curso gratis de corrección de estilo a los funcionarios de Hacienda.

Para el observador casual, que apenas llegara, eso sería un desbarajuste: no se organizan, diría, pero en realidad ese aparente desorden es tan sólo movimiento, no unidireccional, no centrífugo, sino el de la palabra que se junta y busca en el caos, se faja y se abraza, que se encuentra con semejantes y diferentes, cuya savia es la que se destila en los libros.

Los mismos que nadie quiso recibir en las oficinas de Hacienda, cuando cerraron sus puertas, a eso de las 13:15 horas, aunque ya nada más quedaban cinco (la propuesta de los Taibo ganó): los poemínimos de Efraín Huerta, un libro de Zaid sobre el progreso improductivo, La balada de la cárcel de Reading, de Wilde, y El arte de la guerra, de Sin Tzu.

Y es que hasta Juanito se llevó sus aventuras de Don Quijote, a eso de las 14:00 horas, cuando fracasaron los intentos de dejar los cinco volúmenes así fuese con la vigilancia, y le servía más bien de techito para su sueño, y las autoridades al parecer se salían con la suya, de acallar las palabras, aunque ahora deberán responder a la demanda que se piensa interponer por impedir el acceso pacífico a un recinto público, que es como faltar a las ''obligaciones de un funcionario público''.