DOMINGO Ť 8 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Temía que la modernidad cayera en lo bestial, sostiene Safranski

Nietzsche, deus ex machina

MONICA MATEOS-VEGA

El drama vital de Nietzsche es que fue víctima del anhelo de poder. Esta es una de las premisas que el filósofo alemán Rüdiger Safranski plantea en la biografía del pensamiento del autor de Ecce Homo, libro en el que pretende descifrar ''cómo Nietzsche se hizo Nietzsche y cómo se precipitó y, en cierta medida, se 'quemó' en sus propias imágenes".

Nietzsche. Biografía de un pensamiento llega a México publicado por Tusquets en su colección Tiempo de memoria. Esta crónica de las ideas de uno de los grandes pensadores del siglo XX comienza así: ''El verdadero mundo es la música. La música es lo monstruoso. Si uno la escucha se abriga en el ser. Así la experimentó Nietzsche, para quien NIETZSCHE-11la música lo era todo, una realidad que no habría de terminar nunca. Pero lo cierto es que acaba, y por ello se plantea el problema de cómo seguir viviendo cuando ésta ha pasado".

Safranski también es autor de la que está considerada la biografía definitiva de Martin Heidegger. En entrevista con el diario español La Vanguardia, con motivo de la aparición de su biografía de Nietzsche en España, en febrero pasado, el investigador señaló que Nietzsche y Heidegger ''retomaron" el antiguo sueño platónico de pretender que la filosofía tomara el poder, ''es la antigua historia de la susceptibilidad de la filosofía para ser seducida. Si tomamos en consideración que se trata de dos grandes pensadores, esta historia de seducción puede sernos muy instructiva".

El autor asegura que el concepto central de la obra y el pensamiento nietzscheanos es la ''voluntad de poder'', aunque, explica, ''hay que entenderla en un doble sentido. El imperativo categórico de Nietzsche se cifra en alcanzar el poder sobre sí mismo, conformarse a sí mismo, reconocer y modelar los propios afectos. De esto resulta un arte filosófico de la vida para uso del individuo que quiere seguir siendo un individuo y que no desea convertirse en un ser de la masa humana".

El genoma, sólo una perspectiva

El otro sentido de la ''voluntad de poder'' definida por Nietzsche, añade Safranski, implica que ''es vista como un principio explicativo a nivel cósmico. Todo lo vivo, decía Nietzsche, está determinado por las fuerzas vitales del propio mantenimiento e incremento. Nietzsche vinculó a esta visión una peligrosa moral: una moral de la fuerza, una crítica a la compasión, etcétera. A pesar de esto, o justamente debido a ello, Nietzsche se convirtió en uno de los psicólogos más agudos, hurgando como nadie en los rincones más ocultos de nuestra alma. Otra idea importante de Nietzsche es que no hay verdades, sólo existen infinitas perspectivas. Esto es aplicable al individuo y también a las culturas. En la actualidad creemos que con el genoma hemos descubierto la verdad sobre el ser humano. El diría que se trata sólo de una de las perspectivas en las que creemos. De ahí que el perspectivismo y el pluralismo de Nietzsche sean una protección inmunológica contra ideologías de cualquier tipo. Nietzsche analizó cómo hemos llegado a este nihilismo: el platonismo y el cristianismo han concedido un valor a la vida al vincularla con una metafísica. Cuando este vínculo se rompe, como ocurrió en la modernidad, existe el peligro de que la vida nos parezca carente de valor. Toda su filosofía gira alrededor de la pregunta sobre cómo podemos devolver a la vida su misterio, cómo podemos mantenerlo. La motivación de Nietzsche es el miedo a que la modernidad secularizada caiga en la banalidad e incluso en la bestialidad. Así habló Zaratustra es un sermón sobre cómo se puede 'santificar' la vida sin recurrir a la religión y a la metafísica tradicionales. Nietzsche es también un metafísico moderno, lo cual es una prueba de que la física no puede acabar con el milagro de los humanos. El ser humano es un ente metafísico''.

Heidegger y Nietzsche, para Safranski, vislumbran que el ser o la vida no son temas agotables mediante el pensamiento, ''intuyen que hay que mantener el pensamiento en vida y esto significa preservar al pensamiento frente a la seducción mediante la objetivación, la cosificación. Corresponder al ser o a la vida significa preservar el misterio. Y sólo si preservamos el misterio del ser o de la vida, preservamos también la dignidad humana. Esta idea unifica a ambos".

Safranski se concentra en el génesis y la clave de las ideas de Nietzsche; así, escribe en uno de los apartados: ''Nietzsche somete a juicio con todo rigor el arte y su pasión por él. Ni siquiera exceptúa su amor a la música. La música era para él el lenguaje de lo monstruoso, del misterio dionisiaco del mundo, es el santuario. Por eso el golpe 'profanador del templo' no ha de detenerse ante ella. Escribe con un ánimo forzado, sin consideraciones consigo mismo: 'En sí ninguna música es profunda, ni está henchida de significación; la música no habla de la 'voluntad', de la 'cosa en sí'''.

El autor de Nietzsche. Biografía de su pensamiento concluye: ''Nietzsche era un laboratorio del pensamiento y no se concedió pausa en la tarea de interpretarse a sí mismo. Era una central eléctrica para la producción de interpretaciones. Llevó al escenario el drama de lo que es posible pensar y vivir. Con ello exploró lo posible para el hombre. Quien tenga el pensamiento por un asunto vital, nunca podrá despedirse de Nietzsche".


Así hablaba Federico

A veces la vivencia de la música es tan fuerte, que uno teme por su pobre yo, que corre peligro de perecer de ''orgía musical'' por puro arrobamiento en la música. Por eso es necesario que entre la música y los oyentes dionisiacamente receptivos se interponga un medio distanciador: un mito de palabra, imagen y acción escénica... Es difícil imaginarse a un hombre, dice Nietzsche, que, por ejemplo, ''estuviera en condiciones de percibir'' el tercer acto de Tristán e Isolda de Wagner ''sin ningún auxilio de palabras e imágenes puramente como una imponente frase sinfónica, y no se extenuara bajo el compulsivo despliegue de todas las alas del alma''. Quien oye esta música, ha puesto su oído, por así decirlo, ''en el ventrículo de la voluntad del mundo'', y sólo el acontecer plástico en primer plano lo preserva de perder enteramente la conciencia de su existencia individual.