domingo Ť 15 Ť abril Ť 2001
Néstor de Buen
Las previsibles inversiones de las siefores
Un poco encerrado en estos días de vacaciones, fuera de la ciudad, disfruto La Jornada mediante el diabólico mecanismo de Internet, que he debido aprender gracias a Claudia, mi experta familiar en la materia, que ciertamente no es la única que tiene la paciencia de enseñarme, pero suele ser la más accesible.
Repasando las diferentes secciones de nuestro periódico, me encuentro con la protesta de Fidel Herrera, un inteligente senador priísta de Veracruz que afirma que quedó pendiente el dictamen sobre la reforma del artículo 133 de la Ley del Seguro Social, "que tiene por objeto dar certeza al millón 800 mil pensionados que recibirían ingresos suficientes para cubrir sus necesidades, lo cual no se ha logrado y sin embargo con la reforma fiscal del presidente Vicente Fox se pretende gravar esas percepciones".
Me supongo que Fidel Herrera tiene en su poder otra Ley del Seguro Social, porque en la mía el artículo 133 sólo hace referencia a la vigencia de las pensiones de viudez y a la posibilidad de que si el pensionado (viuda, viudo, concubina o concubinario) contrae matrimonio, le darán en lugar de la pensión una suma global equivalente a tres anualidades.
El tema, conforme a mi artículo 133, no me parece que pueda provocar convulsiones ni miserias por sí mismo. Pero lo que sí es grave es que se pretenda gravar las pensiones.
Por esto recuerdo que hace unos días debo haber leído aquí en La Jornada que los señores de la Bolsa Mexicana de Valores están exigiendo que se autorice por la Consar que las sociedades de inversión especializada en fondos para el retiro (siefores) inviertan los recursos de los trabajadores en papel de riesgo, que es como se le llama, con mucha justificación, a las acciones que suben y bajan en la bolsa y que al bajar (remember el año 1987) pueden conducir a la ruina a mucho más de uno. Y a la felicidad a los bolseros.
Actualmente las siefores, por mandato de la Consar, invierten los dineros proletarios en valores del Estado de renta fija, al menos en un 97.5 por ciento. El efecto es que el señor Estado se financia con esos dineros con el muy grave riesgo, que ya ha ocurrido cuando el SAR de Salinas de Gortari se transformó en las afores de Zedillo, de que no hubiese lana para entregar a las afores los recursos del SAR que el Banco de México recibió de los bancos y le prestó al gobierno, y que éste convierta la obligación en papeles de deuda pública.
Ahora, sobre ese riesgo de evidente presencia, los señores de la bolsa quieren convertir a los asegurados en jugadores a la bolsa, por lo menos en un 50 por ciento de sus dineritos, de tal manera que los bolseros compartirían el capital con el Estado, que se vería privado, de declararse procedente la maniobra, de un casi 50 por ciento de los recursos. Lo que ocurre es que no parece haber diferencias, en estos tiempos, entre Estado y dueños del dinero.
"Con la bolsa hemos topado", que habría dicho don Quijote de haber vivido en nuestra agraciada época en que los obreros financian al Estado y ahora, si se cumple la amenaza, también a los financieros exitosos que manejan los valores especulativos.
Ya me imagino a un modesto trabajador de la construcción discutiendo con un mecánico de automóviles la marcha de sus inversiones. Habría que verlos informándose por la tv o en algún diario sobre cómo suben y bajan los valores para poder decidir de la mejor manera sus riesgos y contingencias.
Hay el otro riesgo, claro está, de que si asoman la nariz en su afore para ver cómo van sus inversiones, por dejarles entrar les van a cobrar una bonita comisión; y si se les ocurre pedir informes, otra; y si, además, tienen la pretensión de orientar sus inversiones personales, otra más. Y así hasta el fin del mundo.
Ya en el Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000 se anunciaba que México había optado por financiarse con los fondos de retiro y no con créditos del exterior. La reforma de la Ley del Seguro Social en 1995 no hizo sino confirmar esa tesis. Pero ahora, los financieros de alta escala, también se quieren quedar con un cachito de la lana para es-pecular en bolsa.
No cabe la menor duda de que los pobres de México, esa inmensa mayoría, están dando a los ricos lo mejor de sus recursos. Y además, les quieren agregar el IVA. Es para no creerlo.