LA FABULA DE LA FONTAINE EN LA VERSION BUSH
Una famosa fábula de Jean de La Fontaine (1621-1695)
nos habla de un lobo que, bebiendo en un arroyo, ve aguas abajo un cordero
y le declara, ofendido y agresivo, que lo castigará porque le está
enturbiando el agua. Ante la respuesta del herbívoro de que la cosa
no es posible, la fiera responde: "si no lo haces tú, lo ha hecho
tu abuelo" mientras se prepara a atacar. La obvia moraleja salta a la memoria
al escuchar las complicadas explicaciones del secretario de Defensa estadunidense
sobre la captura de un avión espía del Pentágono tras
su aterrizaje en la isla china de Hainán, después de haber
sido averiado en un choque con un avión de combate chino, cuyo piloto
murió tratando de desviar al aparato intruso.
El alto mando estadunidense ha confesado que los vuelos
de espionaje son cosa de todos los días y se realizan no sólo
sobre China sino también sobre otros países. Los mismos aliados
europeos de Estados Unidos se han quejado varias veces de la arrogancia
de esos aviones espías que sobrevuelan sus territorios, invadiendo
el espacio áereo territorial ajeno. Washington dice, además,
que no sólo ha espiado de ese modo sino que también seguirá
espiando a China e, implícitamente, a quien se le ocurra. Pero,
en el caso del avión capturado por los chinos, el Departamento de
Defensa sostiene imperturbable que su aparato volaba sobre aguas internacionales,
y no sobre las chinas, y fue víctima de una agresión por
parte de un piloto de caza irresponsable y de un verdadero secuestro porque,
como consecuencia del choque provocado por aquél, tuvo que realizar
un aterrizaje de emergencia en Hainán, la base más cercana.
Pekín, más sobriamente, se ha contentado
con una casi excusa estadunidense; ha liberado a los tripulantes invasores
detenidos y ha hecho saber que no da por terminado el caso ni tolerará
incursiones similares.
El incidente nos recuerda dos aspectos. El primero, que
Washington acostumbra decidir unilateralmente y pisoteando el derecho internacional,
lo que puede o no puede hacer para su mal definida seguridad que le permite
imponer bloqueos unilaterales y le lleva a todos los rincones del planeta
en guerras locales emprendidas con total prescindencia de las Naciones
Unidas (como las de Grenada, Panamá, Yugoslavia) y en misiones de
espionaje aéreo o submarino. El segundo, que cada vez que la economía
estadunidense anda mal, surge la tentación de una guerra que permita
a la Casa Blanca subvencionar al Pentágono y distraer la atención
de los desempleados presentes o futuros. Estados Unidos no necesita una
diplomacia refinada porque cuenta con una superioridad militar que convierte
al Tío Sam en algo semejante a un gigantesco hombre primitivo con
un gran garrote, y no necesita exprimir demasiado las meninges de sus comunicólogos
porque cree en el poder del monopolio de los medios masivos de información
(o desinformación) que, con tandas repetidas hasta el cansancio,
puede hacer que la mentira parezca verdad... para los incautos (entre los
cuales se cuenta la mayoría del pueblo estadunidense). Hay, sin
embargo, un pero: en el exterior nadie cree la "explicación" del
Pentágono y, por si fuera poco, si bien es posible hacer que la
mayoría se trague por un tiempo algo inverosímil y que algunos
comulguen siempre con ruedas de molino, no es posible, en cambio, que la
mayoría crea siempre en lo que evidentemente es falso. Sobre todo
en un país que ya ha conocido, en los últimos 50 años,
varias campañas sucesivas contra el "peligro amarillo" y no olvida
ni la guerra de Corea ni la de Vietnam.
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