JUEVES Ť 12 Ť ABRIL Ť 2001
Jean Meyer
Semana Santa
Existe una pasión anticatólica, incluso entre los católicos, que si bien tiene explicaciones muy obvias, no deja de tener una di-mensión obsesiva que recuerda al antisemitismo en el hecho de que las causas aparentes bien pueden disimular una profundidad abismal. El tiempo litúrgico --resurrección de Lázaro, Domingo de Ramos, pasión, muerte y resurrección de Cris-to--, en contraste alegre con el tiempo turístico de las playas que nos permite gozar de una maravillosa ciudad de México, el tiempo litúrgico, pues, me lleva a esas consideraciones.
Me dan risa los múltiples escándalos mediáticos (casi todos han ocurrido en Estados Unidos, por cierto) alrededor de representaciones blasfemas de la Virgen María: el más reciente se da con motivo de un collage computarizado de una Guadalupe en traje de baño, en --maravillosa coincidencia--... Santa Fe. Me dan ternura y reflexiono que nadie, en Estados Unidos, se atrevería a hacer algo semejante con algo, icono o concepto, caro a los bu-distas, brahmanistas, judíos, musulmanes, etcétera... Lo que me devuelve a mi tema, la pasión anticatólica que es un homenaje al revés.
La pasión anticatólica ha nutrido varios siglos de la historia occidental y ha movilizado contra el "papismo", "el jesuitismo", "el clericalismo" las energías no solamente de fanáticos sectarios, de intolerantes enemigos de toda religión, de partidarios de otros credos, sino de generaciones enteras de buenos cristianos protestantes y ortodoxos que veían y ven en Roma la prostituta, la gran Babilonia del Apocalipsis, el Anticristo (lean a Dostoievski y su fabulosa leyenda de El gran inquisidor).
Esa representación actuó y actúa en el inconsciente colectivo de manera poderosa, mítica, más fuerte que cualquier cálculo político o económico. Esa vieja historia que le costó bastante caro a México y que no debería volver a agitar nuestra vida política tiene consecuencias perdurables.
Hoy en día la pasión anticatólica es menos religiosa, más humanitaria y utilitarista, no es nada en comparación con la furia de Cromwell o de Bismarck o de Tejeda (sólo ciertos ortodoxos la conservan), y sin embargo allí está. Sigue entre los que conservan el miedo ante el incomprensible poder del catolicismo, frente a la Iglesia católica como "máquina de po-der", ese inmenso aparato administrativo internacional de un Estado sin territorio, el Estado hegeliano perfecto, que controla la vida religiosa de cientos de millones de personas y que es dirigido por hombres que por principio pretenden ser célibes. šEscandaloso, tres veces escandaloso!
Byron calificó a Roma (la Iglesia) de hermafrodita, me imagino que por su ambigüedad, su polifacetismo, su oportunismo político sin límites, su "tercerismo" ("ni... ni..."); que Roma sea la cabeza de Jano, no debería sorprendernos, ya que eso se puede explicar fácilmente con paralelos políticos o sociológicos: Ƒno se decía del difunto partido comunista que era una "Iglesia" Ƒy qué de la leyenda según la cual Lenin se inspiró en la Compañía para fundar su partido? Es el propio de Roma de ser la unión de los contrarios, en todos los aspectos y en todos los niveles; es una monarquía teocrática autoritaria cuyo so-berano es sólo comparable al antiguo fa-raón de Egipto (de quien heredó palco, tiara, báculo), y al mismo tiempo es una aristocracia cardinalicia, un feudalismo episcopal y una democracia plebeya. Cu-mula la intransigencia más rigorosa con una capacidad asombrosa de adaptación, va de la extrema derecha a la extrema izquierda, es todo con todos, es "Padre" y "Madre", y "Esposa" ( de Cristo), patriarcal y matriarcal, hermafrodita, otra vez.
Recientemente la prensa nos ha informado de "gestiones contables incorrectas en las Obras Misionales Pontificias de España" y también de "abusos sexuales a veces sistemáticos sufridos por monjas por parte de sacerdotes y misioneros". Nada nuevo bajo el cielo, dirá el cínico y tendrá razón. Pero eso debería llevar a los católicos a reflexionar sobre esos dos temas, el dinero y el sexo, que desde un principio han nutrido inútilmente una pasión anticatólica que debe ser reconocida como tal y que merece descansar en bases metafísicas más importantes.
Mientras Roma no enfrente, en Roma como en cada Iglesia nacional, en cada diócesis, en cada parroquia ese doble problema, no podrá dialogar seriamente con sus adversarios. ƑPor qué las finanzas de la Iglesia siguen siendo secretas, por qué el tema es tabú? Hasta para los laicos más cercanos a la Iglesia, hasta para sus "bienhechores"? En cuanto al celibato clerical merece un artículo, o varios.