MIERCOLES Ť 11 Ť ABRIL Ť 2001
Alejandro Nadal
Bancos de arena
Mientras la atención se fija en las reformas al IVA, el gobierno propone reformas importantes al sistema financiero que no deben pasar desapercibidas. Estas pretenden profundizar la liberalización financiera y debilitar todavía más el marco regulatorio existente para intermediarios bancarios y no bancarios. A diferencia de la reforma al IVA, cuyas consecuencias serán inmediatas, los efectos de las otras reformas se dejarán sentir en los próximos años. Mas no por eso serán menos graves.
Los niveles de captación y préstamos del sistema bancario mexicano permanecen muy por debajo de lo alcanzado en 1994. ƑPor qué no se ha recuperado la banca? La respuesta es sencilla: la causa del mal desempeño de los bancos no se ha corregido. Esa causa es la liberalización financiera.
A lo largo del siglo XX el sistema bancario se desarrolló hasta convertirse en el mecanismo de administración de liquidez de la economía. Pero en la década de los años ochenta se inicia la liberalización financiera en el mundo. En México fueron abolidos los requisitos de encaje legal y de cajones selectivos de crédito, y esto permitió la operación de grupos financieros y la apertura del mercado bursátil, de dinero y de divisas para las empresas extranjeras.
La liberalización financiera debía permitir a los depositantes encontrar instrumentos más rentables para colocar su ahorro. La competencia entre bancos y agentes no bancarios conduciría a menores tasas de interés y mayor eficiencia en la prestación de servicios bancarios. El ahorro, la inversión y el crecimiento aumentarían.
Pero los resultados de la liberalización financiera en Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido y Japón no fueron los esperados. El ahorro y la inversión descendieron, la tasa de interés real aumentó y la tasa de crecimiento en la década 1985-1995 fue inferior a la de los años sesenta. Las crisis bancarias de América Latina y Asia fueron provocadas por este proceso. En México la liberalización financiera conduce directamente a la debacle de 1994.
La liberalización financiera abrió dos frentes de tensión para los bancos. Por una parte, permitió mayores opciones a los ahorradores más importantes para colocar fondos con intermediarios no bancarios. Las grandes empresas encontraron mejores condiciones para satisfacer sus necesidades de financiamiento en instrumentos menos costosos que los de los bancos.
El resultado en México fue que la importancia de los bancos disminuyó de manera espectacular: el crédito total de la banca comercial consolidada como porcentaje del PIB descendió de 50 por ciento a 28 por ciento entre 1993 y el año 2000.
Quizás lo más grave es que las funciones tradicionales de la banca, creación monetaria y administración rigurosa de la liquidez, se vieron afectadas negativamente por esta liberalización financiera.
Como intermediarios, los bancos pueden ocupar un lugar privilegiado entre las decisiones de ahorro y las decisiones de inversión. Normalmente, los bancos establecen relaciones bilaterales estrechas y estables con sus clientes más importantes. De ese modo llegan a conocer sus necesidades, sus estados financieros y su solvencia. Eso les permite conocer y evaluar mejor proyectos y planes de inversión, y mejorar la calidad de su cartera de créditos.
Los depositantes individuales no pueden conocer directamente el grado de liquidez de sus depósitos. Pero los bancos sí pueden y administran la liquidez de esos fondos para maximizar su rentabilidad. Al ofrecer una seguridad mayor para los depósitos, los bancos pueden proporcionar rendimientos menores a los del mercado.
Sin embargo, la liberalización financiera reduce esta capacidad para administrar la liquidez y transformar el ahorro en inversión productiva, sobre todo, en ausencia de un buen marco regulatorio.
Es un error pensar que la diversificación de opciones de colocación de fondos prestables por intermediarios no bancarios permite restaurar la confianza y estabilidad, y promover el ahorro y la inversión productiva. Por definición, la liberalización financiera abre las puertas a la especulación.
La crisis bancaria mexicana estuvo marcada por la violación sistemática de la legislación federal en materia bancaria. Para recuperar su inversión, los banqueros rompieron todas las reglas del manejo prudencial de los recursos prestables. Por su parte, cuando la banca entró en crisis, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores rompió en varias ocasiones la ley vigente. El IPAB-Fobaproa nace de ese proceso de degradación del marco regulatorio. Ahora el gobierno propone relajar más ese marco regulatorio para reducir los costos de operación de los bancos.
La liberalización financiera está en bancarrota conceptual. Pero este gobierno sigue impulsándola como si la historia reciente no enseñara que sobre bancos de arena no se puede cimentar un desarrollo fuerte y equitativo.