martes Ť 10 Ť abril Ť 2001
Alberto Aziz Nassif
Manos al IVA
La polémica que ha generado la iniciativa de la nueva hacienda pública expresa un nuevo nivel en los debates políticos. Esta situación es novedosa porque anteriormente los gobiernos unificados no tenían ninguna necesidad de convencer a los legisladores de las bondades de sus proyectos; de antemano tenían los votos necesarios para ganar. Otra cara novedosa tiene que ver con el acomodo de fuerzas que significa la cuestión fiscal, en donde lo importante es ver quién paga qué y quién no paga, cómo se da la proporcionalidad y qué tan equilibrado es en el reparto de los beneficios.
Desde el principio era previsible que la reforma fiscal no pasaría de forma íntegra. Tengo la impresión de que el gobierno foxista elaboró un proyecto con amplios márgenes para la negociación, en el cual la estrategia será ceder en las partes más extremas, como el IVA a los libros, y sacar adelante los núcleos más relevantes, como quitar la tasa cero en alimentos y medicinas. Ya veremos en unas semanas si esto es así.
Como en todo proyecto de política pública hay aliados y adversarios; argumentos a favor y en contra, y quizá lo más importante es que el esquema de desarrollo económico para el país está a debate. En la justificación del gobierno se identifican los grandes problemas del sistema tributario en México, es decir, la falta de equidad, un alto grado de ineficiencia económica, recursos fiscales completamente insuficientes para las necesidades nacionales y altos costos si se busca cumplir con las obligaciones hacendarias. A fin de resolver estos problemas el gobierno propone un nuevo marco tributario que sirva para conseguir la equidad en las cargas fiscales y fortalecer el aparato productivo; una reforma presupuestal para tener un ejercicio más trasparente del gasto público y mejorar la relación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, y una reforma financiera que cuente con un marco legal que permita enfrentar el problema del ahorro interno. De los diversos instrumentos se pueden destacar los que se han vuelto más conocidos, como el IVA a medicinas y alimentos, la disminución del impuesto sobre la renta o el IVA a los libros. En síntesis, el planteamiento de la reforma es el siguiente: el gobierno necesita hacerle frente a sus compromisos sociales y de infraestructura vía un cambio hacendario, de lo contrario las cosas seguirán iguales.
Las posiciones críticas y adversas a la propuesta señalan que se trata de una reforma fiscal reaccionaria que concentra los beneficios en los grupos de mayores ingresos y castiga a los sectores medios y populares. Esta posición es la del PRD. Otras críticas interesantes que se han hecho hablan de que el gobierno se ha equivocado en el enfoque y en la estrategia, porque presenta la reforma como redistributiva, cuando en realidad es recaudatoria; que primero se debería haber hecho una limpieza de la casa, gravar más a las empresas y poco a poco ganarse el apoyo social y no empezar por un golpe recaudatorio en lo más sensible del gasto, los alimentos y las medicinas, que son la parte más fácil del cobro de impuestos. Además de las inercias contrarias, que cualquier sociedad tiene frente a las obligaciones fiscales, lo cierto es que a estas alturas del debate se ha generado ya un posicionamiento político en contra de la reforma foxista. Los otros partidos tienen posturas diversas, el PRI, que en este caso sería el aliado estratégico --porque el PRD está abiertamente en contra--, no ha tomado una posición definitiva, por lo cual es factible pensar que puede tener una posición dividida, que negociará aspectos medulares que le puedan dar ganancias políticas. En el PAN se da también una posición dividida; en las cúpulas parece existir un acuerdo y en las bases un desacuerdo, pero las señales del panismo en el Congreso van hacia la disciplina de apoyar al Presidente, de forma inversa a como sucedió con los zapatistas hace unos cuantos días. Para los partidos los costos populares de la reforma se pueden compensar por la vía de contar con más recursos para los gobiernos estatales y municipales.
Los escenarios de la reforma fiscal en el Congreso apuntan hacia una profunda negociación por lo cual descartamos las dos posibilidades extremas: que no pase la reforma o que sea aprobada tal cual. Así que lo más probable es un final negociado con múltiples cambios a la propuesta original. Si el PAN entra con todos sus votos, sólo harían falta unos 45 legisladores de otros partidos para sacarla adelante. El resultado de la negociación de esta reforma será, independientemente de sus puntos sustantivos, un laboratorio de las posibilidades y limitaciones de nuestra incipiente democracia.