SPUTNIK
La Pascua ortodoxa, una tradición recuperada
Juan Pablo Duch
Moscu, 13 de abril. Por la diferencia de días entre los calendarios gregoriano y juliano, este último reconocido todavía por la Iglesia Or-todoxa Rusa, la Pascua cae aquí, casi siempre, una semana más tarde. Debido a una extraña y poco frecuente concatenación de factores, a partir de la regla cristiana común que permite, desde el año 325, establecer la fecha del Domingo de Resurrección (el primer domingo, después de la primera luna llena, después del equinoccio de primavera), esta vez la Pascua católica y la ortodoxa se celebrarán en un mismo día.
La Semana Santa, sin embargo, es en Rusia una semana como cualquier otra, en el sentido de que todo el mundo trabaja y nadie la usa como pretexto para huir de las urbes en busca del paraíso terrenal, sin otra limitación que el bolsillo de cada uno. Po-cos rusos, de hecho sólo los más creyentes, observan la rigurosa vigilia, pero en cambio todos festejan la Pascua en prolongadas y cálidas sobremesas familiares, que suelen incluir también a amigos cercanos.
Por la mañana del sábado, junto a las iglesias, se forman interminables filas de personas que desean bendecir el pan especial que se elabora para la ocasión, llamado kulich, así como la pasta a base de requesón, pasja, y los huevos de Pascua, pintados comúnmente con una infusión rojiza que se obtiene al poner a hervir los huevos junto con abundante cáscara de cebolla, que no pueden faltar el domingo. Sin darse un respiro, el pope de turno reparte chisguetes (a veces chorros) de agua bendita, a diestra y siniestra, sobre los panes puestos en improvisadas mesas y también sobre los feligreses que esperan ahí mismo.
Algunos, también por la mañana del sábado, en una costumbre no avalada pero sí tolerada por la Iglesia Ortodoxa, visitan a sus muertos, confluyendo en torrentes humanos de tal magnitud que las autoridades cierran el tráfico vehicular en amplias zonas próximas a los cementerios.
Muchos, por convicción o curiosidad, van a la iglesia la noche del sábado para asistir a las ceremonias religiosas oficiadas por los más altos jerarcas ortodoxos, quienes encabezan las procesiones alrededor de los templos, que invariablemente forman parte del rito, igual que los impresionantes cánticos y las oraciones de la multitud congregada. La ceremonia empieza a las 11:30 de la noche del sábado y concluye sobre las 4 de la mañana del domingo.
Millones de personas siguen en directo por televisión la misa en la catedral del Cristo Salvador, a cargo del propio patria rca, Aleksi II, con la presencia invariable de las principales figuras del Estado, del presidente Vladimir Putin para abajo, sin faltar el primer ministro, el alcalde de Moscú y cuanto político quiera salir en la foto.
Fue Boris Yeltsin quien, a principios de los 90, introdujo esta moda de persignarse en primera fila, la cual al comenzar su mandato resultaba chocante, pues estaba fresco en la memoria de las masas su pasado inmediato como miembro alterno del Politburó del Partido Comunista soviético.
Cuando Yeltsin era todavía miembro del Comité Central, allá por la primera mitad de los 80, no era bien visto que un ciudadano exteriorizara su fe religiosa y todavía se seguía practicando el plan vigente desde la época de Leonid Brejnev para "neutralizar" la Pascua. La idea, atribuida a Yuri Andropov, director del KGB, consistía en transmitir por televisión la noche previa un concierto de rock o una película extranjera, lo que reducía la afluencia de jóvenes.
Mijail Suslov, que tenía fama de gran conocedor del marxismo por encontrar la cita más oportuna de los clásicos para dar solidez a los discursos de Brejnev, durante muchos años fue el más acérrimo enemigo de la Iglesia. A Suslov, el ideólogo que sacaba las citas de un tarjetero guardado celosamente en una caja de zapatos, le preocupaba que el desfase entre la ideología proclamada y el socialismo real empujara a los soviéticos hacia la religión.
El paulatino rencuentro con la religión empezó tras la muerte de Stalin, ya que en sus tiempos ser cristiano implicaba un riesgo mayor y la gente procuraba ocultarlo, a riesgo de sufrir una brutal represión. Se pretendió, entonces, extirpar a sangre y fuego una tradición de siglos atrás.
Con la Pascua los rusos asocian todo tipo de costumbres y supersticiones. Los ancianos se peinan, deseando tener tantos nietos como cabellos les quedan, mientras los jóvenes suben a los techos para acercarse al cielo. Existe la creencia de que, si el día de Pascua, se come un huevo, no se enfermará, así como que el agua para lavarse la cara, que contenga un huevo de Pascua, hará más bellas a las mujeres.
Durante la misa principal, las muchachas piden a Dios que les mande pronto un no-vio guapo y rico, e incluso los rateros están convencidos de que, si durante la misa y sin que lo note nadie, logran sacarle a al-guien la cartera, podrán robar todo el año.
Mucho se podría añadir sobre la Pascua en Rusia, pero no hay duda que, al margen de si la persona es creyente o atea, se percibe ya como una de las principales fiestas del pueblo ruso, una tradición recobrada.