jueves Ť 12 Ť abril Ť 2001
Adolfo Sánchez Rebolledo
ƑQué sigue?
Luego de la marcha de la comandancia zapatista a la capital de la República, la sociedad espera que el gobierno y el EZLN den pronto inicio al diálogo directo y productivo, haciendo a un lado las formalidades exageradas y las desconfianzas de otros momentos. Sin duda, viene ahora la parte más difícil de la negociación, pues se trata de atender las causas políticas y sociales que están en el fondo de la insurrección zapatista.
Reconociendo que falta mucho camino por recorrer, hay margen, sin embargo, para un razonable optimismo, pues las condiciones generales han mejorado respecto de las primeras conversaciones en San Andrés, sobre todo por la actitud positiva del gobierno. El propio Fernando Yáñez, correo del EZLN, al manifestar su satisfacción por el avance en el cumplimiento de las "señales" exigidas para reanudar los contactos, señaló que "hoy la paz está más cerca".
No faltan voces, sin embargo, que subrayan la complejidad del problema, más allá de la aprobación de la ley indígena por el Congreso, y alertan contra la tentación de echar a volar las campanas antes de tiempo. Y tienen razón. Una opinión en este sentido fue vertida hace unos días por el vicario de la diócesis de San Cristóbal y ex miembro de la antigua Conai, Gonzalo Ituarte, quien conoce a fondo los entretelones del conflicto.
Ituarte hace una precisión que puede marear a más de uno, aunque resulta pertinente. Hablando del apoyo concitado en defensa de la reforma constitucional, dice al corresponsal Elio Henríquez: "... se dio tal relevancia y tal resistencia como si la ley indígena fuera el centro de la guerra y no lo es. Es un elemento importante, pero al fin de cuentas es subsidiario y requiere de otras transformaciones" (La Jornada, 7/04/01), lo cual resulta obvio si revisamos los resultados de San Andrés y los pronunciamientos hechos por los zapatistas durante estos años. Refiere el reportero que en opinión de Ituarte "el EZLN ya no va a gastarse más peleando por esta ley, pues ya hizo todo lo que podía, ahora va a plantear la agenda pendiente, porque si sigue su lucha sobre la ley indígena se traicionaría a sí mismo en cierto modo, ya que es un elemento importante, pero no es el eje central de su lucha ni debe ser en el planteamiento que ha hecho desde su origen". Y más adelante, "sin dejar de reconocer los avances", el entrevistado señala: "no puede retirársele el beneficio de la duda a Fox, porque todavía el nuevo presidente no tiene suficiente comprensión de la complejidad de todo el proceso" y [...] "me preocupa que a fin de cuentas persistió la idea de que lo más importante y fundamental por lo que luchaba el EZLN es la ley indígena y que después de eso lo que falta han de ser minucias".
Tiene razón, pues se ha instalado la creencia de que luego de aprobada la ley indígena ya no queda sino negociar la entrega de las armas, pero si las palabras del vicario están bien recogidas, entonces debería ser más explícito y, para evitar confusiones, matizar por qué el zapatismo "se traicionaría a sí mismo", cuando es notorio que la defensa de la ley de derechos y cultura indígenas --que no excluye sino que presupone otros cambios-- ha reafirmado la legitimidad del EZLN, dándole a los pueblos indios una presencia y una visibilidad inimaginables hace unos años, lo cual está muy lejos de ser un resultado secundario, marginal. Sin exagerar las tintas, en todo caso habría que preguntarse cuánto y cómo se ha modificado, matizado o enriquecido la estrategia zapatista al colocar en el primer plano el tema de los derechos de los pueblos indios, dimensión que, en efecto, no aparecía así entre las demandas originales del EZLN, pero que ahora es una dimensión esencial de su propuesta.
Es cierto que la agenda pendiente abarca otros temas de envergadura nacional, cuya solución presenta complicadas aristas. Comenzar a resolver esos problemas seguramente exigirá a la sociedad y al Estado mucho más que acuerdos políticos entre fracciones parlamentarias, pero es obvio que la aprobación de la ley indígena, justo en la perspectiva creada por el zapatismo, es una pieza clave para avanzar en el planteamiento concreto del resto de todos los asuntos pendientes, en particular los relacionados con el desarrollo y la construcción sin exclusiones de las instituciones de la democracia.
Mientras, cualquiera que sea el curso de las negociaciones, ninguna tarea parece más necesaria, compleja y urgente que buscar la reconciliación en el seno de las comunidades que la guerra dividió y puso frente a frente. Resulta obvio que para asegurar formas de convivencia verdaderamente pacíficas es preciso avanzar en los acuerdos de fondo entre el gobierno y el EZLN, pero la reconciliación no tiene que esperar a que se reúnan todas las condiciones para la paz definitiva. Si hay voluntad para el diálogo éste debería comenzar sin más tardanza en las mismas comunidades, entre quienes son a la vez actores y víctimas de la situación. Por lo pronto, para despejar el terreno, tienen que desterrarse las acciones paramilitares que siembran el terror en Chiapas, la intimidación, la exclusión por motivos religiosos o políticos, y debe permitirse la vuelta de todos los desplazados a sus casas. Los zapatistas tienen la oportunidad y el deber de dar los primeros pasos allí donde son mayoría.