Ť Con un sonido estridente buscó ocultar su falta de potencia en la voz
Un verdadero suplicio el primer concierto de Julio Iglesias en el Auditorio Nacional
ARTURO CRUZ BARCENAS
Fue horroroso, un verdadero tormento. El primero de los
dos conciertos, el pasado viernes, de Julio Iglesias fue un castigo (las
casi tres horas que duró). Y es que en las dos pantallas gigantes
se proyectaba la imagen del cantante español -las cámaras
lo enfocaron de la cintura para arriba-, pero detrás de él
se movían al compás de la música tres mujeres que
robaban el aire.
Una rusa, una gringa y una cubana. Pelirroja, rubia y
morena. Una, dos, tres. Como astillas, las tres se metieron en los globos
oculares. ¿Serán de verdad? Patilargas, fémures y
tibias jirafescos.
El público del compositor de De niña a mujer y Dieciséis años, autodenominado como el "cantante de lengua española más popular de todos los tiempos", con casi 250 millones de discos vendidos de por vida, es heterogéneo. Muchos lo acompañan desde por allá de los setentas del siglo pasado; hay quienes se casaron oyendo Río rebelde o Un canto a Galicia.
Y creyeron que Julio los iba a complacer, pero éste está más clavado en sus rolas de hoy, como A gozar la vida, que dice que, lugar común, la vida es corta, caballero. Cerca de los 60 años, con algunas cirugías para restirar la piel de la cara ("A ti ya te toca", dijo el papá de Enrique Iglesias a este reportero hace unos días), en algunos temas parece que olvidará la letra. El titubeo dura un instante, pero su experiencia lo hace reponerse.
Adjudica Fallaste corazón, de Cuco Sánchez, a José Alfredo Jiménez, pero nadie se lo reclama. "Es español y eso lo disculpa", comenta un cuarentón fan.
El público, que a duras penas medio llenó el Auditorio Nacional (afuera fue una mala noche para los revendedores), le pidió hasta el final Wendolín, que nunca interpretó. Dijo que esas canciones son de cuando tenía una idea algo infantil del amor. ¿Y ahora? ¿Se arrepiente?, ¿estuvo mal?
Más cerca de los Estados Unidos, se reventó sus éxitos a dúo con Diana Ross. ¡Qué feliz hubiera sido Julio si su lugar de nacimiento hubiera sido EU! Buscaría ser como Sinatra, por lo menos.
Desde la primera interpretación (Un canto a Galicia) molestó el sonido, mal ecualizado, que provocó reflexiones como: "Eso busca Julio. Nunca ha cantado y menos hoy, por eso ahora oculta su falta de fuerza con un sonido cargado a los agudos, reverberado, con eco. El más mínimo efecto de voz retumba, aparentando una voz potente. Cosas de la tecnología. La orquestación y los arreglos suplen, envuelven lo que la garganta no puede dar. A eso añádele las chicas del coro". Julio, ya entonaba un tango (Corrientes), que será el marco para que una pareja dé su arte, con apóstrofes de flamingos y garzas en celo.
Cientos salen satisfechos; otros, en el microbús, dicen a su pareja: "Cuando lleguemos a la casa me voy a bañar con agua bien fría para cantarte como Julio Iglesias".