DOMINGO Ť 15 Ť ABRIL Ť 2001
Ť José Antonio Rojas Nieto
La marcha del mercado petrolero
Hay tres movimientos de precios que conviene observar todos los días: el del crudo, el del gas licuado del petróleo y el del gas natural. En el NYMEX (New York Mercantil Exchange), por ejemplo, podemos seguir las tres cotizaciones que nos interesan: 1) la del crudo de referencia (WTI) para deducir los movimientos de nuestra mezcla mexicana (20 por ciento del ligerísimo Olmeca, 6 por ciento del ligero Istmo y 74 por ciento del pesado Maya) cuya cotización presupuestal para el 2001 es de 18 dólares por barril; 2) la del gas licuado (Propane NYMEX) para comprender la evolución de los márgenes disponibles no sólo entre el costo de producción mexicano y el referente internacional, sino entre éste y el precio interno al público de nuestro gas LP, mayoritariamente compuesto con propano, pero también con algo de butano y otros licuados; 3) finalmente la referencia más usual del gas natural, la de uno de los centros de distribución más importante de Estados Unidos -Henry Hub en el estado de Louisiana-, que prácticamente determina el precio del sur de Texas, de Nueva York, de California y desde 1991 de México.
Respecto al precio del crudo podemos decir que los últimos cinco meses ha tenido un comportamiento un tanto errático que exige a todo productor la máxima atención en la determinación de su producción y su exportación. México, por ejemplo, luego de una adecuada racionalización de sus exportaciones en los primeros 10 meses del 2000, de nuevo elevó sus volúmenes exportables de noviembre a febrero, colaborando a crear cierta inestabilidad en el mercado, que no resolvió con su bajo recorte de marzo, por estar desfasado respecto a los movimientos estacionales del consumo. Esto se percibe cuando observamos que después de prácticamente dos años de ascenso continuo de precios -de los primeros días de 1999 hasta septiembre del 2000, sólo con una leve interrupción en abril del año pasado-, se experimentaron tres meses de estancamiento (septiembre a noviembre); un mes (diciembre) de descenso drástico (seis dólares en el caso de la mezcla mexicana); dos de recuperación y relativa estabilidad (enero y febrero); y finalmente otro más (marzo) de descenso (dos dólares para la mezcla mexicana).
Con todos estos vaivenes, en marzo la mezcla mexicana se cotizó a un sorprendente precio de 18 dólares, 10 menos que en septiembre, lo que, efectivamente, expresa un mercado menos estable y representa una tendencia a la baja, con merma de ingresos, tanto para Pemex como para el fisco. Esto no hay que olvidarlo para obligarse a tener una conducta más cuidadosa. Pero tampoco hay que exagerarlo y, menos aún, manipularlo para impulsar decisiones aceleradas, sobre todo en el terreno fiscal. Para ello baste decir que en estos 15 días de abril, el precio del crudo se ha elevado en casi tres dólares, lo que confirma la relativa inestabilidad del mercado petrolero de hoy.
Sin embargo, y no obstante el decaimiento económico en Estados Unidos, se prevé que la demanda de este año registre un incremento ligeramente mayor al del año pasado, por lo que un comportamiento coordinado de productores -como lo intenta por todos los medios posibles la OPEP- permitiría pensar que la mezcla mexicana pudiera registrar un precio no menor a 20 dólares por barril, superior al promedio de este primer trimestre (19.65). Incluso hay analistas internacionales que estiman una recuperación significativa en junio, y un ascenso moderado pero mayor en el invierno, con lo que prevén un promedio anual para el crudo mexicano de 22 dólares por barril, cuatro más de lo presupuestado. Se trata de una visión más optimista que supone la persistencia de la disciplina OPEP para el control de la producción y el respaldo de productores No OPEP como Angola, México, Noruega, Omán y Rusia; y que asume un crecimiento absoluto de la demanda no inferior a un millón y medio de barriles diarios, correspondiente con un volumen medio diario de consumo anual cercano a los 78 millones de barriles 2 por ciento superior al del año 2000.
Con todo, nuestro país tiene condiciones para mostrarse inteligente ante estos hechos y, pese a la baja económica de los vecinos, lograr un importante volumen de ingresos petroleros en el 2001, que frente a la inevitable baja económica de este año, sería muy pero muy importante.