SABADO Ť 7 Ť ABRIL Ť 2001
José Cueli
Derrida y la justicia
Las circunstancias generales por las que atraviesa nuestro país, particularmente si se pretende transitar hacia un estado de democracia implican la revisión de algunos conceptos fundamentales, como son el derecho, la justicia y la ley.
Son muchos los males que nos aquejan: inseguridad y violencia social, economía en franco deterioro, índices de desempleo que se incrementan día con día, servicios médicos insuficientes, elevados índices de pobreza y marginalidad y miles de indígenas arrinconados en espera del reconocimiento de sus derechos más elementales.
Se habla de la necesidad de preservar el estado de derecho y el apego a la ley, así como de la necesaria impartición de justicia, pero cabría preguntarse qué implican en profundidad tales enunciaciones y cuáles son las relaciones entre derecho y justicia y, también, entre el poder, la autoridad y la violencia.
Cabría aquí enunciar algunas reflexiones de Derrida respecto del tema que nos ocupa. En cuanto a la justicia, ésta no se agota nunca en las representaciones y las instituciones jurídicas que intentan ajustarse a ella. Lo justo trasciende siempre lo jurídico, pero no hay justicia que no deba inscribirse en el derecho, en un sistema y en una historia de la legalidad, en la política y el Estado. Y ello no quita que, a su vez, el derecho prime sobre la fuerza, como es su deber y y no hay derecho que no implique por sí mismo su aplicación, una técnica.
El derecho es siempre una fuerza autorizada que se justifica o está justificada al aplicarse, incluso si esta justificación puede ser juzgada, desde otro lugar, como injusta o injustificable. Recordemos las palabras de Kant: ''No hay derecho sin coacción". Según Derrida la palabra (enforceability) nos remite a la letra. Nos recuerda literalmente que todo derecho implica por sí mismo y a priori, en la estructura analítica de su concepto, la posibilidad de ser (enforced) aplicado mediante la fuerza.
Kant lo recuerda desde la introducción a la doctrina del derecho. Hay leyes que no se aplican, pero no hay ley sin aplicabilidad y no hay aplicabilidad o enforceability de la ley, sin fuerza, sea ésta directa o no, física o simbólica, exterior o interior, brutal o sutilmente discursiva, coercitiva o regulativa. ƑCómo distinguir la fuerza de la ley de la violencia que se juzga siempre injusta? El vocablo alemán gewalt y sus equivalentes en francés e inglés se traduce a menudo como violencia. Gewalt también significa para los alemanes poder legítimo, autoridad, fuerza pública y, por tanto, es a la vez la violencia y el poder legítimo así como la autoridad justificada. Heidegger siguiendo a Heráclito encuentra que dike, la justicia, el derecho, el proceso, el veredicto, la pena o el castigo, la venganza, etcétera, es originariamente eris (conflicto, streit, discordia, pólemos o kamp) es decir, también adikía, la injusticia.
Lo que pretende tener fuerza de ley inscribe así la apelación a la fuerza en el concepto mismo de autoridad. El riesgo de tiranía acecha ya desde el origen de la ley. Y está presente en su consecuencia, en lo que Pascal, de acuerdo con uno de sus pensamientos más conocidos pero a la vez más enigmáticos la ''secuencia'': justicia, fuerza. ''Es justo que lo justo sea seguido, es necesario que lo que es más fuerte sea seguido. La justicia sin la fuerza es impotente; la fuerza sin justicia es tiránica''.
Para Derrida no es necesario recordar los discursos sobre la doble afirmación. Sobre el don más allá del intercambio y de la distribución, lo indecible, lo inconmensurable y lo incalculable, sobre la singularidad, la diferencia y la heterogeneidad; también discursos al menos oblicuos acerca de la justicia. Destaca que un cuestionamiento deconstructivo que comienza, como fue el caso por desestabilizar, complicar o recordar las paradojas a propósito de valores como lo propio y la propiedad en todos sus registros, el valor de sujeto y, por tanto, de sujeto responsable, de derecho y de sujeto de la moral, de la persona jurídica o moral, de la intencionalidad, etcétera, y de todo lo que se sigue, un cuestionamiento deconstructivo como éste conlleva de manera ineludible al derecho y la justicia. Un cuestionamiento sobre los fundamentos del derecho, de la moral y de la política.