DOMINGO Ť 15 Ť ABRIL Ť 2001
Luis Javier Garrido
El impasse
La credibilidad del Poder Legislativo mexicano se está yendo cada vez más a pique en el primer periodo de sesiones de 2001, tanto por su lentitud para aprobar la reforma constitucional en materia de derechos indígenas, como por su falta de decisión para enfrentar el paquete fiscal de Vicente Fox, y esta situación amenaza con llevar a un mayor descrédito a todo "el nuevo régimen".
1. Los hechos están a la vista y México sigue teniendo no sólo las estructuras de poder económico del pasado, sino las mismas instancias de poder, entre éstas a los partidos políticos del antiguo régimen priísta, con su muy dudosa representatividad, y las prácticas de negociación que tanto rechazo les generaron en el pasado y que han seguido utilizando de manera sistemática en el Congreso a pesar de las exigencias de que se abra cada vez más la vida política del país a fin de impedir que los intereses partidistas se antepongan a los derechos de los mexicanos.
2. Los integrantes de la delegación del EZLN que vinieron a hablar ante los legisladores retornaron a sus comunidades, que los recibieron llenas de esperanza porque el reconocimiento constitucional de sus derechos fundamentales abre el camino hacia la paz (1-5 de abril), pero los diputados y senadores mexicanos no parecen estar impuestos de la importancia de lo que acontece en el país, y siguen comportándose con la misma actitud que en el pasado, y ello plantea la cuestión de dónde se halla el Poder Legislativo.
3. El Congreso mexicano, tras un intento por ser un factor de contrapeso al Ejecutivo (1917-1924) y luego de fungir como un instrumento del callismo (1924-1935), pasó a ser durante más de medio siglo una instancia de convalidación del poder presidencial (1936-1988), hasta que a partir de esa fecha se inició un proceso en el que los partidos fueron tendiendo mayores posibilidades de negociar las leyes con el Ejecutivo, lo que se confirmó en 1997 al perder el PRI la mayoría simple en la Cámara de Diputados, y se empezó a instaurar una partidocracia legislativa. Este escenario fue el que se confirmó en el 2000, y no hay ahora, como se sabe, una formación que tenga la mayoría, pues el PAN, que es el partido del Ejecutivo, no cuenta más que con 45 escaños en el Senado (35 por ciento) y 206 curules en la Cámara de diputados (41 por ciento), lo que obliga a las tres principales fuerzas partidistas a las negociaciones, con lo que el nuevo escenario en vez de impulsar una vida parlamentaria democrática ha propiciado los arreglos por debajo de la mesa.
4. Los estrategas de Vicente Fox, que son hoy altos funcionarios en Bucareli, se plantearon desde el 3 de julio la estrategia a seguir para lograr hacer aprobar las iniciativas presidenciales, y entendieron que deberían privilegiar los acuerdos cupulares, sobre todo porque en el caso del PRI el sector tecnocrático, que es el más corrupto, les podría dar "la mayoría", en especial porque sigue obsecuente a "la línea" de Francisco Labastida, aunque no descartaron, en el caso de fallar esos acuerdos, la posibilidad de buscar dividir a las bancadas de oposición. Las cuentas alegres de entonces no contaron empero con el repudio popular a una de las iniciativas centrales de Fox: la de la reforma fiscal, que ha complicado todo el escenario legislativo y el futuro del régimen.
5. Los partidos políticos tienen hoy en consecuencia el mismo problema que Vicente Fox y sus colaboradores ante la reforma indígena o el paquete fiscal, pues no acaban de comprender que tienen que rendir cuentas a la sociedad.
6. Los integrantes del equipo foxista están buscando con urgencia dar la impresión de que el conflicto con las comunidades indígenas ya se resolvió, a fin de poder promover de manera más intensa las inversiones extranjeras. Y de la misma manera buscan con avidez, a través del paquete impositivo, disponer de los mayores recursos con que haya contado ningún gobierno mexicano para fortalecer el control social y allanarle el camino a sus programas, y no se dan cuenta de que la principal lectura que está teniendo todo mundo de sus políticas, tal y como se definen en su propuesta fiscal, es que constituyen una verdadera guerra de la derecha empresarial y de su gobierno contra la mayoría de los mexicanos.
7. El destino de la ley Cocopa está en todo caso íntimamente vinculado a la posible reconversión del Congreso, a la crisis moral por la que atraviesa la "clase política" mexicana, a la definición de las relaciones de Los Pinos con los legisladores y al famoso paquete fiscal del 2001.
8. A la reforma constitucional en materia de derechos y cultura indígenas no se le puede hacer objeción seria alguna, y nadie ignora que las aviesas críticas que se le formularon en los últimos cuatro años han sido cabalmente refutadas, pues es una ley conforme a la legislación internacional y similar a las que existen en otros países, por lo que es una vergüenza que hasta ahora esos principios no se hayan elevado a rango constitucional. El principal obstáculo a su aprobación es, por lo tanto, el que puede venir de las relaciones de Fox con los partidos.
9. Tanto Vicente Fox como los legisladores federales saben bien que de no aprobar la ley Cocopa caerían en un enorme desprestigio. Los diputados y senadores opuestos a la iniciativa se plantearon desde principios de año tres escenarios, si el cuarto no les hubiera resultado imposible, que era el de no aprobarla sin importar que llevaran al país a una nueva guerra, y ninguno de ellos parece hoy viable. El primero implicaba introducir modificaciones sustanciales a la propuesta de 1996 sin importar los acuerdos de San Andrés para acotarle desde ahí diversos derechos a los pueblos indios, en particular el de la autonomía; el segundo era el de establecer candados en el mismo sentido en la legislación secundaria, y el tercero consistía en una combinación de los dos anteriores. Hoy no parecen tener más alternativas que la de aprobar la propuesta de la Cocopa y dejar que la experiencia histórica muestre cómo los pueblos indios pueden contribuir con más plenitud al destino nacional.
10. Los legisladores mexicanos no han aprendido a ser los representantes de la nación y el contrapeso indispensable al poder de un titular del Ejecutivo que, al igual que sus colaboradores, está actuando cada vez con una mayor prepotencia. No se han dado cuenta de que no pueden dejar esta responsabilidad sólo en manos de la sociedad.