DOMINGO Ť 15 Ť ABRIL Ť 2001

Jenaro Villamil Rodríguez

Jesucristo, cuestión de teleimagen

En una peculiar provocación que ni al cineasta Martín Scorsese se le hubiera ocurrido, la cadena televisiva británica BBC dio a conocer, con un retraso de casi dos milenios y en plena víspera de la Semana Santa católica, "el verdadero rostro" de Jesucristo. Revestido de "estudios científicos" y opiniones de expertos que han desfilado por la pantalla londinense y a través de las agencias informativas, el "producto noticioso" de la BBC ha provocado una airada reacción de la institución católica y de no pocos feligreses, que rechazaron generalizadamente ese rostro más parecido a un Picapiedra que a un mártir histórico de la tradición judeo-cristiana, más similar, cinematográficamente hablando, a Bud Spencer que a Joseph Powell, intérprete de una de las más famosas versiones fílmicas de la vida del Nazareno.

Lo singular es el nuevo fenómeno mediático provocado con uno de los íconos religiosos más importantes del mundo occidental y con una de las imágenes más conocidas a través de los siglos. Algunos especialistas católicos han aducido la filiación protestante de la BBC de Londres, a la que acusaron de montar una "provocación" religiosa. En México, hasta la empresa de Alducin y Asociados realizó una encuesta entre los creyentes para acreditar el rechazo a esta imagen difundida por la cadena televisiva británica (El Universal, 13 de abril de 2001).

Sin embargo, la batalla de las imágenes y de la señal televisiva no es ajena al propio Vaticano. Durante estos días, se preparó y difundió nuevamente a todo el mundo occidental el gran espectáculo mediático en el que se ha convertido la liturgia de la Semana Santa, que incluye no sólo la imagen de Juan Pablo II, cansado, debilitado, protagonista él mismo de un martirio, sino la sustitución de la fe por la teleimagen, y la inclusión de los criterios de la espectacularidad telegénica en los terrenos de los rituales católicos.

Y es aquí donde tanto la discusión "científica" sobre el verdadero rostro de Jesucristo como la transmisión de las ceremonias religiosas televisadas en directo forman parte de la pretensión de "verdad" que la llamada televisión formal (ver Gustavo Bueno, Televisión: apariencia y verdad) ha impuesto en la sociedad global mediatizada.

Precisamente, al tomar el ejemplo de las misas católicas transmitidas en televisión, Bueno destaca lo siguiente:

"En efecto, el dramatismo inherente al misterio sacramental que se desarrolla ante los fieles en el templo (teológicamente, la transustanciación eucarística, el núcleo de la misa católica, habrá de ser experimentada por los creyentes como un milagro, como una maravilla, que está produciéndose hic et nunc, en un presente casi instantáneo, pero que se renueva día a día) se mantendrá ante los creyentes que asisten a la misa, a cientos de kilómetros del templo, a través de la televisión. De hecho, las autoridades católicas reconocen en muchos casos la equivalencia entre la presencia del fiel en el templo y la presencia del fiel ante el telerreceptor".

Sin embargo, el propio Bueno pregunta: "ƑNo tendrían las autoridades eclesiásticas que tener presente la distinción entre televisión material (definida ésta como la función tradicional de transmitir vía receptores en pantalla una serie de imágenes previamente definidas y producidas) y la televisión formal (aquella que es una forma peculiar de representar el mundo, con contenidos y estructuras que impactan más allá de la mera función tecnológica, que impacta sobre nuestra propia forma de ver el mundo) en el caso de las transmisiones del santo sacrificio? ƑDeberían las autoridades eclesiásticas, por coherencia, negar la validez de una misa retrospectiva televisada en diferido o en falso directo? Porque entonces, ya no cabe hablar de 'presencia dramática del fiel televidente ante el misterio de la transustanciación'. Se supone que éste ha de estar ocurriendo ahora mismo: es ahora mismo cuando está teniendo lugar la transustanciación del pan y el vino en el cuerpo de Cristo en la Hostia sagrada".

En realidad, a la liturgia que asistimos los millones de telespectadores del mundo, creyentes o no, católicos o no, es al espectáculo en donde la imagen prevalece como forma y contenido, como discurso y propuesta. E, incluso, como lo ha demostrado la BBC de Londres, hasta con una imagen se pretende hacer noticia.