SABADO Ť 14 Ť ABRIL Ť 2001
Ť Carta del obispo Javier Lozano Barragán a personal de servicios de salud
Eutanasia es homicidio, dice la Iglesia a médicos
Ť Es práctica recurrente la de tipo pasivo, señala el asesor jurídico Pedro Morales
JOSE ANTONIO ROMAN Y ANGELES CRUZ
El personal médico y de enfermería no puede prestarse a ninguna práctica de eutanasia, ni ante la solicitud del interesado y menos de sus parientes, pues su misión es estar siempre al servicio de la vida y asistirla hasta el final, señala Javier Lozano Barragán, presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, institución de la Santa Sede que viene a ser el ministerio de salud en las estructuras gubernamentales civiles.
En una carta a los católicos que trabajan con enfermos, el arzobispo mexicano -que labora en Roma desde 1995- destaca que las peticiones de los enfermos muy graves, que a veces invocan la muerte, "no han de ser atendidas" como expresión de una verdadera voluntad de eutanasia, pues efectivamente son casi siempre demandas angustiosas de ayuda y afecto.
La eutanasia "trastorna" la relación médico-paciente. De parte del paciente, porque éstos se dirigen al médico como aquél que puede asegurarles la muerte. De parte del médico, porque él ha dejado de ser absoluto garante de la vida: el enfermo debe temer de él la muerte. El contacto médico-paciente es una relación de confianza de vida y como tal debe permanecer.
La carta, que ha sido asumida por los agentes sanitarios de México como su manual de principios, señala que la eutanasia es "un crimen" al cual los agentes de salud -garantes siempre y sólo de la vida- no pueden cooperar de ningún modo.
Y agrega: "para la ciencia médica, la eutanasia marca un momento de decadencia y de abdicación, además de una ofensa a la dignidad del moribundo y a su persona. Su perfil, como ulterior arribo de muerte después del aborto, debe ser tomado como una dramática llamada a la fidelidad efectiva y sin reservas hacia la vida".
Lozano Barragán, quien en su momento fue considerado uno de los más fuertes aspirantes a convertirse en arzobispo primado de México, afirma en la carta pastoral que la eutanasia "es un acto homicida, que ningún fin puede legitimar". Por eutanasia, aclara, se entiende una acción o una omisión que por su naturaleza, o en las intenciones, procura la muerte, con el fin de eliminar todo dolor. La eutanasia se sitúa, por tanto, a nivel de las intenciones y de los medios usados.
Subraya que la piedad suscitada por el dolor y por enfriamiento hacia los enfermos terminales, niños anormales, enfermos mentales, ancianos, personas afectadas por enfermedades incurables, no autoriza ninguna eutanasia directa, activa o pasiva. Aquí no se trata de ayuda prestada a un enfermo, sino del homicidio intencional de una persona humana.
Incluso dice al personal médico y de enfermería que el paciente, además de la cura médica, tiene necesidad del amor, de calor humano y sobrenatural; de esto deben rodearlo todos aquéllos que le son cercanos, incluyendo, desde luego y sobre todo, a los familiares.
El enfermo que se siente rodeado con la presencia amorosa humana y cristiana, no cae en la depresión y en la angustia de quien, en cambio, se siente abandonado y a su destino de sufrimiento y de muerte y clama finalizar ese estado acabando con la vida. Es por esto que la eutanasia es una derrota de quien la teoriza, la decide y la practica. Al contrario de ser gesto de piedad hacia el enfermo, la eutanasia es un acto de autocompasión y de fuga, individual y social, de una situación probada como insostenible.
En México no se ha discutido al respecto
En México no se ha dado una discusión formal sobre la eutanasia, pero la llamada pasiva es una práctica recurrente. Se da cuando los medicamentos ya no sirven al enfermo, más que para prolongarle la agonía, señaló Pedro Morales, asesor jurídico de organizaciones civiles.
En estos casos, el médico explica a los familiares la situación del paciente. No existe posibilidad alguna de que pueda recobrar la salud, por padecer enfermedades como cáncer o sida. Así, con el consentimiento de los parientes, el galeno suspende el tratamiento, apuntó Morales.
Por el contrario, la eutanasia activa, que significa ayudar a morir a alguien, es muy difícil que ocurra en el país. De hecho su práctica está tipificada como delito de suicidio asistido en el Código Penal, el cual establece que quienes resultasen responsables de auxiliar o inducir a otro a la muerte (suicidio) será sancionado con cinco años de prisión.
Si el médico ejecuta personalmente la muerte de la persona la penalidad va de cuatro a 12 años de cárcel. En cambio, tratándose de homicidio simple, el código establece una sanción de 8 a 20 años de prisión.
El abogado comentó que en Estados Unidos, el médico Jack Keborkian practica la eutanasia activa en pacientes con enfermedades incurables. Les aplica inyecciones, o prescribe dosis de pastillas para ayudarlos a morir. Por estas acciones, el galeno enfrentó un juicio penal del que fue exonerado, aunque en un estado de aquel país le fue suspendida la licencia médica.
Pedro Morales comentó que la reforma legal aprobada hace unos días en la ciudad de Holanda no es más que la continuación de una serie de acciones que comprueban que aquel país cuenta con una de las legislaciones más liberales del mundo. Antes se permitía esta práctica mediante un reglamento que establecía los requisitos a cumplir por parte de médicos y pacientes. Ahora, simplemente la eutanasia se formalizó en la ley y se amplió la regulación.