Ť Sin solución, el problema de los desplazados; siguen amenazas de paramilitares
Con la Virgen de la Masacre en hombros, sobrevivientes de Acteal visitan Los Chorros
Ť Todavía no ha sido decomisada ningún arma de las que se usaron en la matanza, afirman
JESUS RAMIREZ CUEVAS ENVIADO
Acteal, Chis., 8 de abril. Llevando a la Virgen de la Masacre en sus hombros, sobrevivientes de la matanza de Acteal visitaron por primera vez el ejido Los Chorros, uno de los bastiones de los grupos paramilitares que perpetraron aquel crimen. Encontraron la iglesia católica cerrada como de por sí está desde hace casi cuatro años. En una improvisada ermita los sanpedranos celebraron la llegada de la imagen religiosa en medio de un pueblo que parecía semidesierto.
Con música, flores, cohetones y hojas de palma, los católicos que viven en Los Chorros recibieron a la imagen de la Virgen de Guadalupe rebautizada por los indígenas de Acteal, quienes la trajeron desde su pueblo.
Así comenzó el Domingo de Ramos en esta región montañosa de los Altos de Chiapas, recordando la realidad que viven los 10 mil 500 indígenas desplazados de sus comunidades por la violencia paramilitar. Las fiestas de la Semana Santa iniciaron en los campamentos de refugiados con ceremonias religiosas y con la visita de la imagen de la Virgen de la Masacre de Acteal por cerca de una decena de comunidades de San Pedro Chenalhó. La misma condición de desplazados hace evidente uno de los saldos pendientes del conflicto chiapaneco: la situación de los refugiados de guerra.
Recuerdo del horror
La historia de esta imagen religiosa está ligada a la tragedia que han vivido los tzotziles sanpedranos refugiados en Acteal. El 22 de diciembre de 1997, un grupo paramilitar asesinó a mansalva a 45 niños, mujeres y hombres indígenas mientras rezaban cerca de la vieja ermita de la comunidad, situada en una ladera a un lado de la carretera. Los paramilitares irrumpieron disparando en el campamento del grupo Las Abejas, donde se encontraban unos 250 refugiados, la mayoría mujeres y niños que oraban hincados sobre la tierra.
El sonido de los disparos dispersó a todos, un grupo grande de desplazados se escondió en la barranca donde comienza un arroyo de agua, muy cerca de la ermita. Delatados por el llanto de los niños, los paramilitares dieron con los indígenas y descargaron su furia asesina. La balacera duró cerca de siete horas y la policía estatal, apostada a 200 metros, nunca intervino para evitarla.
Ese día, la Virgen de Guadalupe quedó hecha pedazos, "murió con nuestros hermanos. La juntamos con una venda de enfermo. Fue así como tuvo su resurrección. La Virgen vio todo lo que pasó y ahora está completa, por eso le pusimos la Virgen de la Masacre", explica Vicente Ruiz Pérez, quien fue uno de los sobrevivientes de la matanza. La Virgen fue un testigo mudo de aquellos hechos vergonzosos para la nación. Ahora es testimonio que recuerda a aquellos muertos, y su peregrinaje revela cuán lejos están la justicia y la paz para los habitantes de estas tierras. Al restaurar la virgen recuperaron su memoria colectiva que este ritual reafirma.
El origen de la celebración fue explicado en la invitación que hicieron los refugiados indígenas católicos en sus propias palabras: "los desplazados y las comunidades hemos reconocido la presencia de Dios en la jMe'tic (virgen en tzotzil) de la Masacre. La sentimos presente en el pueblo que nos reúne sin diferencias. La jMe'tic nos une porque es la madre de todos y es nuestra intercesora ante Dios Padre. La sentimos presente en nuestro sufrimiento, en nuestros anhelos y en nuestras esperanzas y nos ayuda a resistir para avanzar en la lucha".
En la misma ermita donde sucedió el crimen, a unos metros del sepulcro comunitario que alberga los cuerpos de las víctimas, los indígenas comenzaron la liturgia religiosa para despedir a la Virgen. Los rezos y cantos se iniciaron desde temprano al interior de la pequeña construcción de madera que aún lleva las huellas de las balas disparadas esa fatídica Navidad de 1997. El techo está adornado con plásticos de colores. El altar es modesto. En el centro, sobre una mesa cubierta con una tela, está la imagen de la Virgen. Ramos de flores y velas la rodean. Lleva un vestido indígena igual que el que portan las mujeres de esta región. Lleva puesto un velo negro. Colocan la vitrina que la protege sobre un palanquín de madera y la cargan en hombros cuatro mujeres.
En caravana salieron del templo los indígenas y subieron hasta la carretera. Encabezaban la peregrinación unos músicos que tocaban una flauta de carrizo, dos tambores y un arpa. Detrás, otros indígenas con unas banderas con la imagen de San Pedro y otra blanca que dice con letras grandes: "Paz". Entre el humo del copal y la música unas mujeres van cargando a la Virgen y un cuadro religioso.
En la carretera los esperan tres vehículos. Subieron la imagen a una camioneta y en otras dos se acomodaron los acompañantes. Enfilaron por la carretera que lleva hacia San Cristóbal, después de dos kilómetros, al llegar al ejido Majomut, se desviaron por una brecha que se dirige hasta Los Chorros, unos 10 kilómetros más adelante. En Majomut está el centro de operaciones militares del Ejército en los Altos de Chiapas y el cuartel del 11º Batallón de Caballería Motorizada.
Pasaron luego por Yibeljoj, comunidad donde se estableció un campamento con indígenas de Los Chorros que no pueden regresar a sus casas por las amenazas de los paramilitares que ahí operan. Por un sinuoso camino de tierra los peregrinos motorizados llegaron a su destino. A la entrada del ejido, un moderno alambre cortante anuncia el campamento militar que fue instalado aquí a fines de 1997, junto con otros 18 cuarteles y campamentos del Ejército que fueron construidos con el objetivo de desarmar a los grupos paramilitares y garantizar la seguridad de la zona. Sin embargo, a más de tres años, y a pesar que han disminuido sus acciones, los paramilitares siguen armados y han continuado sus amenazas y agresiones.
Al llegar a Los Chorros se notaba cierta tensión, la comunidad estaba en un silencio pesado que sólo fue roto con el estruendo de los cohetones que anunciaron la llegada de los peregrinos. Poco antes, algunas patrullas de Seguridad Pública atravesaron la carretera. Los Chorros es uno los pueblos que ha sido señalado como centro de actividad de los grupos paramilitares en este municipio. Entre sus habitantes todavía está fresco el recuerdo del operativo que realizó la PGR en noviembre pasado para detener a algunos líderes paramilitares.
La operación de la Judicial Federal fracasó porque alguien avisó a los paramilitares desde antes y ya estaban esperando cuando llegaron esa madrugada policías judiciales, testigos y periodistas. Todos ellos fueron agredidos con piedras, palos y rociados con un herbicida en polvo. Los soldados apostados en esa población nunca intervinieron, pese a que se efectuaron disparos con arma de fuego. Después de esa acción los paramilitares continúan operando en el poblado y es la fecha en que no ha sido decomisada ni una sola de las armas que se utilizaron en la matanza, pese a que ahí los militares realizan su "labor social" cada día desde hace tres años. De esta comunidad partió uno de los grupos que perpetraron aquella matanza.
Los peregrinos detuvieron su camino unos 500 metros antes de llegar a la antigua iglesia del lugar. En la orilla de la brecha, con hojas de palma en la mano, ya los esperaban los indígenas católicos de la comunidad, la mayoría del grupo Las Abejas. De un lado los hombres y de otro las mujeres.
Las autoridades tradicionales de Acteal saludaron a las ex autoridades tradicionales de esta comunidad (mismas que fueron depuestas hace tiempo por los dirigentes paramilitares que militan en el PRI y en el Partido Cardenista). Como es la costumbre, se reverencian y se tocan la cabeza mutuamente. Algunos llevan bastón de mando. Todos visten como los pedranos, con su calzón de manta de impecable blanco, llevan además una casaca de lana negra y sombreros de palma llamados pixoles, con listones de colores y una borla en su cinta. En sus cuellos portan un pañuelo rojo grande que parece bufanda. Sus pies desnudos van calzados con huaraches.
Las muchachas de Acteal que llevan a la Virgen entregan la imagen a seis mujeres también muy jóvenes de la comunidad visitada. Dos centenares de indígenas comienzan su caminata, la mayoría son mujeres. Ellas van ataviadas con sus huipiles con rayas de colores, como se usa por aquí, sus rebozos blancos brillan con el sol y hacen más deslumbrantes sus brocados rojos que dibujan flores y grecas. Muy peinadas, llevan su pelo trenzado con listones rosas y celestes. Los hombres llevan calzón de manta.
Los sobrevivientes de Acteal, a pesar del recuerdo que les significaba pisar estas tierras, iban tranquilos. Sin embargo, se les veía una tristeza profunda en sus ojos. Con la bandera de la paz al frente, comenzaron a caminar cantando y rezando en su lengua tzotzil. Los músicos tradicionales son encabezados por el amarero (flautista) que va tocando una melodía, a ellos se les suma otro conjunto que toca la guitarra, el guitarrón, un cuatro y un acordeón. Detrás va la Virgen, a quien una anciana va sahumando con copal. Después van las mujeres con flores y palmas.
Al llegar a la iglesia, que fue cerrada por los paramilitares desde 1997, los ancianos principales que acompañan la liturgia se forman en fila frente a la fachada del templo y efectúan una oración con la cruz maya, saludando y persignándose hacia los cuatro puntos cardinales. A un lado de la iglesia acampan unos 20 policías estatales que tienen la misión de vigilar el pueblo. Algunos miran la escena bajo un calor de penitencia.
La peregrinación desciende por un sendero que baja por la ladera dentro del pueblo para llegar a una construcción de madera que los indígenas han improvisado como capilla. Los reciben con la música del coro de los sobrevivientes de Acteal. Un grupo a ritmo de cumbia toca canciones religiosas.
La rústica construcción está alfombrada con juncia, cuyo aroma inunda toda la estancia. El techo es de lona, por lo que se concentra el calor debajo. Al fondo hay varias imágenes, destacan la Virgen de Guadalupe y San Pedro. Delante de ellas colocan a la llamada Virgen de la Masacre.
El párroco de Chenalhó, Pedro Arriaga, inició la misa explicando el origen del nombre de esta imagen religiosa que peregrinará toda la semana por varias comunidades sanpedranas que simpatizan con grupos distintos, además de la mencionada, mañana estarán en Yibeljoj (Abejas), después en Yabteclum (PRI), Quexalucum (PRI), Bachén (Abejas) Tazabaló y Polhó (ambas zapatistas). El domingo de Pascua los indígenas de Polhó la llevarán de regreso a Acteal.
Las palabras del sacerdote fueron traducidas simultáneamente al tzotzil. "Es la segunda vez que sale la Virgen de Acteal. Su foto presidió un encuentro religioso sobre teología indígena en El Salvador. Ahí estuvo Tatic Samuel Ruiz", la sola mención del obispo provocó un aplauso. El padre continuó su sermón: "30 mil sanpedranos luchan por salir de la injusticia y la marginación. La Virgen de Guadalupe ve que muchos indígenas no pueden regresar a sus pueblos por los grupos paramilitares. Actualmente hay más de 10 mil desplazados que no pueden volver a su hogar".
"Hoy le informamos --dijo el párroco Arriaga-- a la Virgen María que en los últimos días se han dicho muchas palabras a favor de los derechos indígenas de nuestro país. Aquí desde Chenalhó decimos: no se han solucionado los problemas, pero tenemos esperanza de que se resuelvan".
Vestido como indígena, el cura enumeró los problemas de los desplazados de la zona: "siguen los grupos paramilitares todavía impunes, no se ha detenido a todos los asesinos de Acteal, tenemos muy bajo el precio del café, hubo mala cosecha de maíz, falta agua, no tenemos para comprar ropa ni alimentos. Nuestros niños no pueden ir a la escuela, no tenemos trabajo".
"En este momento de cambio que vivimos, que la visita de la jMe'tic de la Masacre nos dé fuerza en el corazón para trabajar unidos en las comunidades y seguir avanzando en el camino de la paz, del retorno, y lograr cada día una vida digna", afirmó Vicente Ruiz Pérez, catequista de Acteal.
"Te pedimos valor para resistir, para no desanimarnos, pedimos que nos cuides y que nadie pueda hacernos daño. Danos fuerza para que no nos cansemos, para que nuestra lucha sea con las palabras, no con las armas".
Vicente Ruiz explicó que las negociaciones entre priístas y Abejas de este municipio con el gobierno de Pablo Salazar se rompieron. "El diálogo se cortó porque hace 15 días fue golpeado un joven por paramilitares de la comunidad de Pechiquil. El gobierno quiere reconciliar a los grupos, pero no es posible porque todavía hay paramilitares que siguen amenazando. Queremos justicia, el gobierno dice que tiene corazón, pero los asesinos siguen libres y así no puede haber reconciliación. Queremos la paz, por eso es la primera vez que sobrevivientes de Acteal visitan Los Chorros, para invitar a la reconciliación, pero se requiere un diálogo".
A este grupo de vocación pacífica un periódico de circulación nacional le atribuyó, sin sustento pero con mala fe, el intento de invadir Guadalupe Tepeyac, distante a 300 kilómetros de esta región.
Dentro de la capilla, mujeres y hombres se hincan ante la Virgen, rezan, le prenden velas, le tocan su música, sus rostros morenos sonríen al estrecharse las manos entre todos. Así, la Virgen de la Masacre inició su peregrinaje por estos parajes donde siguen abiertas las heridas de la guerra que se desató contra los indígenas rebeldes y contra quienes han osado oponerse al PRI.