Espejo en Estados Unidos
México, D.F. sábado 14 de abril de 2001 
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Editorial
 
LA FABULA DE LA FONTAINE EN LA VERSION BUSH 

SOL Una famosa fábula de Jean de La Fontaine (1621-1695) nos habla de un lobo que, bebiendo en un arroyo, ve aguas abajo un cordero y le declara, ofendido y agresivo, que lo castigará porque le está enturbiando el agua. Ante la respuesta del herbívoro de que la cosa no es posible, la fiera responde: "si no lo haces tú, lo ha hecho tu abuelo" mientras se prepara a atacar. La obvia moraleja salta a la memoria al escuchar las complicadas explicaciones del secretario de Defensa estadunidense sobre la captura de un avión espía del Pentágono tras su aterrizaje en la isla china de Hainán, después de haber sido averiado en un choque con un avión de combate chino, cuyo piloto murió tratando de desviar al aparato intruso. 

El alto mando estadunidense ha confesado que los vuelos de espionaje son cosa de todos los días y se realizan no sólo sobre China sino también sobre otros países. Los mismos aliados europeos de Estados Unidos se han quejado varias veces de la arrogancia de esos aviones espías que sobrevuelan sus territorios, invadiendo el espacio áereo territorial ajeno. Washington dice, además, que no sólo ha espiado de ese modo sino que también seguirá espiando a China e, implícitamente, a quien se le ocurra. Pero, en el caso del avión capturado por los chinos, el Departamento de Defensa sostiene imperturbable que su aparato volaba sobre aguas internacionales, y no sobre las chinas, y fue víctima de una agresión por parte de un piloto de caza irresponsable y de un verdadero secuestro porque, como consecuencia del choque provocado por aquél, tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en Hainán, la base más cercana. 

Pekín, más sobriamente, se ha contentado con una casi excusa estadunidense; ha liberado a los tripulantes invasores detenidos y ha hecho saber que no da por terminado el caso ni tolerará incursiones similares. 

El incidente nos recuerda dos aspectos. El primero, que Washington acostumbra decidir unilateralmente y pisoteando el derecho internacional, lo que puede o no puede hacer para su mal definida seguridad que le permite imponer bloqueos unilaterales y le lleva a todos los rincones del planeta en guerras locales emprendidas con total prescindencia de las Naciones Unidas (como las de Grenada, Panamá, Yugoslavia) y en misiones de espionaje aéreo o submarino. El segundo, que cada vez que la economía estadunidense anda mal, surge la tentación de una guerra que permita a la Casa Blanca subvencionar al Pentágono y distraer la atención de los desempleados presentes o futuros. Estados Unidos no necesita una diplomacia refinada porque cuenta con una superioridad militar que convierte al Tío Sam en algo semejante a un gigantesco hombre primitivo con un gran garrote, y no necesita exprimir demasiado las meninges de sus comunicólogos porque cree en el poder del monopolio de los medios masivos de información (o desinformación) que, con tandas repetidas hasta el cansancio, puede hacer que la mentira parezca verdad... para los incautos (entre los cuales se cuenta la mayoría del pueblo estadunidense). Hay, sin embargo, un pero: en el exterior nadie cree la "explicación" del Pentágono y, por si fuera poco, si bien es posible hacer que la mayoría se trague por un tiempo algo inverosímil y que algunos comulguen siempre con ruedas de molino, no es posible, en cambio, que la mayoría crea siempre en lo que evidentemente es falso. Sobre todo en un país que ya ha conocido, en los últimos 50 años, varias campañas sucesivas contra el "peligro amarillo" y no olvida ni la guerra de Corea ni la de Vietnam. 
 

 

 

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