MARTES Ť 10 Ť MARZO Ť 2001
Fernando del Paso
Una catástrofe masIVA
El precio de 30 pastillas de Casodex --es decir, una diaria durante un mes-- es de 2 mil pesos. Esto lo pone fuera del alcance de los cientos de miles de mexicanos que, entre los 30 millones de miserables, padecen de cáncer de próstata. Y de aquellos otros cientos de miles que lo padecerán.
La atorvastatina --uno de sus nombres comerciales es Lipitor-- sirve, también, para alargar la vida, al abatir el exceso de colesterol en la sangre. Tomar una pastilla diaria de 20 miligramos cuesta 900 pesos al mes. Esto también está fuera del alcance de los millones de mexicanos que padecen, y padecerán, enfermedades cardiovasculares.
En pocas palabras, el rico tiene derecho a prolongar su vida. El pobre, no.
De modo que, si se agrega el 15 por ciento de IVA a éstos y a otros muchos medicamentos --para no hablar de los destinados a seropositivos y sidáticos--, a nuestros pobres no les afecta en nada. Y si no se agrega el IVA, tampoco. Y si se les llegara a reducir el precio en un 15 por ciento, lo mismo.
Es como si hubiera que pagar por entrar al cielo --antes, y hasta hace poco, así era, con la compra de indulgencias: remember Lutero-- y al precio se le aumentara un 15 por ciento: a todos aquellos pobres imposibilitados para pagar la entrada, un aumento del 15 por ciento no les afectaría en lo absoluto.
Se quedarían donde están: en el infierno.
Pero, hablando en cristiano: volver más inaccesible --si se me permite la expresión-- lo que de por sí es inaccesible para los pobres, Ƒno es empobrecerlo más todavía?
Se me dirá que para eso existen el ISSSTE y el Seguro Social. Bueno, primero hay que recordar que millones de mexicanos no reciben el beneficio de la seguridad social y que, si triunfa la aparente tendencia a privatizar la medicina, otros varios millones de mexicanos dejarán de recibirlo. Desde luego, a aquéllos que ni antes ni ahora lo disfrutan, no les afectará. No se puede perder lo que nunca se ha tenido.
Parece que somos incapaces de seguir el ejemplo de naciones como el Reino Unido, Francia o Suecia --países capitalistas, desde luego, cuyos regímenes nada tienen que ver con el socialismo y con el comunismo menos--, cuya seguridad social, que abarca a todos sus habitantes, presta un invaluable servicio a esos países, sin que por ello se haya estancado el próspero desarrollo de sus economías nacionales.
ƑY los millones que sí pertenecen al ISSSTE o al IMSS? Déjenme contarles algo: a mi regreso a México, tras dos décadas de ausencia, me reincorporé como empleado de la Universidad de Guadalajara, al Seguro Social, y me aconsejaron que le solicitara a éste los tres medicamentos básicos que necesitaba para regular mi condición cardiaca y que significaban para mi bolsillo una considerable erogación mensual. Así lo hice. El médico que me atendió --quien por cierto no me tocó un dedo-- estuvo de acuerdo en que esos medicamentos eran los correctos, pero me advirtió que dos de ellos no figuraban en el llamado "cuadro básico". El tercero sí, y me dio una prescripción para obtenerlo. Acudí a una farmacia del IMSS. Estaba agotado. Acudí a una segunda farmacia. A una tercera. En todas estaba agotado, y lo estaría hasta que, tres meses después, desistí y lo compré. Soy de los privilegiados.
Se me dirá que en todos los países, aun en los más desarrollados, hay pobres para los que algunos medicamentos están fuera de su alcance. Sí, en todas partes se cuecen habas. Pero en México, a carretadas. A millonadas.
Lo mismo ocurre con los alimentos. El gobierno pretende que se agregue el IVA a todos los alimentos para, a fin de cuentas, hacer una concesión --que sin duda aplaudirán los pobres pobres-- y exceptuar los productos de la canasta básica: los frijoles, las tortillas, los bistecs de carne corriente, el aceite, etcétera, etcétera.
Pero el gobierno bien podría gravar, por ejemplo, el huachinango del Golfo o el filete de res sin que tal cosa les afectara en nada a los pobres, porque éstos y otros muchos alimentos --que también, por su valor nutritivo, sirven para alargar la vida, una mejor vida-- están fuera de su alcance. Y hasta los más comunes: si los cuatro miembros de una familia consumieran dos bizcochos cada uno en el desayuno y dos en la merienda, y medio litro de leche y un cuarto de pollo al día --con exclusión de todos los otros alimentos: azúcar, tortillas, arroz, frijoles, huevos, verduras y frutas-- gastarían, al mes, 480 pesos en leche, 900 en pollo y 720 en bizcochos. En total, 2 mil pesos. ƑCuántas familias de esos 30 millones de miserables --y de otros 10 o 15 no tan miserables-- pueden darse ese lujo suntuario?
Ninguna. Con IVA, o sin IVA, no cambia su vida.
Esta es la clase de país que hemos hecho: una catástrofe masIVA.
No fue desde luego Fox quien inventó la miseria. Tampoco la corrupción, que es mucho más vieja que el PRI, porque tiene tantos años como la dentadura del virrey. Y es muy posible que, como dice Carlos Fuentes, el presidente Fox actúe de buena fe. Pero, además de que también de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, pienso que la solución que propone su gobierno es una atrocidad. Profano como soy, bien dice el dicho: yo no sé hacer peras, pero sé cuándo están maduras. O en este caso sería mejor decir: yo no sé hacer peras, pero sé cuándo están podridas.
Y es que esta propuesta de reforma fiscal apesta.
Necesitamos, quién lo duda, una reforma fiscal a fondo. Pero para hacerla necesitamos también valor, imaginación y sentido común. Por ejemplo:
ƑPor qué no aumentamos en un cien por ciento los impuestos prediales, que en nuestro país son ridículos?
ƑPor qué no, en lugar de aumentar en un 50 por ciento el agua, lo que sería una barbaridad, no se fija el precio del líquido --tengo entendido que esto lo propuso un grupo del que sólo sé que en su nombre lleva el de Francisco Villa-- de acuerdo al costo del metro cuadrado del terreno donde se edifican las viviendas? ƑCómo es posible que el agua le cueste lo mismo al habitante de un departamento de ciudad Neza que a uno de Las Lomas que tiene un terreno de 500 metros cuadrados y una alberca?
Una de las más grandes mentiras de nuestro país es que las playas pertenecen a todos. Pero abundan --y todas las autoridades lo saben-- los hoteles de lujo que han construido bahías particulares a las que nadie, a excepción de sus huéspedes, tiene acceso. ƑPor qué no cobrarles un impuesto especial por metro de playa que detentan --ésta es la palabra correcta--, en relación con el promedio mensual del número de huéspedes?
ƑPor qué no cobrar un impuesto especial por metro cúbico de agua de las albercas de esos hoteles --muchos de ellos, por cierto, construidos junto a poblaciones donde no hay una sola alberca municipal para sus niños?
ƑPor qué no, en lugar de reducir el impuesto a bebidas alcohólicas y cigarros --algo que escapa a mi comprensión--, se aumenta en un 30, 40, 50 por ciento el de aquellas bebidas cuyo precio sea superior a los 120 pesos por 750 mililitros, y se toma una medida semejante con los cigarros que pasen de un determinado precio? Impuestos, claro, éstos y otros, adaptables a factores, como la pérdida del poder adquisitivo y la inflación.
ƑPor qué no, en lugar de reducir en ciertas circunstancias, como se propone el ISR del 35 al 32 por ciento --una aberración también incomprensible--, se les aumenta a los ingresos millonarios hasta el 40 o el 45 por ciento más?
Estas son sólo algunas posibilidades. Estoy seguro que debe haber muchísimas más.
Se me dirá que todo esto se dice fácil. Y es verdad: se dice fácil lo que, probablemente, no será fácil hacer.
Pero por algo hay que comenzar: por decirlo.