Jornada Semanal, 8o. de abril del 2001 

 
 

Novísimos de Aragón


 

Desde sus veintiséis años de edad, Arturo Moreno Vega, uno de los novísimos de Aragón que hoy presentamos a nuestros lectores, contempla su tierra y, al mismo tiempo, define el tono que emparienta su voz con la de sus coetáneos y coterráneos: “Esta tierra amable se sitúa fuera/ de la ‘zona de la Biblia’ donde el levante/ y el sol sedimentan las sonrisas.” El viento, la sangre, la locura, pero también los sueños, el ámbar y, significativamente, Dios, ubican la luz y la sombra que dibujan el claroscuro poético al noreste de la Ciudad de México, donde se asienta la ENEP Aragón de la UNAM, alma mater de estos novísimos.

 
 
 
 

Cáustico

Luis Javier Mondragón 
(1980)

Tu vida se concentra en un párpado
 que tu risa de hule desmiente

No quieres saber 
                        tal vez no hay nada
y eso te vuelve más loco

te desespera en la noche,
    la noche como algo que sólo sospechas.

Y no te sirve saltar de luna 
                                        en 
                                             luna

Comprendes
                    que estás solo

que la vida es una muerta bocabajo
una muerta que lucha y se rasguña la cara.

te das tiempo
                    o
                    te quitas tiempo
para desordenar tus cicatrices
hechas por tu propio corazón.


Rojo

Sergio Iván Medina Díaz 
(1974)

En el jardín de tus manos Soy
y tú eres de mi voz

En las olas de tu boca soy
andante y tú sirena

Que no eres tú
Que no soy de ti
mentira es el sueño que no duele
como dueles
                    cuando Eres todo

En las sombras de mis ojos, tú
semillas de las nubes

En la arena de mi tiempo, tú
       mi breve sol sin fin

Mentira es el sueño que no duele
Como dueles
                    cuando Eres todo
 


De torva musculatura

Yolanda Rodríguez Saldaña 
(1966)

De torva musculatura
con un mirar a medias
donde caben algunos pájaros
y la luna
            como el vaho de Dios,
camino entre el cenizo verde de las frondas

La voz de mi infancia
la he dejado en el aula matutina,
hoy bebo café
como si el mundo me diera la mano
ignorando la atrocidad de mis muñones

Restos, sólo restos sobrevuelan
esta ósea armadura

¿Dónde mi sitio?

¿Hacia dónde es adentro?

Aquí aún duermen murciélagos y telarañas
queriendo con un sueño vencer al mundo

Como el moho que se añeja
en las paredes de un muerto
me ciño a esta parte del mundo
                                            que me sobra

Estoy convicta
                        a ser
                                    humano.

 

Bala

Agustín González 
(1980)

Amor a tu ombligo 
                        que es nube 
no ves que es ámbar
es la luna amarilla y el Dios finito
yo colapso la electricidad
para que no te caigas
y veas
cómo nosotros somos los de la cumbre
de ese cuerpo índice que nos da flor y deriva
voy al paso de esa canción que tanto te gusta
y sostienes en la mano
    amor he dicho, 
y te entrego 

                el topo en la espalda de la noche.


Nordeste

L. Arturo Moreno Vega 
(1976)

Para S.M.
De este lado del viaducto el aire
cala y reseca singularmente.
Emergen vientos del lunar llano,
de ríos como cinturones de astros negros 
y levantan el polvo de todas tantas partes,
depositándolo en nuestros rostros, infancias y promesas.

Tales vientos son capaces y se atreven 
a doblar las más pétreas estructuras.
Nunca nadie sabrá si el verdugo
fue el aroma a vida y si la alegría 
en esta pobreza es sincera.

No existe el miedo, reímos ceñidos al precipicio
e incertidumbre de no poseer mañana
vaso de agua en el cual sorber el universo. 
Diáfano se ignora, no sólo como adjetivo. 

Tirar nuestros cósmicos quebrantos parece imposible. 
El principio de gravedad exige al pecho convertirse
en cráter, entre aridez de costillas revolcarse y lanzar
al espacio, en lluvia inversa, las lágrimas.

Esta tierra amable se sitúa fuera
de la "zona de la Biblia" donde el levante
y el sol sedimentan las sonrisas.

Sin embargo, de este lado del viaducto
sin suelo ni sangre a diario veo a Dios.
 



 


Cerrarlos, abrirlos... da igual

Favian H. M. 
(1982)

Bien adentro de mí estás,
no eres parte, pero estás en mí.

Tú: equivalente general de valor, 
eres tan simple y tonto
como la existencia de dios
sin el hombre.

Cerrar o abrir los ojos
en estos tiempos da igual

Todos los días
en los que irremediablemente
he de mirarte, te odio

He de rezar 
para que ya no existas,
y también para que no me faltes.